jueves, 27 de noviembre de 2008

Una tormenta

El gravísimo problema de que a uno por fin le fluya la sangre en el cuerpo es que se da cuenta de todas las cosas que sucedieron y a las que no les prestó atención, o más bien a las que apenas puede prestarles alguna, o las que acaba de descubrir. Y son suficientes como para escribir varias entradas, o retacar una sola de la manera más dispersa.

I.
Terminó la Caza, y no tuve la disciplina para seguirla de inicio a fin. Digamos que se me cruzaron un par de pequeñeces, minucias despreciables que consumieron estúpidamente mi atención, y yo de imbécil se las fui a dar. En fin, rabia a parte: No tengo tiempo fue la novela ganadora; y otra vez, como hace un año, igualito que con la Falanja, desde el principio supe quién las traía. No, ya no practico mancias, así que no ha lugar llamar a la magia: la crítica sí sirve para algo.

II.
Mis editoras de revistas para señoras tontas, francamente desesperadas, me rogaron que reescribiera una nota que garabateó una señora tonta; y para que ellas mismas lo afirmaran, sin que yo dijera una sola palabra, es confirmación suficiente.
Por una parte, admito que me divierte, e imaginar la cara de la autora cuando vea que nada de lo publicado lo escribió ella raya en lo glorioso; además, el ejercicio de describir algo que presumo, pero que no domino y donde no tengo autoridad, es bien interesante. Pero por otra, implica rumiar ideas, ordenarlas y redactarlas, y hay como treinta pendientes de científicos locos que resolver.
Tengo la impresión (y sólo es una vaga impresión) de que esa editorial eventualmente me va a reclutar ya no como corrector de estilo: con toda mi arrogancia, les soy más útil que eso. Y lo saben.

III.
Mi casa, a un ritmo desesperante, toma por fin forma de casa: los libros, los utensilios de cocina, la comida enlatada, ya todo está saliendo de las cajas, y los pocos muebles ya tomaron su lugar. Ahora el asunto es limpiar, que entre pelo de gato, polvo y todos los hoyos que le he abierto a las paredes, ese departamento ya da miedo.
Sí, soy una señora quisquillosa para la limpieza, ¿y qué?

IV.
Ah, ¿cuántos como Gene Kelly? Cuando sea grande, quiero ser como él, y tener cuates como los de Mint Royale.

I've a smiiile on my face

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Volviendo (lento)

Ahora que ya me fluye la sangre (y el dolor en el pecho confirma que estaba ahí estancada y oxidándose), me es indispensable reírme cinco minutos:



Admito una cosa: les envidio la pasión que tienen, aunque no sé si mucho, o si tanta pasión.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Extended Play

En virtud de que es incuestionable que no vieron la encuesta más nueva ("De entre todos éstos, quiero escuchar este EP") (sino, ¿por qué otro motivo se guardarían de votar?), me tendré que tomar la libertad de poner cualquier otro EP que se me cruce en la audioteca.
Devotchka está más allá del bien y del mal; si les gusta la "música del mundo" (o world music, que me parece una de las etiquetas más estúpidas que se le ha ocurrido a la crítica musical [y mis razones son similares a las de las galletas]), Devotchka es la gloria que ni Peter Gabriel ni David Byrne lograrán en sus disqueras para adultos contemporáneos. Bueno, sí: tienen algunos discotes, pero su manera de capitalizar la cultura es mero turismo auditivo, como japonés con cámara digital, o grabadora de audio, en su defecto.


Devotchka

miércoles, 19 de noviembre de 2008

To become a bullet

Quizá el panteísmo sea cierto y quizá haya un dios en y detrás de todas las cosas; entonces, no habría manera de refutar que la violencia puede ser hermosa y aún un acto divino.

Si alguien tiene un Valium que me regale, o una bala para regalarle a alguien más, lo agradecería desde lo más profundo del corazón.


