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sábado, 14 de agosto de 2010

Consciente

Descargué Deathconsciousness, el debut de Have a Nice Life hace ¿dos meses? Sin motivo mayor a la curiosidad, me lo llevé conmigo sencillamente porque una canción le da nombre a mi más recurrido proveedor de música en la actualidad. Sin embargo, apenas esta semana tuve oportunidad de escucharlo. Y no sé cómo describirlo. Mejor fuera que no escribiera una sola letra más al respecto y escucharan las rolotas en la barra lateral.
Pero esto tendrá que ser un ejercicio de disciplina, y habré de hacer el esfuerzo de hablar sobre algo que me parece sobradamente complejo.
Como cualquier otra expresión del shoegaze, lo que el escucha percibe es una masa de sonido en la que, sin embargo, pueden reconocerse los elementos que componen cada pieza musical. Como todo el shoegaze, no es de fácil acceso, y se requieren varias escuchas antes de aprehender la música, de hacerla propia.
Introspectiva, densa, sólida, material, exigente, por ningún motivo tímida. Música que crea momentos y constituye experiencias, que perdura en el tiempo a pesar de las distracciones cotidianas. A esto hay que sumar la naturaleza del contenido: todas las canciones versan sobre la muerte y su abrumadora inminencia: una pieza de arte que aborde rigurosamente el tema no puede ser banal o superficial.
Ciertamente no puedo comunicar la experiencia, y resulta terriblemente difícil. Mejor es, sin duda, que se arriesguen a picarle play a las Rolotas y decidan si se amarran a la silla. Si tuvieran la intención de hacerse con una copia digital, aquí pueden encontrar el disco.

lunes, 9 de febrero de 2009

Porque ando amargo

Más o menos como en el caso de Amanda Palmer, no he terminado de escuchar este disco (voy en la seis) y lo declaro glorioso. Ya no sé de dónde lo saqué (sería correcto y respetuoso agradecer), pero -como casi siempre- hice bien en descargar ese archivo.
Porque hoy tengo las tripas tibias, porque desde ayer no estoy de buenas, porque de vez en cuando es harto más sano dejarse arrastrar sólo un par de días en el desasosiego, porque pocos pianos pueden arruinarle el día a alguien (y éste no es el caso), porque las canciones de amor pueden irse al vacío y eso no es tan grave.


Soap&Skin

lunes, 8 de diciembre de 2008

Mandatorio

Me importa un corcho que la historia de la Cracow Klezmer Band abarque sólo diez años; me importa un corcho que hayan grabado sólo cinco discos, en el Tzadik de John Zorn y casi bajo su dirección y anuencia, más un recopilatorio en vivo; me importa un corcho que ya no funcionen bajo ese nombre y ahora se llamen Bester Quartet; y en este instante me importa un corcho algo así como tres cuartas partes de la institución musical del orbe entero: a estos cuatro señores deben entregarles el Polar.
Si no me creen, échenle un ojito a los recipiendarios de ediciones anteriores: Ligeti y Reich y Stockhausen y Moog y Xenakis y Boulez dan fe de reconocimiento a una incidencia definitiva en el universo musical contemporáneo. Y me importa un corcho que me digan que la sombra de cualquiera de estos compositores es apabullante con respecto a la Cracow Klezmer Band: su música sobrepasa a muchísimos actos de rock y punk recientes.
Aquí su reinterpretación al libro de composiciones del Masada de Zorn, Book of Angels 5: Balan. No pregunten, ni siquiera averigüen de qué corchos se trata: es un discote y estoy a punto de ordenarles que lo bajen. Me apuesto las costillas a que la sorpresa es gloriosa.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Pedaço de mim

