viernes, 30 de abril de 2010

Manual pedagógico para un corrector

(No me queda muy en claro por qué no publiqué esto acá… Pero siempre hay tiempo para enmendar [ciertos] errores.)

Es sabido que los correctores de estilo son personas taimadas y carentes de escrúpulos que reiteradamente ponen en evidencia las incapacidades lingüísticas de los autores, pecado grave como otro ninguno. Sin embargo, cabe preguntarse –en atención a tan recurrente y aparentemente inevitable condición suya– los motivos por los que se vuelcan a estos malos vicios, a prácticas tan indecorosas que cualquier individuo de formación y buena cuna encontraría vergonzosas.
La respuesta –evidente, incontrovertible, casi una perogrullada– no radica en ellos mismos, sino en su entorno: comprobando la filosofía de Rousseau, es la editorial la que pervierte la natural bondad de sus empeños.
¿Cómo remediar el mal que causan estos nefandos personajes del universo editorial? Por medio de la educación: una casi sentimental, consistente en hacer responsable al corrector de sus propios actos a fin de que los autores no tengan que sufrir su pedantería.
Este escrito, que atenta y rabiosamente lees, corrector, es más para nuestro beneficio que el tuyo, así que atiende:
• Analiza la editorial a la que pretendes adherirte: ¿es una editorial? ¿O es la división tácita de ventas al servicio del resto del corporativo, o capricho de un Dr. en gastronomía para concertar intercambios con restaurantes de otra alcurnia?
• Analiza al personal de la editorial: ¿son profesionales de la edición con experiencia en el ramo, o licenciados haciendo un servicio social de largo aliento, o especialistas en la materia de trabajo de la publicación en cuestión, pero con profundas lagunas de lenguaje y capacidad de análisis?
• ¿Existe un proceso para seleccionar al personal? ¿Las plazas se postulan a concurso?
• ¿La editorial a la que te adscribes cuenta con una estructura de trabajo y respeta sus procesos de edición? ¿Cuenta con un calendario de trabajo? ¿Atiende puntualmente, o al menos en la medida de lo posible, las fechas estipuladas?
• ¿Es pertinente que la editorial cuente con un manual de estilo? Cabría preguntar si debiera tener un kit de prensa y ventas, pero no es tu responsabilidad supervisar los ingresos derivados de la venta de espacios publicitarios.
• ¿Tiene la editorial un modelo de negocios que le permita solventar su existencia? ¿Es sustentable económicamente? ¿O padece de la ubicua enfermedad de subsistir al día?
• ¿Entienden las cabezas de la editorial que hay otras oportunidades y necesidades de publicación distintas al papel? ¿Conocen y entienden la dinámica de los medios electrónicos? ¿Han planeado la migración o coexistencia de las publicaciones digitales con las físicas? ¿No?
• ¿Están al día con las nuevas herramientas de publicación y gestión editorial?
• ¿Conoce la editorial para quién publica, quién es su lector modelo (por no decir el real)?
• ¿El personal que labora en la publicación es suficiente y cubre las necesidades de ésta?
• ¿El personal conoce el tren de trabajo y comunicación al que deben atenerse? ¿Queda claro a quién debes reportar tus actividades, quién evalúa tus correcciones, quién está autorizado para emitir indicaciones y recomendaciones?
• ¿Están delimitadas las actividades y alcances de cada actor del proceso editorial?
• ¿Llegaste o te buscaron?
• ¿Recibes queja de tu trabajo, o sólo de tu taimada y ofensiva personalidad y carácter hosco, propios de una ardilla de biblioteca con tendencias obsesivas a la lectura y la irrestricta observación a las reglas ortográficas y gramaticales y el sentido común?

