Hace siete años, alguien que poseía mi amor me dijo que padecía leucemia. Le miré con desconcierto y algún cinismo. No le creía, no podía, pues nunca mi estado físico ha sido preocupación seria ni motivo de desasosiego. Error mío, sin duda: mi modus vivendi de los últimos dos años ha de costarme en un futuro no muy lejano.
Me dijo que debía tener confianza, y fe; fue la última vez que le pedí algo a dios: una semana después mi leucemia había sanado, pero aparecía un cuadro de lupus. Se hundió el primer clavo que resquebrajara el edificio de mi amor, y desde entonces me debato entre una suerte de conmiseración aberrante y el desprecio, bajo la ubicua certeza de que no puedo odiarle.
Alta traición. Terrorismo en forma clara. Visto en perspectiva, mi escepticismo y la objetividad con que intento mirar las cosas se deben a ese solo episodio: el mundo new age perdió un adepto [sic] en tan solo dos frases. Yo, sin embargo, no perdí nada, sino que trasladé el amor y la fe a donde encontraran mejor puerto. Visité a un oncólogo con la sola razón de que me diera un diagnóstico clínico, sin especulaciones, sin suposiciones subjetivas, sin magia como medio de análisis, sin importarme siquiera el diagnóstico per sé.
Este sábado noté que Timoteo está espantosamente delgado: al gato pachón que me asfixiaba si se sentaba en mi pecho, ahora se le ven los huesos sin mirar con demasiada atención. La veterinaria me advirtió que bien podía ser leucemia, y sentí que la sangre se me escurría hasta el suelo. Después de los análisis, el diagnóstico es negativo, pero existe una alta posibilidad de que padezca asma.
Bien: dejo de creer en un sistema arbitrario donde el consenso es tácito, rara vez uniforme, y las suposiciones son el motor y motivo de sustento, para creer ahora en un sistema ordenado, con el mismo consenso, las mismas suposiciones, los mismos motivos. La religión (y sus variantes) y la ciencia tienen pocas diferencias en lo profundo.
Alta traición. Terrorismo en forma clara. Visto en perspectiva, mi escepticismo y la objetividad con que intento mirar las cosas se deben a ese solo episodio: el mundo new age perdió un adepto [sic] en tan solo dos frases. Yo, sin embargo, no perdí nada, sino que trasladé el amor y la fe a donde encontraran mejor puerto. Visité a un oncólogo con la sola razón de que me diera un diagnóstico clínico, sin especulaciones, sin suposiciones subjetivas, sin magia como medio de análisis, sin importarme siquiera el diagnóstico per sé.
Este sábado noté que Timoteo está espantosamente delgado: al gato pachón que me asfixiaba si se sentaba en mi pecho, ahora se le ven los huesos sin mirar con demasiada atención. La veterinaria me advirtió que bien podía ser leucemia, y sentí que la sangre se me escurría hasta el suelo. Después de los análisis, el diagnóstico es negativo, pero existe una alta posibilidad de que padezca asma.
Bien: dejo de creer en un sistema arbitrario donde el consenso es tácito, rara vez uniforme, y las suposiciones son el motor y motivo de sustento, para creer ahora en un sistema ordenado, con el mismo consenso, las mismas suposiciones, los mismos motivos. La religión (y sus variantes) y la ciencia tienen pocas diferencias en lo profundo.
"Papá, ¿por qué me rasuraron la garganta y me picaron con la aguja?"
2 comentarios:
Leucemia es una palabra que todavía me da escalofríos. La última vez (anterior a esta) que la vi escrita, en un artículo sobre Susan Sontang escrito por su hijo, tuve que encerrarme en el baño a llorar.
Como dice mi madre, hay cosas que pasan porque biológicamente pueden pasar. Para ella que es casi atea no hay nada místico, teleológico o trascendental en ello.
Un abrazo.
Casi estaría de acuerdo con tu madre: las cosas en sí mismas no tienen valor, sino el que se impone. Al margen, no deja de asombrarme y estremecerme la similitud de estos dos episodios.
Publicar un comentario