Happiness Is A Warm Gun - The Beatles

martes, 18 de noviembre de 2008

Parafraseando a Sartre

I.
En primer año de secundaria, una amiga leyó alguna historia de Sherlock Holmes, no recuerdo si por pura metichería o por ganar puntos con el profesor de español, el ¿Dr.? Rubén Lima Conde; los dos se pasaron varias clases relatando al resto del grupo la historia entera, lo cual ahora me parece perfectamente estúpido (¿qué pre-adolescente de doce años presta atención a una clase de español, gramática, literatura y ciencias afines?), pero en ese momento tenía sentido. A la distancia, el propio Dr. Lima Conde me parece estúpido: si hago caso a los comentarios que hizo mi maestra de español de tercero, la Dra. Carmen Carrillo, y me creo la historia de su grado doctoral, y me creo la historia que yo mismo me hago de sus clases, lamento [sic] decir que no aprendí nada de literatura ni de gramática con él, además de que su gusto literario (presumiéndolo en función de los libros que leímos durante el curso) era terrible; y sin embargo en ese momento era la mejor clase de la secundaria.
En el transcurso de esa pormenorizada narración de las aventuras de Holmes -que mejor hubiera sido leer-, un rasgo particular de la personalidad del detective se me fijó: su memoria fotográfica; más interesante aún era su necesidad de discriminar la información que llegaba a él y desear, por ejemplo, no haber sabido -gracias a Watson- del heliocentrismo (¿o era geocentrismo? ¿Ya ven por qué hubiera sido mejor que yo mismo leyera el bendito libro?) por considerarlo un dato inútil.

II.
En la carrera, mis amigas me preguntaban por qué mis trabajos relacionaban datos supérfluos con otros de cualquier otra índole, supuestamente más significativos. Mis maestros, por otra parte, se mostraban encantados [sic] de que hiciera eso y que jugara a relacionar chunches de universos dispersos.
Una memoria terrible, una metichería igualmente terrible e insaciable, una mente digresiva, una extraña capacidad para encontrar puntos afines, una estúpida necesidad de retarme.

III.
Hace un par de años vi un documental sobre la memoria. Un inglés heptagenario, que había perdido la memoria a corto plazo años atrás, sólo recordaba a su esposa y el piano de la casa, que tocaba magníficamente (el piano, por supuesto: la intimidad de los heptagenarios no era central al documental).
Mi vida es un eterno presente. A veces veo las fotos familiares y quisiera recordar unas vacaciones que tomé con mi esposa o las fiestas de mis hijos, pero no puedo; y por más tristeza que sienta, al instante siguiente desaparece.
Si el budismo zen tiene razón y la iluminación reside en la estancia en ese eterno presente, este señor vive en un evento perpetuo de amor, a costa de la conciencia misma de saberse iluminado: si no se recuerda de qué se ha liberado, ¿qué clase de libertad se obtiene?

IV.
De memoria somos y en palabras existimos; la configuración cultural e identitaria de los individuos es el cruce de recuerdos propios y ajenos con la capacidad personal de reconfiguración de esos recuerdos: somos, cuando mucho y en el mejor de los casos, el cúmulo de referencias que hemos tomado de otros, que se nos han impuesto, que "escogimos", que llegaron por accidente a nuestras manos, limitados o coadyuvados por cuán ágiles somos para recuperar y ligar esos recuerdos. Derivar conocimiento sería, en todo caso y ante todas las cosas, la configuración y construcción de un nuevo recuerdo a partir del ordenamiento de otros previos.
La Realidad, en tanto sistema complejo y multidimensional de relaciones, es inasequible precisamente por eso: no hay memoria capaz de abarcar, al modo del Aleph de Borges, la totalidad de cuatro dimensiones simultáneas en un solo punto.
A pesar de que quisiera hacer como Holmes y en un esfuerzo atroz olvidar, es cosa que no puedo: una vez dentro de mi realidad, presente a fuerza de recordación e imposición, es poco probable que salga. No hay exorcismo posible. Infierno es memoria.
Hay cosas que no "recuerdo": simplemente, no las olvido.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Un remedio para no morir intempestivamente