Por una cultura editorial que procure su salud y la de los miembros a quienes bajo su guarda cobija.

jueves, 22 de abril de 2010

Lichtenberg

[Honestamente robado de Inmaculada Decepción; con la correspondiente y consabida tarea de corrección que un obseso no puede dejar de lado.
Algunas me las debería tatuar a todo lo largo de la espalda y las piernas: frases de batalla.]
  • Dentro de las tendencias al cambio que tienen las mujeres, la más fuerte es la del cambio de nombre (algunas incluso se llaman Eduardo).
  • Se parecía a Alejandro por la cabeza ladeada, a Cervantes por la bragueta siempre abierta y a Montaigne por no saber sumar, ni con números ni con centavos.
  • Hoy le permití al sol levantarse antes que yo.
  • Él me desprecia porque no me conoce. Yo desprecio sus acusaciones porque me conozco.
  • Varias veces he sido censurado por faltas que mi censor no tuvo el ingenio ni la valentía de cometer.
  • Para él el mundo era una muchacha, 150 libros y una perspectiva de una milla alemana de diámetro.
  • Si al cielo le pareciera útil y necesario volverme a editar en la vida, me gustaría comunicarle algunas vanas observaciones que se refieren, sobre todo, al dibujo del retrato y al plan general.
  • Me dan dolor muchas cosas que a otros sólo les dan lástima.
  • Tengo el corazón por lo menos un pie más cerca de la cabeza que el resto de los hombres. De ahí mi enorme equidad. Las decisiones pueden ser ratificadas cuando todavía están calientes.
  • A lo largo de mi vida me han otorgado tantos honores inmerecidos que bien podría permitirme alguna crítica inmerecida.
  • He vuelto a comer todo lo que me está prohibido y, gracias a Dios, me encuentro tan mal como antes (no peor).
  • La pérdida de la memoria me hizo cobrar conciencia de mi avanzada edad. Más tarde atribuí esto a la falta de práctica, luego otra vez a las consecuencias de la edad. A lo largo de toda mi vida he sentido estas oleadas de temor y esperanza.
  • El 10 de octubre de 1793 le envié a mi querida mujer una flor artificial del jardín, hecha con hojas de distintos colores que el otoño tiró al suelo. Representa mi estado actual. Pero no se lo dije.
  • Solía hablar con gran libertad en sitios donde ponían caras piadosas y en cambio predicaba la virtud donde nadie más la predicaba.
  • Promulgó una Constitución para sí mismo. Elegía auténticos ministros (la Moderación, incluso en una ocasión la Avaricia), que invariablemente eran despedidos.
  • Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.
  • He notado claramente que tengo una opinión acostado y otra parado.
  • Tenía entonces 54 años, una edad en que –aún en los poetas– el entendimiento y la pasión empiezan a conferenciar sobre artículos de paz, y por lo general la alcanzan no mucho después.
  • Daría parte de mi vida con tal de saber cuál era la temperatura promedio en el paraíso.
  • Ya que se escribe en público de pecados secretos, me he propuesto escribir en secreto de pecados públicos.
  • La cosa cuyos ojos y orejas no vemos y cuya nariz y cabeza apenas vemos; en pocas palabras, nuestro cuerpo.
  • En la Tierra no hay superficie más interesante que el rostro humano.
  • Cuando el espíritu se eleva, el cuerpo se arrodilla.
  • Los guisos tienen, presumiblemente, gran influencia en el estado actual de la condición humana. El vino externa su influencia de un modo más evidente, los guisos lo hacen con mayor lentitud, pero quizá también con mayor intención. Quién sabe si no le debemos la bomba neumática a una sopa bien cocida o la guerra a una mal cocida. Esto merecería una investigación más acuciosa. Acaso el cielo cumple así grandes finalidades, mantiene leales a los súbditos, cambia los gobiernos y crea Estados libres; acaso son los guisos los responsables de lo que llamamos "la influencia del clima".