No sé la causa, si tuvieron la poética ocurrencia de depositar tus cenizas en un río o dónde, o en qué condiciones sucedió. Desconozco las minucias: de todo ello me privaron, y a pesar de que podría averiguarlo con tan sólo hacer dos llamadas, puedo prescindir de ello. Que los imbéciles atesoren con silencio lo que no es importante.
Sin embargo, mi ignorancia de esas cosas se ve opacada por mi conocimiento de tantas otras; una sola me basta, pero hoy me permito enumerarlas, por el mero gusto de verlas todas y tener en claro el orgullo: sé que te gusta la Ópera de Chico, sé que alguien te robó esa cinta hace años, que jamás volviste a encontrarla, que creías saber su historia y no era así (pero te creí siempre, de cualquier manera, como hubiera podido creerte a ti y sólo a ti que la Tierra, después de todo, sí es plana). Fui el único que supo darte un momento de alegría, y sólo a mí me quedan claras las lágrimas (unas que jamás había visto) y las hormigas y lo que veías.
Y no puedo sino regalarte otra vez la Ópera. Sin duda, se siguen deshaciendo en hilachas.


Chico Buarque

viernes, 21 de noviembre de 2008

Extended Play

En virtud de que es incuestionable que no vieron la encuesta más nueva ("De entre todos éstos, quiero escuchar este EP") (sino, ¿por qué otro motivo se guardarían de votar?), me tendré que tomar la libertad de poner cualquier otro EP que se me cruce en la audioteca.
Devotchka está más allá del bien y del mal; si les gusta la "música del mundo" (o world music, que me parece una de las etiquetas más estúpidas que se le ha ocurrido a la crítica musical [y mis razones son similares a las de las galletas]), Devotchka es la gloria que ni Peter Gabriel ni David Byrne lograrán en sus disqueras para adultos contemporáneos. Bueno, sí: tienen algunos discotes, pero su manera de capitalizar la cultura es mero turismo auditivo, como japonés con cámara digital, o grabadora de audio, en su defecto.


Devotchka

jueves, 13 de noviembre de 2008

Un remedio para no morir intempestivamente

Antes de que me dé una embolia por el enojo (gracias: veinte años de una linda amistad y la amenaza de un proceso legal en mi contra mezclan maravillosamente en el mismo vaso; no digo más porque todavía procuro ser un caballero), voy a tratar de no perder del todo la compostura, y voy a hacer como que me queda capacidad para sonreír gracias a las dimensiones de mi cinismo.
En virtud de que es de lo más improbable que permanezcan aquí la hora y poquito que duran los discos puestos a su consideración, haremos esto breve: los extended play (EP's) tienen tanta historia como los discos de vinil y son y serán una aproximación bien interesante a muchos músicos.
Y está cotorro el asunto, porque hay quien entiende por EP una colección de cuatro canciones, y otros dicen que dura entre diez y treinta minutos. Entre que peras o manzanas, los que me encontré y la cabeza me permitió reconocer en estos últimos quince minutos.
Prometo que la selección es bastante amable: a nadie le van a sangrar los oídos.

jueves, 30 de octubre de 2008

Ventilando la emepetresteca

He decidido que el Vira Loucos: Cyro Baptista plays the music of [Heitor] Villa Lobos es uno de los mejores discos que he oído en muchísimo tiempo. Y por esa sola razón considero indispensable que más y más gente lo escuche y lo disfrute; y me cae que se disfruta muchísimo.
Les prometo que no estoy cometiendo un acto de terrorismo musical, que es un gran disco, que se puede bailar si les salta el espíritu fiestero encima, que podrían ponerlo en una cena familiar (una alegre, por supuesto) y quizá en una fiesta, que Cyro indudablemente está loco y sabe hacer buen uso de esa locura.
Como pueden darse cuenta, ésta es otra manera de darle salida a las 560, lo cual no significa que las encuestas con votos multitudinarios dejan de existir: nomás denme un tiempecito y de verdad que empezamos otra vez con eso.
Dicho todo lo anterior, aquí está el botoncito que todos estaban buscando. Disfruten un chorro.
Peticiones (en la inteligencia de que las 560 abarcan determinado tipo de música loca) al correo que todos saben donde está.

jueves, 6 de marzo de 2008

DRM-free (woohoo!!)

