jueves, 5 de marzo de 2009

Una entre varias consecuencias

I.
De camino a ver a unos amigos, me topo con un mequetrefe que reparte uno de los varios panegíricos de López Obrador en la entrada del metro Mixcoac; con el libro en la mano, rechazo el periódico que me ofrece. En respuesta, me dice: "Hay que leer toda la lectura universalmente". Mis opciones son dos: cagarme de risa por el fraseo o seguir caminando. También me tienta la idea de preguntarle su opinión sobre -por recurrir a un lugar común- El Quijote, pero no estoy de humor para ponerlo en flagrante evidencia.

II.
Ayer, mientras esperaba a que mis amigos llegaran al bar, leía. En la mesa vecina, ocho personas platicaban ruidosamente, tres punks (mohicano de treinta centímetros, cadenas, chaleco con consignas anarquistas y demás parafernalia) entre ellos.
Ya entrados en cervezas, uno de esos tres me pregunta qué leía hace un rato: Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. Independientemente de los ojitos de borracho, me mira con extrañamiento; "¿Has oído esa canción de 'Gulliver en el país de los gigantes, Gulliver en el país de los enanos'? Me sigue mirando con extrañamiento; "Digamos que Swift fue un punk de la más vieja escuela" y entonces se emociona y trata de hacer la nota mental, que seguramente seis segundos después olvidó.
Los dos nos dimos la vuelta y seguimos tomando cerveza, aunque él estaba bastante más borracho que yo.

III.
La semana pasada escuché en el radio una entrevista que le hacían a Bernardo Fernández, aka Bef; decía que le disgustaban los programas de lectura como estaban contemplados y que consideraba un error que los jóvenes no se acercaran a los libros. "Cada quien debe encontrar el libro que lo atrape. Los libros no muerden. Y lo que necesita el país son más lectores."
Sí. No. México es un país donde abundan los lectores: todos los días, en mi trayecto en metro a esta oficina, veo a un montón de gente leyendo: El Código da Vinci, ¿Quién se ha robado mi queso?, Harry Potter, Vidas de grandes maestros, La universidad del éxito, otros tantos títulos de superación personal, por no mencionar los periódicos de nota roja. Los estudiantes que veo con un libro en la mano parecen disgustados y casi se les lee el pensamiento: "Carajo, estúpida tarea".
Hasta donde me es evidente, las sociedades que crecen más están nutridas de lectores, pero sobre todo de críticos. Dicho en castellano regular, se necesitan lectores críticos, por lo menos y entre muchísimas otras cosas.

IV.
Soy renuente a visitar la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. La última vez que fui deliberadamente, mi tarjeta sangró y sangró con todos los libros que compré (no todos los cuales disfruté, maldita sea): si es comida, chocolate, café, música o libros, nunca es suficiente ni demasiado.
Por otra parte, es una tomadura de pelo que irrita: tooodas las editoriales presumen de paquetes, precios especiales y descuentos, pero si uno busca el mismo libro en una librería en cualquier otro momento del año, la realidad es que es más caro comprar en la Feria. Sin embargo, y esto hay que notarlo con justa razón, las editoriales vacían las bodegas y de pronto aparecen los libros que uno creía fuera del catálogo.
En consecuencia, me entero de los chismes por el radio: quién fue, quién presentó, qué novedad exquisita publicaron, quién dio una conferencia. El lunes escuché lo que me pareció el slogan de este año: "Leer se nota".