  • Eso que ustedes llaman corazón está bastante más abajo del cuarto botón del chaleco.
  • La hermenéutica de la hipocondría.
  • Un rostro no se deja analizar en un instante: necesita una consecuencia.
  • Nuestro mundo llegará a ser tan refinado que creer en Dios resultará tan ridículo como hoy en día creer en fantasmas.
  • Concibo una época en la que nuestras concepciones religiosas parecerán tan extrañas como ahora el espíritu de caballería.
  • Por más que se predique, las iglesias siguen necesitando pararrayos.
  • ¿Creéis acaso que el buen Dios es católico?
  • Con los huevos de Pascua sucede lo mismo que con el santo Cristo: en cuanto uno averigua de dónde vienen, deja de recibirlos.
  • Hay una especie de ventriloquía trascendental con la cual los hombres pueden aparentar que algo dicho en la Tierra viene del cielo.
  • "Es una lástima que beber agua no sea pecado –clama un italiano–: ¡qué bien sabría!"
  • La invención más fácil para el hombre: el paraíso.
  • Dios realmente debe querernos mucho, pues siempre aparece cuando hace mal tiempo.
  • Todos los maestros de la fe defienden sus teorías, no porque estén convencidos de su verdad, sino porque alguna vez lo estuvieron.
  • ¿Cómo habrá sido la conversión de las putas en la antigüedad? ¿Ya habría beatas?
  • Cartas sobre la más reciente literatura: y le doy mil gracias a Dios de que me haya permitido volverme ateo.
  • En el mundo, los santos han logrado más en escultura que vivos.
  • Cuando un libro choca con una cabeza y suena a hueco, ¿se debe sólo al libro?
  • La metáfora es mucho más inteligente que su autor, y esto sucede con muchas cosas. Todo tiene su profundidad. Quien tiene ojos ve todo en todo.
  • Se diría que nuestros idiomas han enloquecido. Cuando queremos una idea, nos ofrecen una palabra; cuando exigimos una palabra, nos brindan una raya, y donde esperamos una raya, hay una obscenidad.
  • Esto debe servirme de advertencia. Como aquel gran escritor francés, de ahora en adelante no daré nada a la imprenta sin que antes lo lea mi cocinera [o Timoteo].
  • En cierta obra de un hombre célebre preferiría leer lo que tachó que lo que dejó.
  • Al prólogo se le podría llamar 'pararrayos'.
  • Ahí se aplica a la perfección lo que Butler dice de un mal crítico: si no encuentra un error, lo comete.
  • Me han informado que cada vez que escribe una reseña de libros tiene las más poderosas erecciones.
  • Los periodistas han construido una capillita de madera que llaman el 'Templo de la Fama' donde todo el día clavan y desclavan retratos, con tal escándalo que nadie escucha sus propias palabras.
  • Al escribir mantén la confianza en ti mismo, un orgullo noble y la certeza de que los demás no son mejores que tú, ellos evitan tus errores y en cambio cometen otros que tú has evitado.
  • Lo shakespeareano que había que hacer en el mundo, fue, en gran parte, realizado por Shakespeare.
  • Está bien que los jóvenes enfermen de poesía en ciertos años, pero por el amor de Dios, hay que impedir que la contagien.
  • Siempre es preferible darle el tiro de gracia a un escritor que perdonarle la vida en una reseña.
  • Es fascinante escuchar a una mujer extranjera que comete faltas en nuestro idioma con sus hermosos labios. A un hombre no.
  • Si pensáramos más por nuestra cuenta, tendríamos muchos más libros malos y muchos más libros buenos.
  • Quien tenga dos pantalones, que venda uno y compre este libro.
