I.
- Estoy con unos amigos. Les estoy platicando mis penas y nos estamos tomando una cerveza.
- Ah, está padre.
- ¡Qué asco! Me dieron a probar una margarita de vainilla y sabe a madres.
- Uy, paso: no le entro a los cocteles. Bueno, con cuidadito. Te oyes rara.
- No, estoy bien.
Una hora después:
- Oli, me siento mal. Estoy muy mareada y no puedo caminar en línea recta.
- Es normal. Estás borracha.
- No, no eshtoy [sic] borracha.
- Yo creo que sí... Toma mucha agua.
El asunto es que tomó una pastilla por la tarde, y por supuesto hizo corto circuito. La otra parte del asunto es que no tiene mucha costumbre y apenas se aventura en la cerveza; no sé de cierto cuál sea su tolerancia, pero al menos yo, a los diecinueve, no duraba más de tres (quizá menos). Se mantuvo en sus cinco sentidos, aunque hubo de padecer los síntomas iniciales (y los más divertidos: ya después de eso no me la paso tan bien) de una borrachera.
II.
Muy ordenado y responsable, me encamino a la fiesta de inauguración de un evento de radio por internet; fuimos requeridos como plataforma publicitaria y a cambio nos dieron chance de presentar la revista de arte. Mi labor (aunque me suene ridículo) debía consistir en jugar al de Relaciones Públicas, tarea absurda para alguien que tiene muy poca disposición para socializar.
- ¿Y con quién me tengo que acercar?
- Va a estar Jägermeister. Eso sirve.
Por supuesto, asumimos que iba a haber Jäger para tirar y escupir y hacer fuentecitas como angelito; y sin embargo, no: hasta donde vi (porque llegué muy tarde), sacaron como seis botellas para unas doscientas personas.
- La fiesta se sigue en el bar P... Nos vemos allá.
- Sí, seguro. Nosotros llegamos.
- Oye, me están invitando a ir al bar B..., que está casi del otro lado de la ciudad.
- Como que no estoy de humor, y como que me quiero ir a dormir.
Salomónicamente, la decisión fue brincar a un bar más barato y de paso cenar algo, que buena falta me hacía (por cierto, tengo hambre). ¿Otra cervecita? Pues otra: dos no matan. Al menos no a mí, pero otros varios ya caminaban con el estilo "rebote, sosténgase, impúlsese, rebote de nuevo, intente seguir su camino", lo cual suele ser un espectáculo esperpéntico.
Y no mataron: me pesó más caminar media hora a la una de la mañana, cruzando con los varios borrachos que rondan la ciudad una madrugada de viernes.
III.
Tomo el camión que recorre Insurgentes -presumiblemente la calle más larga del mundo (no me acuerdo del dato)- en su servicio nocturno. Ya me he acostumbrado a que suban borrachos en muy deplorables condiciones, y probablemente también los choferes: en una ocasión, alguno -sentado en la última banca- tuvo la gracia de vomitar hasta los malos recuerdos. Me dio mucho gusto, por supuesto.
Sin embargo, los dos que me tocaron ayer alcanzaron el estatuto de icónico.
Sin verles la cara siquiera, sabía que estaban muy borrachos (como se veían me he visto, y me veré seguramente de nueva cuenta) desde que pusieron pie en el camión; ya estaba muy cansado y me era difícil leer, así que su conversación (si tal se le puede llamar) me distraía a cada instante. Por lo demás, me divertía:
- Es que, yo creo, que...
- Sí, no mames.
- Pues sí. Una mujer que tuvo que ver con Alonso no conviene.
- Tsí [sic].
- ¿Dónde nos bajamos?
- Hasta la última parada.
Y tres minutos después, brinca uno y el otro lo sigue, tambaleándose, casi dormidos. Y diez segundos después se vuelven a subir al camión.
- Disculpe, chofer: nos faltaron algunas.
Y por supuesto: les faltaban como veinte paradas antes de llegar adonde debían. Me cagué de la risa, pero por respeto me hice bolita, miré para otro lado y traté de reírme para mis adentros: al menos a mí no me gusta que se burlen de mi borrachera. Pero no era yo el único que se reía: el camión entero (v.g. doce personas) se caracajeaba en silencio.
Diez minutos después llego a mi destino, y junto conmigo bajan también estos dos. Nuevamente me río, asumo que se van a dar cuenta otra vez del error y se van a subir al instante, van a poner la misma cara de borrego ante el chofer, se van a sentar y listo, pero no. Miran para todos lados, no saben dónde están, y sabrán los dioses si llegaron en una pieza a casa, lo cual ya no es de mi incumbencia: no puedo decir que me importa gravemente. Si hubiera sido quien protagonizó I, en ese instante hubiera buscado la manera de resolver, pero estos dos no me son relevantes, aunque la anécdota tenga su encanto.
IV.