Antes de que me dé una embolia por el enojo (gracias: veinte años de una linda amistad y la amenaza de un proceso legal en mi contra mezclan maravillosamente en el mismo vaso; no digo más porque todavía procuro ser un caballero), voy a tratar de no perder del todo la compostura, y voy a hacer como que me queda capacidad para sonreír gracias a las dimensiones de mi cinismo.
En virtud de que es de lo más improbable que permanezcan aquí la hora y poquito que duran los discos puestos a su consideración, haremos esto breve: los extended play (EP's) tienen tanta historia como los discos de vinil y son y serán una aproximación bien interesante a muchos músicos.
Y está cotorro el asunto, porque hay quien entiende por EP una colección de cuatro canciones, y otros dicen que dura entre diez y treinta minutos. Entre que peras o manzanas, los que me encontré y la cabeza me permitió reconocer en estos últimos quince minutos.
Prometo que la selección es bastante amable: a nadie le van a sangrar los oídos.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La Fura, la nostalgia, una acción y lo que hay en el camino

Muy a propósito de todas esas cosas (casi a modo de moneditas) que uno tira al pozo de la nostalgia, encontré el folleto de Obit, uno de los ¿espectáculos? que ha presentado La Fura dels Baus en esta ciudad.
Recuerdo la ceremonia de inauguración de las Olimpiadas de Barcelona 92; tenía nueve años y sin embargo la imagen de Hércules cruzando el estadio olímpico se imprimió en mi memoria a fuerza de sorpresa y admiración (lo recordaba, sin embargo, titánico, de diez o quince metros de alto: las perturbaciones y manipulaciones de la memoria no son sino las apropiaciones que cada uno es capaz de hacer, pero ése es tema para otro post, y quizá para otro blog). En ese momento, el nombre de La Fura dels Baus no se quedó conmigo, ni el de Ryuichi Sakamoto, pero en la era de la tecnología eso no representa un problema ya:





(Es una lástima que la era de la tecnología todavía tenga capacidades tan limitadas y todos los videos del YouTube sean una desgracia.)
Conocí a La Fura -con plena conciencia de ello- hace unos diez años, cuando presentaron Fausto 3.0; y salí pasmado del Teatro Metropolitan, abrumado de música e imágenes (por supuesto, el primer libro que levanté justo después fue el Fausto de Goethe). OBS fue aún más abrumador y tanto más divertido: la música industrial, los desplegados en las pantallas de "No se moje. No se mantenga en un solo lugar. Muévase. No se quite los lentes. Peligro de muerte", las proyecciones en tercera dimensión (edición en tiempo real), los cuatro montacargas cruzando el Ala Oeste del Palacio de los Deportes (entre el público corriendo), los actores armados de espadas y hachas, el corazón de cerdo que pisé y -sin saberlo- levanté del piso, todo eso configuró una experiencia que, como tal, no se puede describir.
Huelga decir que, a cada presentación, La Fura ha sido más radical: Obit no tenía un texto escénico, no había una dramaturgia detrás de la presentación, no había actores ni público. La acción colectiva simplemente estaba delineada (¿oscuramente? orquestada), sin explicaciones que limitaran las aproximaciones personalísimas que cada quien hizo, en ejercicios catárticos que cada quien tendrá que explicarse a sí mismo; en consecuencia, no hay dos percepciones del hecho que se parezcan siquiera. Y otra vez, la música fue avasalladora: entre electrónica experimental, noise, industrial y _______, el sonido de motores de avión como fondo para burbujas subiendo en glicerina -mientras nos lavábamos la cara- me hizo llorar.
El folleto (ése que mencioné al inicio) que nos dieron a la entrada tenía una encuesta en la parte de atrás; de alguna manera, mis respuestas me dicen mucho, principalmente porque no veo una diferencia significativa entre ese momento y éste. Por lo demás, es curioso (por no decir absurdo, mercadológicamente hablando [otra de esas cosas gloriosas de La Fura]) ser encuestado y que las respuestas no sirvan a nadie sino a uno mismo.