  • Si alguien escribe mal, que más da: hay que dejarlo escribir. Transformarse en buey aún no es suicidarse.
  • Aquello tuvo el efecto que por lo general tienen los buenos libros. Hizo más tontos a los tontos, más listos a los listos y los miles restantes quedaron ilesos.
  • Hay una clase de hueca habladuría que, a través de expresiones novedosas y metáforas insólitas, da la impresión de ser sustanciosas. Klopstock y Lavater son maestros del género. Como broma, es pasable; en serio, imperdonable.
  • El único defecto de los escritores realmente buenos es que casi siempre ocasionan que haya muchos malos o regulares.
  • Uno se resiste a hacer un cucurucho para la pimienta con una hoja en blanco. Si está impresa, uno la usa con agrado.
  • Un libro es como un espejo. Si un mono se asoma a él no puede ver reflejado a un apóstol. Carecemos de palabras para hablar con los tontos de sabiduría. Ya es sabio quien entiende a un sabio.
  • En nuestros tiempos los insectos coleccionan insectos y las mariposas hablan de mariposas.
  • Es verdad que era algo burdo, pero en su sociedad venía siendo como una cebra entre asnos.
  • Si bien los peces son mudos, sus vendedoras hablan por todo lo que ellos callan.
  • El asno me parece un caballo traducido al holandés.
  • Nada más seguro para la mosca que colocarse en el matamoscas.
  • El simio más perfecto no puede dibujar un simio. Sólo el hombre puede hacerlo. Pero también sólo él lo considera una ventaja.
  • Que el hombre es el ser supremo también se deduce de que ningún otro ha tratado de refutarlo.
  • No es que los oráculos hayan dejado de hablar: los hombres han dejado de escucharlos.
  • Conozco el gesto de la atención fingida. Es el grado más bajo de la distracción.
  • A lo más a lo que puede llegar un mediocre es a descubrir los errores de quienes lo superan.
  • Hay ineptos entusiastas. Gente muy peligrosa.
  • Estoy convencido de que cada ciudadano de H conoce a Z mejor de lo que se conoce a sí mismo.
  • En el mundo uno encuentra con mayor frecuencia el consejo que el consuelo.
  • Comerciaba con tinieblas en pequeña escala.
  • Escribió ocho libros. Hubiera hecho mejor plantando ocho árboles o teniendo ocho hijos.
  • Era un pensador tan minucioso que siempre veía un grano de arena antes que una casa.
  • No es broma sino la pura verdad que antes de la Revolución los perros de cacería del rey de Francia tenían mejor salario que los miembros de la Academie des Inscriptions. Cf: la Nueva Biblioteca de Bellas Artes, tomo 44, capítulo 2, p. 234. Los perros: 40,000; los académicos: 30,000. Los perros eran 300, los académicos, 30.
  • Los franceses prometieron hermandad a las naciones adoptadas. Finalmente sólo tomaron en cuenta a las hermanas.
  • Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto.
  • El matrimonio, al contrario de la fiebre, comienza con calor y termina con frío.
  • Ciertos hombres de mal corazón creen reconciliarse con el cielo cuando dan una limosna.
  • Intentar modificar el carácter de un hombre es como tratar de enseñar a una oveja a tirar de un carro.
  • A la gloria de los más famosos se adscribe siempre algo de la miopía de los admiradores.
  • Resulta imposible atravesar una muchedumbre con la llama de la verdad sin quemarle a alguien la barba.
  • La enfermedad es la mayor imperfección del hombre.
  • El amor es ciego, pero el matrimonio le restaura la vista.
  • Una regla de oro: no hay que juzgar a los hombres por sus opiniones sino por aquello en lo que sus opiniones los convierten.
  • El hombre es una obra maestra de la creación, tan sólo porque a pesar de todo su determinismo cree que actúa como ser libre.