En algún momento, hace unos pocos años, me hubiera importado un corcho meterme 40° de alcohol un día entre semana, pero a estas alturas, con estos trabajos, con todos estos pendientes, con mis horas frente a la computadora, con mi cansancio a cuestas, ya me pienso dos veces antes de salir de fiesta antes del viernes. Ayer me lo dijeron, en perfecto tono de sorna, y no me quedó duda: "Ya estás viejo".
Chale, 25 años y ya estoy viejo. Me queda el consuelo de los mejores vinos: edad, rico sabor y aroma, excelente cuerpo (bueno, eso último es mentira, que lo ñango nomás no se arregla y estoy tan cucho que todo cruje).
- Estoy con unos amigos. Les estoy platicando mis penas y nos estamos tomando una cerveza.
- Ah, está padre.
- ¡Qué asco! Me dieron a probar una margarita de vainilla y sabe a madres.
- Uy, paso: no le entro a los cocteles. Bueno, con cuidadito. Te oyes rara.
- No, estoy bien.
Una hora después:
- Oli, me siento mal. Estoy muy mareada y no puedo caminar en línea recta.
- Es normal. Estás borracha.
- No, no eshtoy [sic] borracha.
- Yo creo que sí... Toma mucha agua.
El asunto es que tomó una pastilla por la tarde, y por supuesto hizo corto circuito. La otra parte del asunto es que no tiene mucha costumbre y apenas se aventura en la cerveza; no sé de cierto cuál sea su tolerancia, pero al menos yo, a los diecinueve, no duraba más de tres (quizá menos). Se mantuvo en sus cinco sentidos, aunque hubo de padecer los síntomas iniciales (y los más divertidos: ya después de eso no me la paso tan bien) de una borrachera.
II.
Muy ordenado y responsable, me encamino a la fiesta de inauguración de un evento de radio por internet; fuimos requeridos como plataforma publicitaria y a cambio nos dieron chance de presentar la revista de arte. Mi labor (aunque me suene ridículo) debía consistir en jugar al de Relaciones Públicas, tarea absurda para alguien que tiene muy poca disposición para socializar.
- ¿Y con quién me tengo que acercar?
- Va a estar Jägermeister. Eso sirve.
Por supuesto, asumimos que iba a haber Jäger para tirar y escupir y hacer fuentecitas como angelito; y sin embargo, no: hasta donde vi (porque llegué muy tarde), sacaron como seis botellas para unas doscientas personas.
- La fiesta se sigue en el bar P... Nos vemos allá.
- Sí, seguro. Nosotros llegamos.
- Oye, me están invitando a ir al bar B..., que está casi del otro lado de la ciudad.
- Como que no estoy de humor, y como que me quiero ir a dormir.
Salomónicamente, la decisión fue brincar a un bar más barato y de paso cenar algo, que buena falta me hacía (por cierto, tengo hambre). ¿Otra cervecita? Pues otra: dos no matan. Al menos no a mí, pero otros varios ya caminaban con el estilo "rebote, sosténgase, impúlsese, rebote de nuevo, intente seguir su camino", lo cual suele ser un espectáculo esperpéntico.
Y no mataron: me pesó más caminar media hora a la una de la mañana, cruzando con los varios borrachos que rondan la ciudad una madrugada de viernes.
III.
Tomo el camión que recorre Insurgentes -presumiblemente la calle más larga del mundo (no me acuerdo del dato)- en su servicio nocturno. Ya me he acostumbrado a que suban borrachos en muy deplorables condiciones, y probablemente también los choferes: en una ocasión, alguno -sentado en la última banca- tuvo la gracia de vomitar hasta los malos recuerdos. Me dio mucho gusto, por supuesto.
Sin embargo, los dos que me tocaron ayer alcanzaron el estatuto de icónico.
Sin verles la cara siquiera, sabía que estaban muy borrachos (como se veían me he visto, y me veré seguramente de nueva cuenta) desde que pusieron pie en el camión; ya estaba muy cansado y me era difícil leer, así que su conversación (si tal se le puede llamar) me distraía a cada instante. Por lo demás, me divertía:
- Es que, yo creo, que...
- Sí, no mames.
- Pues sí. Una mujer que tuvo que ver con Alonso no conviene.
- Tsí [sic].
- ¿Dónde nos bajamos?
- Hasta la última parada.
Y tres minutos después, brinca uno y el otro lo sigue, tambaleándose, casi dormidos. Y diez segundos después se vuelven a subir al camión.
- Disculpe, chofer: nos faltaron algunas.
Y por supuesto: les faltaban como veinte paradas antes de llegar adonde debían. Me cagué de la risa, pero por respeto me hice bolita, miré para otro lado y traté de reírme para mis adentros: al menos a mí no me gusta que se burlen de mi borrachera. Pero no era yo el único que se reía: el camión entero (v.g. doce personas) se caracajeaba en silencio.