La primera vez que tuve noticia del DRM (o lo que es lo mismo, Digital Rights Management, que se traduce como 'Gestión de Derechos Digitales') fue mientras hacía la traducción de un artículo de estética y arte digital, del cual he de admitir que no entiendo mucho, pero qué bonita me quedó y qué orgullo que un journal TAN pesado (si no me creen, nomás echen ojo a su Consejo Editorial) la admitió para su publicación. Y ahora que me acuerdo, me costó muchas horas de trabajo y a algún hijoeputa se le hizo facilísimo copiar y pegar, sin preguntar siquiera (por cierto, si de verdad fuera yo tan hijoeputa como me vendo, ya hubiera reportado el chiste con los Kroker... quizá lo haga en la semana).
Nomás para captar la atención de los metiches que hagan puerto en este blog, de muy menor relevancia para la abrumadora mayoría del universo (como bien me demuestran mis estadísticas de uso), tendré la esencial cortesía de explicar, hasta donde puedo, qué corchos es el DRM.
Antes, para proteger una obra artística había que registrarla y reservar los derechos patrimoniales y morales del autor (si tienen un abogado cerca, que les explique con detalle [si quieren], porque ahí sí me pierdo refácil). Sin embargo, ante la apertura de la accesibilidad a los medios de comunicación e intercambio de información, ante la aparición de nuevos formatos que no podían ser contemplados cuando se formularon las leyes de derechos de autor, las empresas discográficas y editoriales, en su abrumadora mayoría, tuvieron que inventar nuevos medios para restringir el uso indebido de los materiales que nos venden y a partir de los cuales se hacen asquerosamente millonarias. Uno de esos medios fue el DRM, que entre implicaciones legales y sistemas tecnológicos, restringen la transferencia, copia, reproducción, modificación, edición y cualquier otro procedimiento que se considere un cambio o intercambio de la obra.
La cosa no es nueva y ya hace mucho se presentaron borradores ante los cuerpos legislativos de chorros de países (impulsados, también en su abrumadora mayoría, por esas empresas que se hacen asquerosamente ricas con el producto de sus ventas, las más de las veces con un excedente de valor de varios miles porcentuales: ¿alguna vez se han preguntado cuánto cuesta hacer un disco o un libro, considerando todos los procesos, materiales e incluso intermediarios?) para implementar este asunto del DRM en todo lo que se pueda implementar, entiéndase objetos digitales de la suya preferencia.
Votos a favor y en contra, acaloradas discusiones con argumentos de valor por ambas partes, llantos, berrinches, manazos y lloriqueos de todas las partes (el público consumidor en los primeros lugares), las respuestas no se han hecho esperar, en algunos casos porque la supervivencia de determinados mercados y productores depende de la libre transferencia de información (editoriales independientes, por supuesto). Esas respuestas implican nuevos modelos de trabajo y ejercicios significativos de independencia, además de aprenderle algo a las nuevas tecnologías y producir de manera semi-artesanal las obras que se liberan para consumo de nosotros, el público en general.
En otro momento echaba yo loas a la obra y no tanto al esfuerzo que implica publicar una obra bajo este nuevo régimen. He de confesar que nomás conozco a otros dos que hayan hecho lo mismo: Saul Williams (tsss... ni voy a dar un adjetivo, hagan un esfuercito y búsquenlo: todo que disfrutar) y Trent Reznor. Y por fin, después de mi divagación introductoria, llego al quid de este post.
Para el lanzamiento de Year Zero -en todos los sentidos atípico disco de Nine Inch Nails (ojito al Wikipedia, cotejo de fechas, estilos, medios de distribución...)-, Reznor lo puso a disposición de los fans en la página de NIN, con una versión gratuita y otra a cinco dólares. Y ahora, por accidente casi, me entero que Reznor jugó parecido: Ghosts, 36 composiciones (gloriosas) más o menos en la línea de la música ambiental (aunque ni de lejos se parece a Brian Eno y Music for Airports), se presenta en cuatro versiones para quien guste adquirirlo.
Y de verdad, es estúpidamente hermoso, con texturas harto emotivas y chorros de momentos de ésos en que uno quiere estar tirado en la cama. Por supuesto, como todo NIN, no apto si no te gusta algo de ruido, o mucho ruido, o ruido.
¿Se dieron cuenta que lo único que quería decir se concentra en los últimos tres párrafos? Disculpen ustedes, amables lectores, mi verbosa impertinencia...
P.D. Dicho en inglés, spread the word.