  • Lo que hace que la amistad auténtica y el vínculo conyugal sean tan fascinantes es la ampliación del yo.
  • Como todas las cosas corrosivas, el chiste y el humor deben emplearse con cuidado.
  • En mi opinión, la pregunta '¿debe filosofar uno mismo?' ha de responderse con una semejante: '¿debe rasurarse uno mismo?'
  • ¡Cómo desaparecerán algún día nuestros nombres, detrás de los inventores del vuelo y cosas por el estilo!
  • Se podría prescribir una dieta para la salud del entendimiento.
  • El género humano sólo celebra lo bueno; el individuo con frecuencia lo malo.
  • El hombre tiene un instinto irrevocable para creer que no lo ven cuando él no ve. Como los niños que se tapan los ojos para no ser vistos.
  • El hombre ama la compañía, así sea la de una vela encendida.
  • Jamás hay que creerle a quien asegure algo con una mano en el corazón.
  • Es cierto que no puedo hacerme mis zapatos, pero, señores, no permito que me escriban mi filosofía.
  • En cada facultad universitaria debería haber al menos un hombre muy capaz. Si las bisagras son de buen metal, lo demás puede ser de madera.
  • Nada me molesta más en mi conducta que tener que ver el mundo como un hombre común, pues sé que lo ve de manera equivocada.
  • Una vieja regla: un descarado puede parecer discreto cuando quiera, pero nadie que sea discreto puede parecer descarado.
  • Nada se juzga con tanta ligereza como el carácter y en nada hay que ser más cuidadoso. Siempre he notado que las malas personas mejoran al conocerlas mejor y las buenas empeoran.
  • Cualquiera aceptaría que las historias obscenas propias tienen un efecto mucho menos peligroso que las que se les ocurren a los otros.
  • Pitágoras pudo, merced a un solo descubrimiento, sacrificar medio centenar de bueyes. Por todos sus descubrimientos, Kepler se hubiera dado por satisfecho con dos bueyes.
  • Siempre he visto que la ambición voraz y la desconfianza van juntas.
  • Cierta clase de personas traban fácilmente amistad con cualquiera, y luego se aprestan a odiarlo o a quererlo otra vez. Si se piensa en el género humano como un todo, donde a cada parte le corresponde un sitio, estos hombres se convierten en piezas faltantes que se puede colocar donde sea. Entre esta clase de personas rara vez hay grandes genios, aunque es a quienes con mayor facilidad se les toma como tales.
  • Ante una obra menor siempre pienso: es sólo un librito de patrullaje que busca el sitio donde pueda anclar uno mayor.
  • Nuestra vida es comparable a un día de invierno. Nacemos entre las 12 y la 1, no amanece sino hasta las 8, oscurece antes de las 4 y morimos a las 12.
  • Unas cuantas docenas de millones de minutos hacen una vida de 45 años y algo más.
  • ¿Qué será del género humano antes de que desaparezca? El mundo bien puede rotar como hasta ahora por otro millón de años, en cuyo caso 5000 años serán como un cuarto de año en la vida de un hombre de 50, apenas 1/12 del tiempo que pasamos en la universidad, ¿Qué hice el último cuarto de año? Comí, viví, hice experimentos eléctricos, escribí almanaques, me reí al ver un gatito, jugué con muchachitas y así transcurrieron 5000 años del pequeño mundo que soy yo.
  • Ahí a su lado, ella se veía como un lagrimero etrusco o una jarrita de porcelana de Meissen junto a un tarro cervecero de zinc.
  • Los relojes de arena no sólo nos recuerdan el rápido transcurrir del tiempo sino también el polvo en el que alguna vez nos convertiremos.
  • Sí: las monjas no sólo tienen un estricto voto de castidad, sino también fuertes rejas en sus ventanas.

