miércoles, 31 de diciembre de 2008

Crack

Casi sería necedad y perogrullada decir que la temporada me provoca escozor; es más, hasta podría justificarlo: el año se termina en dos horas, y lo salomónico sería despotricar y mentar madres como corsario, vomitar las tripas viejas y hacerle espacio a algo distinto, a ver si el año nuevo (me) cambia de cara.
Como es de suponer, las felicitaciones rebasan mis capacidades de socialización y mi corazón de tamal: si no te felicité, no lo consideres una ofensa, porque estás en una lista de muchos; malas habilidades, pero no mala intención. Por supuesto, mis amigos -que en poco se parecen a mí- me rebasan con harta facilidad: además de que es el mejor diseñador que conozco (y hay varios en esa nómina), es una de las pocas personas que tienen cada gramo de mis mejores deseos y buena voluntad. Año con año recibo una postal suya, que me pone una sonrisa -aunque sea breve- por el afecto que le profeso a él y a su familia; sin embargo, ésta es la primera vez que se lo agradezco.

Considerando lo anterior y para que vean que no soy tan grinch:

Hecho lo anterior, le rasco la barriga a mi sobrina-gata una hora más, me atraganto las cervezas que mis amigos dejaron en el refri (justo sueldo por cuidarles a la hija-gata) y hago camino a un bar para tomarme una última cerveza, desearle feliz año a un perfecto desconocido (mejor si desconocida) y regresar caminando a casa: hay que calentar para el recorrido de mañana.

martes, 23 de diciembre de 2008

Conste que cito textual

I.
Mi hermana, en un correo que me escribió en mi cumpleaños:
Te has convertido en un hombre auto suficiente y me sorprendes por la velocidad con que arreglas tus cosas. Tu cuñado siempre me dice que no eres un niño y que no te trate así, pero todavía te veo pequeño y rechoncho (imagínate nomás! [imagínense nomás: yo, rechoncho... Eso habrá sido hace unos 25 años, o más.]). Me doy cuenta que efectivamente has crecido.

II.
Mi veterinaria (o, más específicamente, la de mis gatos; no tengo que detallar, ¿o sí?), mientras se despedía de mí, un viernes por la noche:
Me mandas un mensajito cuando llegues a tu casa, porfis. Vete con mucho cuidado, por favor. Te quiero mucho, corazón. Si necesitas algo, me hablas. ¿Quieres que te preste para un taxi?
La próxima vez que lleve a mis hijos con ella, quizá le confiese que me fui caminando a la casa, y que le mandé el mensajito a medio camino.


III.
Mi madrina de bautismo y primera comunión (para que luego no digan que soy pagano nomás de pura necedad; o quizá sí), a la que no veía desde hace ¿catorce? años, en la sobremesa:
Si me hubiera enterado de todo eso que pasó, te hubieras ido a vivir conmigo. TÚ te hubieras ido conmigo. Por cierto, ¿dónde vas a pasar Navidad?
Y justo antes de que me bajara de su auto para tomar el camión:
No, Tomás [mi padrino]: déjalo allá adelante, donde hay luz. Mira: ahí hay más gente. ¿Sí sabes qué camión tomar? ¿Necesitas dinero?

IV. De veras: ya crecí. Me costó un chorro, pero sí.

(Igual que yo no puedo dejar de tomarles fotos a mis gatos, sé que él tenía la misma compulsión.)

lunes, 22 de diciembre de 2008

El camino de la insurgencia

I.
Entre todas las cosas en que he meticheado, los actos pánicos de Alejandro Jodorowsky me provocaron cierto interés en algún momento. Un ejemplo que no es propiamente un artificio suyo, pero resulta muy ilustrativo y brutalmente tierno (y por esa sola razón, me causa algo muy parecido al desagrado), es el caso de un equipo médico francés que en 2006 operó a más de quinientos osos de peluche (como Ruperto); el resultado: más de quinientos chamacos que resentían menos los procesos de recuperación clínica.
Ternurita...
Hasta donde me acuerdo (cualquier devoto de Jodorowsky puede darnos una explicación más detallada en los comentarios), el asunto de los actos pánicos es una representación metafórica de un hecho personal a fin de solucionarlo, modificarlo, concluirlo o afines. En consecuencia, la metáfora es aprehendida a nivel cognitivo y traducida en lo experiencial; por supuesto, si es una metáfora viva (vid. Paul Ricœur).

