jueves, 21 de mayo de 2009

Ensayo sobre la memoria de la ceguera

No he leído a Saramago; creo que no me interesa hacerlo.
Hoy pongo a dormir, esencialmente de manera definitiva, a quienes me acompañaran por c. cinco años, quizá más. No recuerdo cuándo fui por ellos, pero sí sentarme a leer en el Starbucks de Centro Coyoacán, la cafetería más cercana a la óptica y que por tanto no implicaba el riesgo de cruzar una calle: si no alcanzo a ver el monitor a cuarenta centímetros, un objeto en movimiento tiene valores exponenciales de peligro.
Conocí a quien le angustiara terriblemente colgar un cuadro en su casa por las implicaciones de relación que había detrás del acto de hacerle un hoyo a la pared. "En el momento en que deje marcas en estas paredes, va a haber prueba de que yo existí aquí y que de una u otra manera tuve una relación afectiva con este departamento, y de una u otra manera voy a tener una responsabilidad que no se va a ir si me voy yo." Un delirio paranoico-fenomenológico a lo Merleau-Ponty, pero con un viso de verdad: también somos los objetos.
Difícilmente me conozco sin lentes, tanto más sin éstos.

4 comentarios:

Palomilla Apocatastásica dijo...

Estimado J. Iriarte, me he encontrado un texto suyo en un lugar insospechado. Pero me ha alegrado tanto que reí a carcajadas hasta que me dolió el estómago.
En fin, me iré a dormir con una sonrisa de oreja a oreja.

P.D. El ensayo a la ceguera es terrible, y de vez en cuando es bueno migrar de gafas.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Si se ha encontrado un texto mío y es alguno de los dos que estoy pensando, voy sumiendo la cabeza en la tierra como avestruz. Si es alguno de los que verdaderamente hacen reír, entonces mi pudor editorial no tiene mella.
La cosa es que soy harto aprehensivo y mis lentes son mis ojos casi en toda la extensión de la frase; y sigo sin acostumbrarme a los nuevos.

Adriana del Moral dijo...

Cuando leí el Ensayo sobre la ceguera me encantó. Muchos años después, discutiendo con mis compañeros de periodismo, alegué que el libro trata sobre la fragilidad de la civilización y me preguntaron qué libro había leído. Deberías darle una oportunidad, aunque Todos los nombres me decepcionó bárbaramente.

Y réquiem por los lentes. Sí se extrañan.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Según yo, cada vez es más evidente que un Nobel no es garantía de que sea un buen escritor; antes de Camus es posible que se cumpla esa regla. Después de que termine de repasar mi biblioteca y me cumpla mi pliego petitorio de la derecha, lo consideraré entre las opciones para comenzar.