Una evidencia

Jijo, ¿así o más glorioso?
[Con relación muy tangencial al Día de la Tierra: la gente que todavía pretenda alguna razón habrá de considerar obligatoriamente las implicaciones simbólicas de la efeméride, tengan aplicación práctica o no.]

miércoles, 21 de abril de 2010

Una(s) noticia(s)

A mis muy estimados lectores (los diez):
Hagamos todos como que ahora sí escribí el cuento que debía, sin desviarme demasiado del tema que me pidieron, o que al menos encuentre reparación; y podré decirles con todo el gusto que me quepa en el cuerpo si volvemos a estar en páginas nacionales.
En otros menesteres, lento pero constante estoy copiando los textos que han de conformar en algún futuro una nueva sección de este blog: poéticas personales y coyunturales de los poetas que me gustan (v.g. Ezra Pound, Francis Ponge, William Carlos Williams, Charles Olson). Muy probablemente existan en algún lugar de la red, pero el ejercicio de meter la cabeza en los expedientes de la carrera y husmear las revistas de los estantes tiene su gratificación.

lunes, 19 de abril de 2010

Iustitia et sapientia

Viernes por la noche. Cena oaxaqueña en el que se ha convertido en mi hábito de viernes por la noche. Después de meses de no ver a las amigas, las llevo conmigo y cenamos todos juntos. Carta comodín que supone riesgo a cada ocasión: el novio sueco de una, al que le caben cantidades infames de alcohol.
Y a'i va uno a acompañarlos en la cena, y en los tragos. Y pasan las horas. ¿Siete? cervezas y ¿cuatro? mezcales después, penosamente traicionado por los segundos (a tan grave nivel que no sé si eché a perder un proyecto).
Son más de las dos de la mañana; tengo que estar en mis cinco o lo más cercano a las ocho de la mañana. Tomo un taxi; por la distancia, esperaría una cuota de quince pesos, cuando mucho, de día. Pero conozco de sobra los abusos que se permiten los taxistas en esta ciudad pasadas las once de la noche.
– ¿Y cuánto va a ser?
– Cuarenta pesos.
– Seguro… Déjame aquí.
– Acá son quince pesos.
Saco una moneda de diez: "y di que te fue bien".
Ufano salta el taxista y me exige que le pague completo. Me rehúso a permitir el abuso. Me amenaza con partirme mi madre [sic] si no hago caso. Me amenaza con parar una patrulla. "Para la patrulla, entonces. Pero no esperes ni por accidente que te pague."
– Mira cabrón: a mí no me gritas.
– Ni estoy gritando, ni permito que TÚ me grites a mí. Para la patrulla.
Y en efecto: cinco minutos después, la patrulla se detiene. Sin esperar explicaciones, dos imbéciles me empujan, gritándome que me van a llevar a la delegación.
– Entiende cabrón: estás borracho.
– ¿Y dónde dice que es un delito caminar borracho por la calle? Podría estar ahogado y ustedes no tienen motivo para llevarme a la delegación. O muéstreme el reglamento o la ley donde dice que es un delito.
– Que te lo muestre el juez cívico –y comienzan de nuevo los empujones y tirones: un oficial me empuja para meterme a la patrulla, el otro me tira de la pretina del pantalón, por la espalda. Sigo sorprendido que entre esos dos no pudieran meterme, a mis 46 kilos de masa corporal, a una patrulla a punta de agresiones. Y entre manazos y tirones, comienzan los gritos.
– No me grites, cabrón, que te va peor.
– Bueno, ya, joder: ¿quieren que le pague a ese cabrón?
– Pero no lo insulte, joven. Tratémonos con respeto.
Mejor me guardo el comentario, antes de reventarlos a los tres. Los policías se reparten el título de policía bueno / policía malo; juego con ellos, no en su juego, así que callo a éste, luego callo a aquél, luego los callo a los dos, luego me permito hablarles de usted a los tres.
– ¿Qué lee, joven?
Obras selectas de Alejo Carpentier –y levanto el mamotreto de ochocientas páginas a altura suficiente para que lea la tapa–: extraordinario libro, se lo recomiendo.
Me mira con cara de consternación, se miran entre ellos con incredulidad. "Disculparán los señores, pero soy literato. Yo sí leo."
– Bueno, pero págale al señor o nos vamos a la delegación.
– Está bien, está bien. A ver, tú, cabrón: ven para acá.
Meto la mano en el bolsillo y rebusco una moneda de cinco pesos. "Toma, lo que me faltaba."
– Pero el taxímetro está corriendo.
– No cuando yo me subí, así que no es mi cuota. Me dijiste que quince pesos aquí: esos cinco más los diez que te di, ya no te debo nada.
Los tres me miran con una incredulidad que casi me hace estallar en carcajadas ahí mismo.
– Con su permiso, señores: me voy a mi casa.
El resto del camino, apenas quince minutos a pie, no puedo contener las carcajadas. Creo que mis vecinos me escucharon subir las escaleras. El respeto, eso lo sabemos hace mucho, se gana.

