martes, 2 de marzo de 2010

Un chismógrafo

I.
El universo se ordenó y tuve la oportunidad de escribir un cuento para Eme Equis, siguiendo la prerrogativa de Ficciones 2010, una colección que la revista ha abordado en el inevitable marco de tan histórico año (cualquier cosa que eso signifique).
Y sin embargo, mi cabeza no me permitió ajustarme a la línea temática. De un lado, los grandes eventos y las historias donde se reconocen tiempos y espacios definidos no son materia que yo sepa tratar (la épica de las cosas pequeñas); del otro, la idea que se fijó en mi cabeza quizá resolvería esa prerrogativa, pero de manera absurdamente sutil, por no decir vaga y ambigua.
Ergo: el cuento que Antimio Cruz recibió no se publicará bajo la pleca de Ficciones 2010, aunque quizá bajo alguna otra (no lo sabemos). Y yo intentaré escribir, esta vez con harta más precisión, otro cuento con ese apellido.
Gracias Antimio

II.
Se convoca a fiesta; y se ejecuta fiesta. Quórum de once, contando mi persona; veinte años, al menos, son imposibles de abarcar en seis horas. Y el gallardo anfitrión, procurando mantener generosamente surtida la fuente de botanas, estuvo a punto de arrancarse el pulgar izquierdo con su mejor cuchillo (pelo de gato en la herida; inevitable).
Al menos hubo pepinos y jícama y zanahorias y frituras durante un largo rato; y trece trepidantes minutos en que recorrí la casa y el cuarto buscando los curitas que –bendita la cosa– estaban sepultados en una maleta donde guardo la botella de Resistol, un álbum de fotos y diversas otras chucherías.
Nota al pie: más simple fue ponerme quieto y apretar el dedo hasta que dejó de sangrar. Probablemente no le agradecí lo suficiente, ni dije cuánto me apenaba que se ensangrentara las manos.

III.
Después de desenterrar la música gracias a mi juguete nuevo (un resplandeciente disco de 1.5 Tb que debiera ser suficiente para almacenar mi vida digital por los próximos diez años), brincoteo en mi silla con las canciones que de a poco se enlistan. Un enorme favorito:


2 comentarios:

Palomilla Apocatastásica dijo...

Esos pequeños fragmentos de vida son los que nos van construyendo poco a poco el rompecabezas que guardamos acerca de los demás.

No podermos ver el resultado completo, pero las piezas nos dan un esbozo más o menos exacto del significado que cada persona tiene en nuestra vida.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

O el que podría tener, en tanto a veinte años de distancia lo más probable es que ya no signifiquen. Pero queda la amable posibilidad de hablar en tiempo futuro.