Por lo regular -o quizá deba decir a últimas fechas- hago varias cosas al mismo tiempo, ingrata particularidad de una cabeza que intenta procesar más de lo que puede: cuando limpio mi casa, dejo de barrer para pasar el trapo a los muebles y dejo de pasar el trapo para cepillar a los gatos y a veces dejo de cepillar a los gatos para acomodar los papeles que están tirados en la mesa. Podría parecer que jamás termino, pero los asiduos (...) visitantes pueden constatar que la casa está limpia cuando entran.
La cosa no cambia mucho cuando involucra trabajo: en lo que corrijo un texto, reviso el correo para ver si llegaron las imágenes que me prometieron, imprimo los correos de los respetadísimos e importantísimos doctores en ciencias que envían sus cuidadosísimos arbitrajes para una revista académica (de la que no entiendo ni los títulos), envío la versión corregida de un texto escrito por un importantísimo aspirante a doctor en ciencias y le escribo a otro para avisarle que su trabajo es tan malo que ni considere que esta respetadísima revista académica de ciencias va a publicar su trabajo, aunque eso lo tengo que decir con más cortesía o se crispa el colegio de ciencias...
Hoy no es muy diferente, y sin embargo sí lo es. Supuestamente mañana iba a terminar de revisar contenidos para mi revistita de arte, y ahora resulta que voy a hacerla de reportero y me toca entrevistar al importantísimo artista Anton Vidokle en un evento, que no sé si sea importantísimo y privadísimo, pero nomás tengo veinte minutos para charlar en inglés sobre arte contemporáneo (como si yo supiera un carajo de arte contemporáneo...), quizá con una cerveza en la mano.
Antes de aceptar la importantísima encomienda, tengo que acotar una particularidad con mi editor: "Cabrón, el multi-task eres tú, no yo. Yo no soy reportero". Y con una sola frase frena en seco mi queja: "Pues sí, pero tú hablas inglés mejor que yo". Bendito poliglotismo, que acaba de hacerle un addendum a mi currículo: periodista (ajá...).
En fin, como la cosa no me pone de mal humor (es sólo que no sé hacerlo, aunque no sé qué tan difícil sea), pues me sigo con esa pequeña inercia. Y a los lectores no-angloparlantes, una disculpa, pero hay que seguir la línea.
La cosa no cambia mucho cuando involucra trabajo: en lo que corrijo un texto, reviso el correo para ver si llegaron las imágenes que me prometieron, imprimo los correos de los respetadísimos e importantísimos doctores en ciencias que envían sus cuidadosísimos arbitrajes para una revista académica (de la que no entiendo ni los títulos), envío la versión corregida de un texto escrito por un importantísimo aspirante a doctor en ciencias y le escribo a otro para avisarle que su trabajo es tan malo que ni considere que esta respetadísima revista académica de ciencias va a publicar su trabajo, aunque eso lo tengo que decir con más cortesía o se crispa el colegio de ciencias...
Hoy no es muy diferente, y sin embargo sí lo es. Supuestamente mañana iba a terminar de revisar contenidos para mi revistita de arte, y ahora resulta que voy a hacerla de reportero y me toca entrevistar al importantísimo artista Anton Vidokle en un evento, que no sé si sea importantísimo y privadísimo, pero nomás tengo veinte minutos para charlar en inglés sobre arte contemporáneo (como si yo supiera un carajo de arte contemporáneo...), quizá con una cerveza en la mano.
Antes de aceptar la importantísima encomienda, tengo que acotar una particularidad con mi editor: "Cabrón, el multi-task eres tú, no yo. Yo no soy reportero". Y con una sola frase frena en seco mi queja: "Pues sí, pero tú hablas inglés mejor que yo". Bendito poliglotismo, que acaba de hacerle un addendum a mi currículo: periodista (ajá...).
En fin, como la cosa no me pone de mal humor (es sólo que no sé hacerlo, aunque no sé qué tan difícil sea), pues me sigo con esa pequeña inercia. Y a los lectores no-angloparlantes, una disculpa, pero hay que seguir la línea.