martes, 13 de abril de 2010

Días de rabia

Un buen día te hartas del trabajo. O hace mucho que estás harto del trabajo. O la gente a tu alrededor está harta de que estés harto del trabajo. Y te notifican que no te van a recontratar. Y que tienes dos meses para encontrar otro trabajo.
Calma el hastío: después habrá tiempo para las búsquedas.






Y me importa un corcho que sea abril.

jueves, 8 de abril de 2010

Una grandeza

Salgo de tomar café con un amigo de la preparatoria (uno de los poquísimos a los que aprecio) y darle una opinión sobre la serie de dibujos que está trabajando. Me es extraño, he de admitir, que se me consulte al respecto, si soy crítico literario/editor y no crítico de arte/curador; pero uno va con la mejor intención y voluntad, porque son amigos y alguna vez me involucré con el arte contemporáneo y la publicación de obra artística.
Salgo de tomar café, pues, y tomo el Metrobús. Justo en la caseta de pago se acerca un hombre pulcramente peinado, de saco, sin corbata, el cuello de la camisa arrugado; con este tan pobre olfato alcanzo a oler ron por debajo de una loción dulzona.
– ¿Te puedo pagar la entrada? Uso bien poco esta cosa y no tengo tarjeta.
Pasamos. Me dice que pensó tomar un taxi, pero prefirió el Metrobús por desconfianza, no lo fueran a asaltar; se dirige a la estación de trenes de Buena Vista para tomar el tren suburbano con destino a Izcalli (en la madre…). Me explica que estuvo esperando a alguien que iba a pasar por él, pero ese alguien sigue atrapado en una junta; son ya las once de la noche, y una junta a esa hora me parece sencillamente un crimen, aunque una parte de mis juntas también sea a esas horas.
– ¿Saliendo de la universidad?
– No. Pasé con un amigo para ayudarle con un proyecto –y veladamente insinúo que soy editor y una rama de mi empresa es la consultoría.
– Ya. Pero no importa lo que hagas: la profesión te escoge.
Titubeo, porque no creo en el destino como imposición, pero le dejo hablar.
– Me da coraje el caso de mucha gente. Te voy a regalar las palabras [!!!]: estoy trabajando con un muchacho que me está quedando mal con los tiempos. Pasé a verlo a su oficina y me di cuenta de que le pesó que llegara; me dio excusas y que le pongo su regañada: 'tú eres mejor que el negocio –le digo–, pero si el negocio es más grande que tú, entonces te jodistes [sic]'.
Después habla sobre otros motivos para ese enojo, y los dos coincidimos en que es mucha la gente que está esperando a que el mundo se dé, que les entreguen las cosas resueltas. Otra vez: construcción de destino, decisión, voluntad, esfuerzo y disciplina.
Infiero, por su conversación, que es contador, o quizá abogado. Me explica grosso modo una negociación que cerró: trato de cantina que le redituó por el sencillo hecho de sentar en la misma mesa a dos juegos de amigos. Y después el ejercicio de evasión fiscal que la ley misma permite.
– ¿Cómo te llamas?
– Oliver.
– Ah, Oliver. Como mi hijo. Mi hijo se llama Oliver –y recibe una llamada de la persona que lo va a llevar a Izcalli. Se ponen de acuerdo. Para ese momento ya me había pasado cinco estaciones de la mía, además de que tenía que cambiar de línea. Pero desde el inicio se me antoja que este sujeto –cuyo nombre nunca supe, evidentemente con varios tragos encima, mas guardando compostura y hablando lúcida aunque desordenadamente– puede ser un cliente en otro momento, o algún beneficio puede reportar. Y escucho pacientemente, marcando la Glorieta de Insurgentes como límite para regresar a mi estación (uno nunca sabe lo que puede suceder en esa glorieta).
Me despido con deferencia, me acerco al andén que me corresponde ahora y pienso que, de no haber tomado esa llamada, quizá habría tenido excusa para entregar una tarjeta de presentación.
En la hoja donde tengo las anotaciones de los detalles que falta redondear de la empresa (no pocos, a todas luces, y de esfuerzo mayor algunos) y que cargo en la solapa de la tercera de forros, hago dos notas más: "Eres más grande que el trabajo. Abraza ideas."

