miércoles, 30 de septiembre de 2009

Un mapa del piano

Las noches de martes se están confirmando las más amargas de la semana. Me recomiendan, por salud, construir un proyecto que debiera hacerme ver otra cara; no les sorprenda si me cuesta volver y decir.
Habiendo arrojado tantas cosas por la borda, toca turno a recuperar las que lo permitan.



martes, 29 de septiembre de 2009

El signo de tus días

Llegas a la casa, las manos pesadas, el cuerpo cansado, los ojos arrasados de cansancio. Abres la puerta, los gatos salen en estampida; los dejas, vas al cuarto a quitarte los zapatos, te desplomas sobre la cama, la luna en el cielo claro. Termina la temporada de lluvias, pierdes lentamente la calma.
Te sientas en la cama, renuncias a terminar la sopa. La luz apagada, casi medianoche, sin televisión, sin libros, sin ganas ni fuerza para rumiar más ira, sin ganas de dormir realmente. La luna a la izquierda, media cama ocupada por la luna. Piensas las palabras que dirías, tratas de borrar las palabras, sigues mascullando en el fondo esas palabras.
A la izquierda, la luna ocupa la mitad de tu cama vacía.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Tempus finis

El 21 de diciembre de 2012 termina la cuenta larga del calendario maya. Leído textualmente, el tiempo se termina; sobreinterpretado (a la manera de los exégetas paranoicos de las Revelaciones de Juan), el mundo se va a acabar, o la humanidad va a tener una epifanía, o sucederá por fin el sueño de Vasconcelos. O ninguna de las anteriores.
En otras palabras, y si no sucede nada en perjurio de mi persona (como que me vuelvan a reventar en mi propia casa o me explote un ventrículo o un coágulo se me estacione en el cerebro, todas las cuales son muy probables dado mi muy sano humor), habré cumplido treinta años cuando me siente con un vaso de whiskey y cacahuates a ver el fin del mundo, que no será otro que el de los paranoicos y los suicidas apocalípticos haciendo eso que mejor saben hacer.
Al margen de que sería extraordinario confrontar a Agustín con los mayas, lo sano es pensar en tiempo presente. Y Beth Orton lo dijo rebonito: today is whatever I want it to be.


miércoles, 23 de septiembre de 2009

Helix pomatia

"Nunca pierdas tu capacidad para sorprenderte", me dijo mi padre entre exclamaciones y risotadas, con la piel erizada y una amplia sonrisa; era el cuarto día que mirábamos el atardecer, parados en la misma piedra que los tres anteriores. Las nubes doradas parecían tan bajas que era natural sentir la tentación de estirar las manos.
Anoche, después de remover con suma violencia mi odio y otros recuerdos que me enervan, y que casi desprecio por quienes están implicados y las consecuencias que derivaron, tuve que sosegarme antes de llegar a casa. Temblando, después de escuchar a la única persona que consideré capaz de ofrecerme un instante de calma, tuve que detenerme en el primer lugar que pude sentarme y respirar.
En un altar improvisado entre dos ramas, un San Judas me daba la espalda; por ofrenda un plátano mordisqueado. Y un caracol.


Reconocer la belleza cuando no se puede mirar nada más –salvo uno mismo y cuando no se es bello– es terriblemente difícil.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Una distracción

Supongamos que hago un ejercicio descomunal y se me olvida que hoy estoy odiando al género humano enterito (o quizá sólo 98 centésimas partes); supongamos que al fondo de este saco de bilis y rabia y tripas hay una pulsión creativa capaz de omitir o -en el mejor de los casos- hacer uso de mis odios; supongamos que todos somos capaces de decir, bajo la insinuación velada o la declaración abierta, eso que revolotea en la cabeza; supongamos que alguien más, que leyó desesperadamente Momo, una y otra vez, les presta esa atención y escucha sobrias.
Supongamos que, después de mucho tiempo, por fin tengo un personaje a quien escribir, pero no lo conozco; sin embargo, las lectoras de este blog sí. Si los (dos) lectores gustan participar, hagan las variaciones que les resulten pertinentes.
Imaginemos un idilio: sueñan con el hombre de sus sueños; por tanto, sueñan que sueñan. Sueñan en un lugar atestado de gente, ruidoso, donde todos y todo lo demás tiene un rostro sin importancia. Sueñan en un espacio amplio, no abierto; entonces resulta que ahí en algún lugar está ése, el que han soñado ni siquiera saben ya cuántas veces.
De alguna manera tendrán que reconocerlo, así que ése requiere una entidad: un aspecto físico, un gusto musical, una profesión y hábitos y entretenimientos, odios, vestimenta, defectos que construyen personas, cualidades, manías. ¿Qué tiene ése que no han tenido los otros, que debieron tener o ser o entender?
Saturen [ajá...] los comentarios de sustantivos y adjetivos; tres mil puntos a la descripción que rellene la cara de ése que estoy escribiendo yo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Mudando hábitos

