lunes, 2 de marzo de 2009

Almost a slumdog

[Me choca perder mi tiempo; por ejemplo, tener una conversación con alguien y sentir, al final, que nada de lo que dijo me es importante o ha tenido sentido nada de lo que dije, o ir al cine y ver una mala película, o leer un libro que despedazo porque el autor quiso descubrir el hilo negro que hace setecientos años alguien encontró, o recibir y tener que procesar artículos flagrantemente malos en mi revista académica.
Considerando lo anterior, voy a omitir un hecho estúpido -aunque estoy tentado a despotricar-, en aras de evitarme un dolor de huesos innecesario y salvaguardar mi paciencia. A la mierda: ¿soy claro?]

El sábado, en lugar de perder mi tiempo, me fui al cine con una amiga; es cosa que no hago muy seguido, eminentemente porque tengo la profunda creencia de que el cine, el teatro, la música en vivo y demás se deben comentar justo cuando termina el evento, y por tanto se deben compartir. Vimos Slumdog Millionaire, y con justa razón se ganó el Óscar a mejor película; aunque es injusto decirlo porque no he visto (y probablemente no veré) las demás.
Mi conclusión: es casi un cuento de hadas a la vieja escuela, donde el hada madrina es la televisión. Otra vez: hay muy pocas historias para contar, y toda la diferencia está en cómo se cuentan. No importa si es el S. XIV y el príncipe valiente tiene que pelear contra una malvada bruja para rescatar a la princesa o si un post-adolescente hindú tiene que sobrevivir a un país con tal de recuperar al amor de su vida: la estructura está ahí, los actantes están ahí, las pulsiones son las mismas; y todo está espléndidamente usado.
Por otra parte, los dos coincidimos en que está plagada de momentos de ojito Remi, pero -muy distinto a una película sosa o a los dramas del Holocausto- son de suma alegría y no de pena o tristeza. Un héroe que recurre a otros para resolver un conflicto es habilidoso; uno que los resuelve por sus propios medios es poderoso; pero uno que los resuelve eminentemente por su experiencia, sin habilidades sobresalientes ni recursos, en una onda bildungsroman, ése es un modelo que rebasa las posibilidades. Y el sólo hecho de la resolución de verdad provoca alegría.
Hablaba yo dos párrafos arriba sobre la manera de contar, y eso no es más que diferencias; encuentro dos: una pulsión secundaria (la esperanza), en una suerte de sublimación, se transmite a todo el universo que compone la historia. Pero la diferencia más importante y con que la historia vuelve a sí misma es el tiempo: independientemente de que no sea una narrativa lineal, el punto central es la suspensión del tiempo, o más bien su cancelación. Como no les quiero arruinar nada, no explico y aquí me callo, así que vayan a verla.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que India misma es maravillosa. Llena de héroes que resuelven todos los días sus conflictos con mucho de ingenio, algo de buena suerte y un gran humor (distinto al occidental, y más aún, radicalmente diferente del hollywoodense). Y, ¿sabes?, creo que nos parecemos más a India que a los vecinos del norte. ¿Te imaginas las posibilidades des una peli así pero con niños de la calle mexicanos?
Lo de tu comida sigue en pie. Dime si te decides por restaurante brasileño que me decías... digo, hay presupuesto pero no es ilimitado.
Y el café te espera desde ya en mi casa... o quedamos para la próxima semana.
Abrazo.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Una historia puede ocurrir en distintos lugares, de manera esencialmente igual, y sin embargo tendrá matices particulares. Y más o menos en ese mismo sentido, la gente en distintos lugares puede ser esencialmente igual, con más en común que de ajeno. Una historia bien narrada puede suceder en cualquier lugar, o pregúntenle a Naguib Mahfuz y El callejón de los milagros.
El brasileño es locamente tentador: creo que es mi primera opción. No, corrijo: sin duda es mi primera opción.
Puedo ir, cómo no: después del miércoles, estoy a disposición.

Lulú dijo...

Señor Iriarte, bueno ya Oliver...

Su crítica es estupenda, me gustó más que la película. Abrazos...

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Señora Fernanda, bueno ya: Fer.
Ya vi que no te gustó (a mí el baile del final se me hace maravilloso), pero de verdad es una gran película y vale las dos horas. Por lo demás, mi crítica es desde la narrativa y mis costumbres de literato, así que seguro le faltan muchos puntos de técnica cinematográfica.
Beso

Palomilla Apocatastásica dijo...

Pues por fin vi la película. Sí es la misma cruda historia contada de una manera diferente. El tema igual de crudo entonces no pude evitar pensar en esas marcas que quedan y que se pueden "evadir" en esos instantes de fantasía.
Los ojos de un país puestos en alguien que no tiene más que luchar a diario para sobrevivir, como millones al rededor del mundo.

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Te digo: no es la revolución narrativa y nada de lo que hizo Danny Boyle es novísimo. Pero todo el asunto está en saber contar.