miércoles, 11 de marzo de 2009

Vicario

Mi misantropía, siendo francos, es poco feroz:
I have ever hated all nations, professions, and communities, and all my love is toward individuals: for instance, I hate the tribe of lawyers, but I love Counsellor Such-a-one, and Judge Such-a-one: so with physicians—I will not speak of my own trade—soldiers, English, Scotch, French, and the rest. But principally I hate and detest that animal called man, although I heartily love John, Peter, Thomas, and so forth. This is the system upon which I have governed myself many years, but do not tell...

Siempre he odiado a todas las naciones, profesiones y comunidades, y todo mi amor es para los individuos: por ejemplo, odio a la tribu de los abogados, pero amo al Consejero Fulano, y el Juez Mengano; así también a los médicos —no hablaré de mi propio gremio—, soldados, Ingleses, Escoceses, Franceses y el resto. Pero principalmente odio y detesto a ese animal llamado Hombre, aunque amo sinceramente a Juan, Pedro, Tomás... Éste es el sistema por el que me he gobernado mucho años, pero no lo divulgue...

Jonathan Swift a Alexander Pope, 29 de septiembre, 1725
En la mañana recibí un mensajito del diseñador de mi revista de científicos locos; ayer, casi a medianoche, nació su hija. Mal de mi grado, fui al baby shower hace tres semanas, me embadurnaron de Gerber de manzana y de lejos vi las muchas humillaciones que pasaron otros invitados, vaciando mi vaso de cerveza y comiendo como oso. El portarretratos en la esquina de su escritorio, a no más del largo de mi brazo, tiene cuatro fotografías del ultrasonido.
Se puede decir que no he visto a Sofía, y ya la conozco.
Lo miro en perspectiva y me acuerdo de mis sobrinos, y todo lo contento que estaba cuando nació cada uno. Tenía trece años cuando la primera, y aunque intentaba leer no me acuerdo qué, estaba sentado en la sala de espera, comido de ansiedad.
Por mucho que odie y deteste a ese animal llamado Hombre, no puedo dejar de alegrarme sinceramente ante su alegría, y envidiarla -a veces- con más desprecio del que le profeso a él mismo.

2 comentarios:

Palomilla Apocatastásica dijo...

La humanidad es bipolar, podemos odiar hasta el límite, pero también existe algo llamado amor. Curioso pero cuando llega algún nuevo faérico a este mundo, es difícil que alguien pueda evitar sentirse conmovido, aunque sea un ápice.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Según yo, la única diferencia entre el odio y el amor es el lugar de donde parte la pulsión.
Somos animales raros. Y Swift lo sabía.