II.
Caminar es una necesidad, particularmente cuando estoy rabioso, cuando tengo que rumiar algo penoso o doloroso, cuando necesito ordenar mis ideas, cuando quiero desconectarme o cuando lisamente me parece un desperdicio tomar un camión.
Reforma de madrugada es rebonito; cualquier parque después de llover, a pesar de que los lodazales no se vean con claridad en la noche; el Centro es una gloria, aunque de pronto uno tiene la impresión de que sería mejor no mirar al señor de ahí adelante y al borracho de más allá a los ojos; los Centros de Tlalpan y de Coyoacán tienen su encanto, aunque los frecuento poco.
Y caminar no es sólo turismo o un ejercicio intelectivo (?), sino una de mis poquísimas actividades físicas, así que hay que caminar mucho, distancias absurdas para casi toda la gente que conozco. Un récord: de la estación de autobuses de Taxqueña a la Condesa, vía Tlalpan y Viaducto, con una escala para desayunar; he de acotar que, antes de eso, había caminado unas tres horas por Cuernavaca, esperando a que saliera el camión a la Ciudad de México; consideré regresar a la ciudad caminando.
Total: c. seis horas a pie, no consecutivas.

III.
Creo que la Avenida de los Insurgentes es la calle más larga del mundo (por piedad, alguien dígame si es cierto); por lo pronto, es la más larga de la ciudad, con 28.8 km.
Y los he de recorrer.

IV.
La primera vez que amenacé con hacerlo fue hace siete años, y desde entonces he tenido la idea en la cabeza. Va siendo momento de cumplir, y de paso hacer un pequeño acto pánico.
No he decidido todavía en qué dirección he de hacer el recorrido (hoy mismo le pregunto al I Ching), pero la cosa es más o menos así: el primero de enero me subo al Metrobús y me voy a una de sus estaciones terminales. De ahí, con una Guía Roji en la mano (hay que documentar), dos botellas de agua y el libro en la mochila, empiezo mi recorrido, uno distinto y que jamás he hecho, en dirección conocida pero sin destino en esa dirección: dudo que en mi periplo aparezcan lotófagos, pero sé que mi Ítaca no está a unos pocos pasos de los extremos y hay dos gatos ahí (una, que no es Penélope, pero así de guapa es, y otro al que poco le falta para ser Telémaco, aunque algo más lelo).
Empiezo el año sin propósitos, pero con rutas que no pueden sino llevarme a un buen puerto; muy probablemente haya mejores, y sin embargo lo que me importa es el camino: ya después sabré adónde ir. En ese camino, a cada paso (a ver si puedo: mi cabeza es errática) quiero hacerme de palabras importantes, que me obliguen a pensar en otras, para escribir las cosas que me son importantes y que, en cierto sentido, tendrían que marcar mi manera de hacer del año entrante.

V.
¿Alguien me acompaña?


Blow Away - George Harrison

martes, 16 de diciembre de 2008

Soy un manojo de mala voluntad y egoísmo terrible. Sin embargo, no tengo el corazón tan duro como para fingir que no tiene importancia un hecho infausto, debido muy probablemente a un arranque de egoísmo que me rebasa y a la falta de experiencia que conlleva la adolescencia.
En términos reales, no puedo hacer más nada, salvo hacer a un lado mucho de lo que soy y tender la mano.
Espero que la encuentres.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Tengo miedo