Uno abre los ojos por la mañana; el gato, por regla general, puede estar acurrucado a una distancia conveniente de la cara para estirar la pata y rozar la nariz pidiendo comida, o sencillamente echado sobre el pecho, ronroneando y mullendo, también pidiendo comida. Lo usual es levantarse mascullando, decirles a los niños "cómo joden" de tanto maullido hambriento (a pesar de que quedan suficientes croquetas en los platos como para el día de hoy), servir una taza de harina de pescado y otros residuos orgánicos comprimidos en figuritas de colores.
Lo usual, a últimas fechas, es esperar a que se encienda la bomba y fluya agua suficiente para tomar un baño y hacer otros menesteres de la casa, gruñir por el estado de los servicios, contar los días que faltan para que termine mi contrato, despreciar a mis vecinos, y a casi todo el género humano. A últimas fechas, cada dos días, yazgo en horizontal: cinco series de lagartijas (falta masa para cobrar fuerza); bebo en ayunas jugo de limón, uno más cada día, seguido de dos rebanadas de pan; leo una antología de Kipling y me digo que dos páginas suyas valen más que la espantosa novela de Ricardo Piglia que no quemé el mes pasado sólo por disciplina (y porque no es mío el ejemplar), que quisiera dolorosamente dominar ese estilo tan pulcro y preciso que no puedo asociar con El libro de la selva de Disney.
Es cotidiano que llegue a la oficina entre una y dos horas tarde, y que me vaya al menos tres después de mi "hora de salida." Es de lo más normal que consuma mi tiempo en actividades que nada tienen que ver con científicos locos ni gastronomía ni bodas y los textos de todos ellos, ya porque no tengo ni tantitas ganas de hacer algo "productivo", ya porque me han hartado y les iría peor si los leo de muy malas.
Es perfectamente normal que piense las palabras de estos posts, a veces con días de antelación; es terriblemente normal que no pueda escribir lo que pensé, lo que quise decir.
"Un cambio de hábitos a veces es bueno. [...] Mando una sonrisa grande que dure todo el día."
Es inusual que una sonrisa persista, que yo esté de humor razonable, que no tenga el ceño fruncido, que tenga disposición después de un largo momento que secuestró todas mis funciones.

jueves, 17 de septiembre de 2009

lunes, 14 de septiembre de 2009

Final abierto

I.
Cuando era niño, mis padres no me inculcaron realmente el hábito de la lectura; mi padre, por su parte, optó por no permitirme perder el sentido de la sorpresa. Quiero creer que de alguna manera sabía que eso sería más valioso, pues me llevaría naturalmente a desarrollar la apreciación de las cosas, a admirarme ante ellas (la literatura también); lo dijo Reyes en "Aristarco": la crítica más disciplinada requiere, por principio de cuentas, la capacidad de sorprenderse y disfrutar o sufrir las obras, que ya después vendrá el rigor y la disección taxonómica.

II.
Recuerdo que los libros de texto de la primaria (no tocaré el tema de los penosos planes de estudio propuestos a últimas fechas) estaban sembrados de cuentos; supongo que los autores supusieron en su momento que los niños no serían capaces de leer una obra más extensa. Leí a Rulfo, a Quiroga, a Arreola, quizá a Kipling. Recuerdo que en su mayoría eran cuentos de estructura clásica, de final cerrado.
En toda ley, la primera obra que leí fue Las batallas en el desierto, y después Aura. Muy poco tiempo después, a los quince años, empecé a escribir: la sombra de Felipe Montero, el narrador que me hablaba, el cuerpo de Aura, el cuerpo que cambia y que es el mismo, fueron directrices para ese primer cuento, para todos los que han venido después. La ambigüedad y el discurso polisémico. Nunca decir puntualmente; insinuar, marcar posibilidades. El sentido que subyace y excede.
Una cosa es el planteamiento; muy otra lograrlo.