lunes, 5 de abril de 2010

Domingo de ramos

La responsabilidad dicta que debiera hacer una reseña de la clausura del Festival del Centro Histórico, con Bomba Estéreo y Tijuana Sound Machine en el escenario. Pero la volatilidad de la información, la obligación de la frescura de las notas hace ya impertinente tal entrada.
¿Y a mí qué con cualquier lineamiento periodístico?
Dicho en muy pocas palabras, Bomba Estéreo es la pura onda: cumbia colombiana con rimas de hip-hop y elementos de electrónica sabiamente dosificada. En palabras de ellos, "electro vacilón contestatario"; y ciertamente se reconoce la necesidad de diversión en sus letras, en el ritmo harto bailable, en la coquetería y abierto tono sexual de las líricas de Li Sahumet, en la crítica social que no se desbarranca en "comentarios" como los de otras bandas que tienen el pecho rojo con la cara del Che Guevara.
Lamento, sin embargo, la decisión de los organizadores del Festival de poner como grupo abridor a Bomba Estéreo y como principales a Tijuana Sound Machine. Los asistentes al Festival saben que el concierto de clausura está en manos de Radical Mestizo, la sección de música de fusión (que afortunadamente no raya en world music, aunque lo parezca); por tanto, la tónica de ese último concierto se sostiene en descubrimiento y nuevas experiencias para una generosa mayoría: allí descubrí a Rachid Taha, Goran Bregovic, Balkan Beat Box, y reafirmé cuánto me gusta Asian Dub Foundation.
Tijuana Sound Machine, le pese a los fans, no es un descubrimiento: el colectivo Nortec ha formado parte del panorama sonoro de este país desde hace ¿diez? años. Cierto, en sus inicios se les reconoció primero en Londres, y meses después en Tijuana y no sé cuántos meses después de eso en otras ciudades. Sin embargo, los miembros (Hiperboreal, Clorofila, Bostich, Fussible…; Murcof –en todo caso– se cuece aparte, eminentemente porque se separó en una etapa temprana del colectivo y agarró una dirección muy alejada de Terrestre) han alcanzado un reconocimiento sólido en estaciones de radio y tienen una muy devota base de seguidores. Se han vuelto icónicos de la cultura de vanguardia nacional, y eso es de celebrarse. Pero ya no son eso de allá arriba: descubrimiento.
Y pesa también que no haya con quien comentar (que no describir) la presentación de Bomba Estéreo, pues no sé de nadie que los haya visto. No dudo que muchos amigos estuvieron ahí, entre las treinta mil personas que atiborraron la calle frente al Monumento a la Revolución, pero no los encontré y no he leído reseñas suyas. ¿Cómo hacer suficiente una descripción de Roco y Pato de Maldita Vecindad acompañando y haciendo coros en "Fuego"?


¡Qué aburridos son los gringos en un concierto!


Addendum: Entonces uno chismea y se encuentra con que alguien, precaria pero atinadamente y con alguna suficiencia, filmó esa presentación, y la colgó en YouTube, y Bomba Estéreo la "autorizó" en su página de Facebook. Y uno la comparte. Digo, nomás como ejercicio antropológico de comparación.