Formalmente, hoy es el último día de actividades en el Centro de Ciencias de la Atmósfera, a.k.a. mi base de operaciones. A partir de mañana estoy libre de venir, lo cual es una fea situación: para una persona como yo, de perfil obsesivo/compulsivo, en constante necesidad de actividad (o rumia más estupideces de las que es sano rumiar), no hay nada peor que las vacaciones.
Hace poquito más de dos años, cuando era factotum/esclavo administrativo en aquella infame empresa de serigrafía industrial -que, a su vez, es esclava de Telmex-, daba las córneas a cambio de un mes de vacaciones; y no me dieron ni dos semanas. Hoy, a un año y medio de gestionar estas revistas para científicos locos y señoras tontas, no es que quiera pasarme las horas de mis días aplastado en mi oficina porque disfruto inconmensurablemente mi trabajo (me gusta un chorro, sí, pero hay otras cosas que quisiera hacer, y con más ahínco), sino que es mucho más interesante y productivo que pasarme esas mismas horas aplastado en mi casa, viendo tele y con los gatos encima.
Mas no todo es oscuridad: este túnel por fin se termina (y, carajo, qué bueno) y el año que entra obligatoriamente tendrá que ser mejor; si no, entonces habré de volverme más pagano y empiezo a degollar gallinas... para la cena, por supuesto.
En cualquier caso, me queda el "kit de emergencia en caso de inactividad", consistente en una corrección de casi cincuenta cuartillas a entregar la semana entrante (los dioses bendigan a mis clientes), muchos correos que no mandé en el último mes y que se tienen que enviar sí o sí, muchas horas de ocio disperso, unas cuantas visitas intempestivas y esporádicas a la oficina, "para revisar el correo y que no se sature"...
¿Cuál miedo? Ténganme miedo, porque tengo hambre.


Watching The Wheels - John Lennon

(Debía algo de John -que además ajusta-, como debo algo de George.)

lunes, 8 de diciembre de 2008

Mandatorio

Me importa un corcho que la historia de la Cracow Klezmer Band abarque sólo diez años; me importa un corcho que hayan grabado sólo cinco discos, en el Tzadik de John Zorn y casi bajo su dirección y anuencia, más un recopilatorio en vivo; me importa un corcho que ya no funcionen bajo ese nombre y ahora se llamen Bester Quartet; y en este instante me importa un corcho algo así como tres cuartas partes de la institución musical del orbe entero: a estos cuatro señores deben entregarles el Polar.
Si no me creen, échenle un ojito a los recipiendarios de ediciones anteriores: Ligeti y Reich y Stockhausen y Moog y Xenakis y Boulez dan fe de reconocimiento a una incidencia definitiva en el universo musical contemporáneo. Y me importa un corcho que me digan que la sombra de cualquiera de estos compositores es apabullante con respecto a la Cracow Klezmer Band: su música sobrepasa a muchísimos actos de rock y punk recientes.
Aquí su reinterpretación al libro de composiciones del Masada de Zorn, Book of Angels 5: Balan. No pregunten, ni siquiera averigüen de qué corchos se trata: es un discote y estoy a punto de ordenarles que lo bajen. Me apuesto las costillas a que la sorpresa es gloriosa.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Pedaço de mim

No sé la causa, si tuvieron la poética ocurrencia de depositar tus cenizas en un río o dónde, o en qué condiciones sucedió. Desconozco las minucias: de todo ello me privaron, y a pesar de que podría averiguarlo con tan sólo hacer dos llamadas, puedo prescindir de ello. Que los imbéciles atesoren con silencio lo que no es importante.
Sin embargo, mi ignorancia de esas cosas se ve opacada por mi conocimiento de tantas otras; una sola me basta, pero hoy me permito enumerarlas, por el mero gusto de verlas todas y tener en claro el orgullo: sé que te gusta la Ópera de Chico, sé que alguien te robó esa cinta hace años, que jamás volviste a encontrarla, que creías saber su historia y no era así (pero te creí siempre, de cualquier manera, como hubiera podido creerte a ti y sólo a ti que la Tierra, después de todo, sí es plana). Fui el único que supo darte un momento de alegría, y sólo a mí me quedan claras las lágrimas (unas que jamás había visto) y las hormigas y lo que veías.
Y no puedo sino regalarte otra vez la Ópera. Sin duda, se siguen deshaciendo en hilachas.


Chico Buarque

lunes, 1 de diciembre de 2008

Campos magnéticos

Uno se desprende de determinados individuos y casi en consecuencia aparecen -como por casualidad en la calle, en el transporte público, afuera de la oficina, en un bar, en los servicios de redes sociales (que sigo sin entender bien a bien para qué los quiero, si mis capacidades de comunicación y socialización son paupérrimas)- muchas otras personas que miran con buena cara, que no provocan mi mala cara. Alguno de ésos, quizá, alberga una oportunidad; y en consecuencia, en todos ellos hay una esperanza.
De haberlo sabido, y de en verdad suceder así como lo escribo (y sé perfectamente que no), hace mucho que hubiera cambiado polaridades.