III.
Un "asunto" que deben imputar siempre a un autor es su mal vicio de asociar su modus scribendi con el fuero personal; y peor todavía, su incapacidad para disociar su modus scribendi de su modus vivendi. En algún punto resulta de lo más normal cuando sus personajes (algunos) actúan como él, pero es del todo insano cuando concibe el mundo de la misma manera en que concibe la ficción.
Perder la conciencia de esos límites es tentar a la solidez de la cordura. Y sin embargo, parece tan natural que se suele caer rendido ante la ilusión de construir el mundo, de que uno es Allah el artista, y no un mero artesano. Peligro como pocos. Vicio mayor que cualquiera que nombren.

IV.
Es recurrente escucharme en un discurso ambiguo. Es recurrente que no diga lo quiero o debo decir, sino todo lo que se puede encerrar en una frase: al fondo de esa caja lingüística hay un gato de Schrödinger. Es recurrente que no sepa decir cuando debiera ser más sencillo. Y la voz quema, a veces dura, a veces amarga, a veces cruel, a veces insolente, feroz, torpe, dulce, sutil. Y la voz quema.
Si la ofensa sucede, será porque he sido torpe: insulto cuando quiero, deliberadamente y con confianza, jamás inercia.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

He ahí la cuestión

Por fin tomando un curso de Open Journal Systems -parte del Public Knowledge Project-, en virtud de que desde que entré a trabajar a esta revista se tiene el proyecto de utilizar la aplicación para administrar el proceso editorial. La verdad es que echar a andar OJS es proceso largo, rara vez complejo, locamente laborioso, y si no se cuenta con un departamento de cómputo que entienda cómo carajos hacer que funcione el servidor con Apache y que MySQL de verdad conforme la base de datos, no es recomendable jugar al editor del S. XXI.
El proyecto (disfruten del chisme/adelanto) tiene el fin de consolidar algo llamado "ego puma"; v.g. buscar rutas que coloquen a la H. Universidad Nacional Autónoma de México en mejores puestos dentro del ranking mundial. Una de las principales es darle mayor visibilidad y factor de impacto de las publicaciones académicas, su indización en ISI Web of Knowledge y Scopus, y dicho en poquísimas palabras, índices bibliométricos cada vez más altos que reflejen el alto nivel de la investigación que se realiza en casa. OJS, en tanto gestor de contenidos editoriales, pensado específicamente para publicaciones académicas, desarrollado por editores que apuestan por el libre acceso a las investigaciones recientes (muera el celo y la administración capitalista del conocimiento), cumple la función de eficientar y dar seguimiento a los procesos editoriales; eso, toda proporción guardada, ha sido mi función en esta revista desde hace ya dos años.
La tendencia "natural" que siguen las publicaciones (de cualquier corte) es la vía digital, aun cuando es estricto sentido es antinatural; el acceso en línea a cantidades insospechadas de información, de absolutamente todos los temas, permite la democratización que durante siglos ha sido meramente una ilusión. Si Leonardo fue El Gran Leonardo se debe a que tenía acceso a una biblioteca descomunal (en su momento) y pudo integrar y derivar ese conocimiento en aplicaciones que sobrepasaban a la información cruda.
Todo esta divagación se debe a que hoy me pasaron la siguiente nota, publicada en Facebook (ah, qué Web 2.0 soy [ajá...]) por Brena Smith, o eso creo, porque en realidad está almacenada en la cuenta de la biblioteca de CalArts y no encuentro quien la firme. Copio verbatim, así que los errores que le encuentren vienen de la fuente.
To Kindle or not to Kindle
I love books. I love all kinds of books - fiction, nonfiction, old books, new books (and sometimes even trashy books)...I love the printed page. I can't edit my writing on a computer, I have to print it out to make my edits. Despite all of the wonderful digital content available through various databases that I access regularly, I print it all out when I settle in to read. I often read when I eat. I normally read for at least a little bit before I fall asleep. If I were to add up all of the hours and days of my life that have disappeared into books, it would be...umm, a lot of time.