Diez minutos después llego a mi destino, y junto conmigo bajan también estos dos. Nuevamente me río, asumo que se van a dar cuenta otra vez del error y se van a subir al instante, van a poner la misma cara de borrego ante el chofer, se van a sentar y listo, pero no. Miran para todos lados, no saben dónde están, y sabrán los dioses si llegaron en una pieza a casa, lo cual ya no es de mi incumbencia: no puedo decir que me importa gravemente. Si hubiera sido quien protagonizó I, en ese instante hubiera buscado la manera de resolver, pero estos dos no me son relevantes, aunque la anécdota tenga su encanto.
IV.
En algún momento, hace unos pocos años, me hubiera importado un corcho meterme 40° de alcohol un día entre semana, pero a estas alturas, con estos trabajos, con todos estos pendientes, con mis horas frente a la computadora, con mi cansancio a cuestas, ya me pienso dos veces antes de salir de fiesta antes del viernes. Ayer me lo dijeron, en perfecto tono de sorna, y no me quedó duda: "Ya estás viejo".
Chale, 25 años y ya estoy viejo. Me queda el consuelo de los mejores vinos: edad, rico sabor y aroma, excelente cuerpo (bueno, eso último es mentira, que lo ñango nomás no se arregla y estoy tan cucho que todo cruje).
5 comentarios:
Agh! pequeño vhgk... mentiroso!Insisto: tirano.
Bueno, decentemente:
Oliver, la pobre muchacha no estaba "borracha" como dices. Simplemente su sistema nervioso se vio afectado por un breve lapso de tiempo. Efecto de mezclar 650 mg de paracetamol,60 mg de cafeína y 15 mg de pirilamina con 570 ml de cerveza con un volumen de alcohol de 4.5%.
C'est tout!
Y eso de:
-Bueno, con cuidadito. Te oyes rara.
Es completamente falso.No dijiste eso. Al igual que la parte de:
-Estoy muy mareada y no puedo caminar en línea recta.
¿Cuánto tergiversas en tus escritos cotidianos?
¡Claro que podía caminar en línea recta!Incluso fue especificado ayer.
¡Y el mareo no entró en grado superlativo! Se queda en estado "copo de nieve".
Y eso de:
"...no tiene mucha costumbre y apenas se aventura en la cerveza."
Es algo que no creo que te corresponda decir porque no lo sabes con certeza.
Y por último:
"...no sé de cierto cuál sea su tolerancia"
Te hago el favor de responder:
Con el alcohol: no será demasiada, pero sí más de la que te imaginas.
Contigo: Bastante como para no ponerme fiera por tus chistes...
Y me voy porque ya pasé de "Cool" a "Things are getting heated up. Careful! If you were in front of me at this very moment, I would've already done something" Grrr... (Y por supuesto: no de la manera en la que tú quieres y/o estás pensando).
Todos mis reproches aparte, debo admitir que está simpática la entradita.
¡¡¡Y NO ESTABA EN ESTADO ETÍLICO!!!
(See? I'm roaring!)Mufasaaa!
You tyrant bitch...
Estimados (dos) metiches que leen estos comentarios:
Una sola lección nos basta para clarificar este asunto, aunque primero habrá que hacer una variación a un dicho inglés ("Hell hath no fury like a woman scorned"): no hay furia en el mundo que se compare a la de una mujer furiosa, sin importar su motivo.
Y al pie: toda reconstrucción de un evento implica su ficcionalización, y algún desvío de cómo sucedieron las cosas. Pero tampoco estoy tan alejado...
Y eso es todo lo que Don Julián Iriarte puede decir para defenderse...
Sinceramente pensé que escribirías otra cosa...
Tenías razón cuando dijiste "está padre"(cuidado aquí, sé que no siempre ves mi sarcasmo).
De cualquier manera ¿por qué te encanta hacer suposiciones?
No me conoces furiosa.
Además: Ira furor brevis est.
Considéralo mejor como: "instantaneous rage (as a mean of self-defense) for a distorted fact having to do with me."
En fin, no me queda más que alentarte a seguir con la ficcionalización y desvío de los hechos si es eso lo que te divierte. Total,sabes que al final me da risa.
Buen día y ¡hasta pronto!
uuu jajajaja
creo que las cosas se calentaron un poco entre ustedes dos... jajajajaaaaa
lo siento, esta buenísimo el comentario de ellise gaubarov.quienquiera que seaas.
xu@nit@
Efectivamente, está buenísimo el comentario: tiene rato que no me golpean con tanto encono y conocimiento de causa.
Sin embargo, más que decir para defenderme o ficcionalizar por diversión, digo en atención al mejor modo de decir, y en eso habrá que hacer sumas y restas de lo sucedido.
Maldita teoría literaria: nunca pensé que te pusieras en mi contra...
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