V.
Pero no leer también se nota, y se nota todavía más. No tengo que preguntarme cuánto ni qué lee el hijoputa que le disparó a un topógrafo esta semana. O los imbéciles que asedian a otros; me vienen dos casos a la cabeza: el de una amiga a la que el ex-novio, ¿dos? años después de terminar, no deja en paz. El otro me voy a guardar de mencionarlo siquiera: me hastía de sólo pensarlo.
Cuando escucho a alguien decir que no le gusta leer, pienso que más bien no sabe leer: pasa los ojos por la página, no reflexiona, no analiza, no correlaciona con su horizonte de experiencias y el libro es (en mejor de los casos) una distracción temporal de cosas más importantes.
La lectura, lejos de ser sinónimo o fuente de cultura, es un hábito que deriva de una formación cultural dada, y que colateralmente abre una posibilidad de formación ulterior no académica, no familiar, no institucional y amoral; por supuesto, esas características no se dan cuando uno lee un panegírico o un panfleto: los textos exigen posturas y aproximaciones determinadas. Detrás de una lectura hay una pulsión, que a los ojos de la sociedad actual parece inútil, y sin embargo es justo al contrario. La pregunta que a la abrumadora mayoría de los políticos en todas las naciones no les conviene hacerse es cómo provocar y propagar esa pulsión.

6 comentarios:

Palomilla Apocatastásica dijo...

Efectivamente yo te doy 7 razones para no leer:
Leer nos cambia, por que nos permite reflexionar y retomar ideas que antes no eran claras. Nos ofrece nuevos panoramas por explorar.
Leer nos hace pensar, de esa manera en la que las ideas refrescan la mente y la obligan a funcionar.
La lectura es anárquica, no acepta jerarquías, horarios, reglas. Puedes empezar en medio, releer los capítulos cuantas veces quieras, revolver la letras. Incluso aborrecer o amar ciertos textos. Ahí cada quien hace lo que quiere con la lectura.
Los libros eliminan fronteras, así viajamos entre las páginas por países exóticos, por espacios intangibles, sin pasaportes, gastos excesivos ni contratiempos con las agencias de viajes. Tampoco hay diferencia entre personas, ahí todos son iguales, cada personaje en su contexto.
En la lectura siempre hay optimismo, a pesar de que sea un tema árido, existe la posibilidad de crear finales alternativos, de cerrar las páginas y tomar un respiro luego del susto, de la náusea, del acoso.
El libro es un amigo de la conversación, así que mientras más lees, más ideas locas llegan a la cabeza y se reusan a guardar silencio. Salen en las reuniones y se comparten, crecen y se liberan de forma exponencial.
Leer es un placer y como socialmente casi todo lo placentero esta prohibido, pues obviamente hay que abusar de ese deleite.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Te doy una octava: leer es un acto que se rige por dinámicas que a nadie convienen, que nadie quiere, que muchos penan y que, sin embargo, todo mundo apoyará y aplaudirá y dirá sus mejores loas.
No sé si estoy de acuerdo con tus siete, pero no es cosa de responder de bote pronto. Deja rumiarlo un par de días, o desenterrar mis notas.

Adriana del Moral dijo...

Me pirateé los comentarios de esta entrada para subirlos al blog isabelarango.

Creo que al final lo que sucede es que hay quienes firmamos un pacto de parias sociales. Yo firmé el mío cuando decidí, contra todo, contra muchos, estudiar filosofía. Y no hay vuelta atrás. De ahí, la radicalización es cosa de pura y simple gravedad.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Inercia le dirían en otros lugares. O severo compromiso. O necedad. Y hace sabrán los dioses cuánto, responsabilidad.
Señora bibliotecaria Apocatastásica, le sugiero que haga una visita y vea las consecuencias de estas disquisiciones.

Palomilla Apocatastásica dijo...

Pues realmente no se hasta donde lleguen mis palabras, que estan escritas ahí por el puro placer de unirme al gremio de "los Parias sociales". Curiosamente el domingo en la mañana un amigo me preguntaba que había hecho el sábado. Y simplemente le respondí con la verdad: Fui al Círculo de estudios filosóficos.
A lo que él me respondió: "Vaya que freak" ja, ja, ja.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Frases como ésa se han vuelto moneda corriente para bichos como nosotros. ¿A poco no es bien bonito?