To my dismay, over the past several years there have been many commentators who state that the printed book is suffering a serious illness. The book is not not necessarily on its death bed, but sick. Very, very sick.

Unless you've been hiding under a rock, then you know the world of print publishing is changing. The print world is in decline, there's no way around it, there's no argument. Print publishing as everyone 30 and older has known it is going away. (Mr. Guttenberg is rolling over in his grave right now).

I follow the issues related to publishing very closely. It's part of my job as a librarian. Issues around publishing are very important to my profession because it directly impacts our libraries' collections and peoples' access to information. It is also important to my patrons, which include - because I am an academic librarian - college students and teaching faculty. Publishing is extremely important to the job security of many teaching faculty and can, in fact, make or break the careers of faculty members. What will they do if publishers cease to publish?

But I am not here to expound on how the decline of print publishing is affecting careers, access to information, education, or the spread of knowledge. These are other topics for other days. I am here to begin to pose questions about alternative ways to access books. The book is not going away, it just may look a little different than many of us are use to.

Earlier this year I went to hear a panel of professors speak who are active in the world of open access. The quick and dirty definition of open access is material that is published online and is freely available.* These professors I heard are strong advocates for open access publishing in many formats, including books. They are are in general strong advocates of alternative publishing. And on the topic of the book one professor claimed "we have fetishized the book;" we need to begin to think differently about the book.

I gasped. But the book is precious. It's important. Books change lives. It's..it's..it's... I. Love. Books.

And then I heard myself. I realized this man was right. We have fetishized the book. And from that point I began to question my relationship with books.

For a librarian, this could be considered a crisis of faith.

I remember several years ago when I first heard about the Kindle. I was with my sister and we were listening to the news. "Oh the horror!" I remember thinking about the report on the Kindle. I just couldn't imagine reading a book in it's entirety on an electronic object. I didn't think this Kindle thing would catch on. I had faith in my fellow book lovers. I ignored it. I ignored it the way we all ignore things that we know are not going away when we want them to.

I have been proven wrong. (This happens only on rare occasions. But it does happen). The Kindle (or any e-reader that matter) isn't going anywhere.

Publishing is changing. Our notion of the book is changing. We must admit this.

So, in the spirit of open-mindedness and "to try it before I knock it," I am giving the Kindle a shot. Luckily the CalArts Library purchased a Kindle and has been passing it around to the staff, so I don't need to shell out the $299. I will provide my review here and welcome your feedback.

I will say that my trial has gotten off to a rough start. I was given the Kindle last Friday and was excited to have it for the holiday weekend. As soon as I got home I pulled it out and prepared to charge it because the battery was dead. ...And realized - I, umm, forgot the power cord in my office. Sigh.

I'm not sure how I feel about book that require power.

In the coming weeks I will also be looking at different ways that libraries are utilizing e-book readers. I am very curious to hear from the CalArts community (and non-CalArts people as well!) concerning your thoughts about being able to access an e-book reader through the library and just your general thoughts on electronic books.

Happy reading!!

*Peter Suber of Earlham College in Indiana offers a good introduction to open access available here: http://www.earlham.edu/~peters/fos/overview.htm

The Directory of open access journal http://www.doaj.org/ provides a gateway to 4344 peer-reviewed journals. 1648 of them are searchable at the article level. All scientific and scholarly disciplines are represented, as are many languages.
Notita: esta revista donde heroicamente me desempeño está listada en el DOAJ.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Corazonada

Algo profundo en el corazón me dice una vez cada cuanto: "busca a [...]: es importante." Hoy busqué a la Fura, hoy me enteré que viene Boris; probablemente hubiera quemado cosas de haber perdido la ocasión, y me refiero a muebles de la oficina y el departamento de algún indeseable, habitantes adentro.
Sin saberlo, mi primer acercamiento fue en 1992; después vino Fausto y decidí que algún día tenía que trabajar con la Fura, o por lo menos asistir a todas los espectáculos posibles (he de irme a Barcelona).
Con mi escudera en avanzada, el lunes tendré boletos en la mano.


Para qué negarlo

Encontré esto en Pulsoma, uno de esos depósitos de glorias, hace tres días. Sigo temblando.