¿SABES QUÉ TE ENCONTRARÁS HOY, AQUÍ?
  • Una obra de teatro.
  • No lo sé.
  • Una acción colectiva.
  • Una conferencia.
PARA MÍ, LA MUERTE ES:
  • El final de algo.
  • El principio de algo.
  • El cambio de algo.
  • No me interesa. Nunca había pensado en ella.
CUANDO CAMBIO DE CASA:
  • Aún tengo las llaves de la vieja.
  • Me gusta.
  • Suelto muchas cosas viejas e inservibles.
  • Lo guardo todo.
CUANDO EMPIEZO UNA COSA NUEVA:
  • Me cuesta, pero me gusta.
  • Prefiero seguir con lo de antes.
  • Siempre busco cosas nuevas.
  • Lo nuevo me hace ver las cosas distintas.
CREES QUE:
  • Vivir es un rollo.
  • Vale la pena vivir.
  • Vivir es una constante lucha contra los otros.
  • Vivir es un acto de amor.
AHORA, EN MI VIDA:
  • Yo pongo las normas.
  • Sigo las normas.
  • Quiero cambiar las normas.
  • Paso de las normas.
MIS OBJETIVOS PERSONALES:
  • Los tengo claros.
  • Cambian constantemente.
  • No tengo.
  • Estoy perdido.
CUANDO ESTOY SOLO:
  • Me gusta sentirme solo y vacío.
  • Me aburro.
  • Es porque nadie me llama.
  • Necesito buscar mi espacio y mi tiempo.
YO PIENSO QUE:
  • No quiero morir solo.
  • Nazco solo y muero solo.
  • Sin ti no soy nada.
  • Prefiero no pensar.

Journey Home - The Nostalgia 77 Octet
(muy a propósito de esta última semana, en particular el día de ayer; recomendación de Ernesto: tsss... qué discote)

lunes, 10 de noviembre de 2008

Re-mover

Frecuentar la memoria conlleva siempre el riesgo de perderse entre el pozo de la nostalgia o la irremediable catástrofe del autorreproche. Es adentrarse en una geografía en la que se ha perdido el centro.

Tenorio, Antonio. "La memoria está pariendo un corazón" [reseña para Informe contra mí mismo de Eliseo Alberto] en Ananké. 3-4 (1997-98): 52.
Toño Tenorio fue el director del Departamento de Letras de la Universidad Iberoamericana durante los últimos tres semestres que estuve en la carrera. No era muy bien recibido ni apreciado por alumnos ni colegas debido a sus constantes chistes malos (peores que los míos, ya podrán elucidar), y supe que en alguna ocasión un ¿investigador, escritor? invitado a una conferencia reprobó su comportamiento, aludiendo de paso la atroz retahíla de chistes posmo. Sé que lo reclutaron como agregado cultural en Sudamérica y que es novelista, pero ni he encontrado sus libros, ni los he buscado, ni he terminado de leer todas las cosas importantes que tengo que leer; quizá algún día, pero de momento Kipling me exige atención, y después lo harán de nuevo Hawthorne y Gide y Poe y Cortázar y el S. XIX y los medievales y los clásicos y un pedazo de la vanguardia y la Nueva Novela Francesa y quizá, sólo quizá, las dos novelas que debí haber escrito hace más de un año y los cuentos que siguen en borrador después de ¿tres? años.
Al margen del breviario biográfico (absolutamente inútil a los fines de esta entrada), estoy convencido de que una mudanza es el umbral de esa geografía. Aparecen lo mismo kilos de basura que ya es pertinente desechar, unos lentes que de sólo verlos lloro, las cartas de los amigos que están en el extranjero y han sido capaces de seguirme en el curso de mi travesía nómada, las notas para los ensayos que escribí en la carrera...
Al menos en este caso -en mi caso-, uno se asoma a ese pozo de nostalgia sin reprocharse ni reprochar nada, pues todo lo que he guardado ha sido a razón de su valor en un momento determinado. Cuando ese valor se gaste o desaparezca o se diluya esa cualidad que lo particulariza, simple y llanamente habrá de irse a la basura: alquimia o mero intercambio iónico, el oro también se convierte en plomo.
Entonces será cierto, y la ira y el amor y la tristeza y la belleza que se guardan en el corazón desaparecerán; en teoría, tendrían que dar paso a otra ira y a otro amor...
Sí, gané dos días para terminar mi milagrito, pero sigue siendo intempestiva, improvisada, obligatoria, injustificada, estúpida, abusiva y absurda.

jueves, 6 de noviembre de 2008

A sense of despair

Ayer comenzó. Y los dioses saben que detesto empacar y que no hay nada más cansado ni preocupante que guardar una casa y hacer que llegue a su destino (que aún no tengo en claro) sin mella ni pérdida.
No es la primera vez: ya cuento cinco en apenas tres años. Para estos momentos sé bien cómo hacer las cosas, pero la falta de tiempo y las dimensiones de mi preocupación me rebasan con una facilidad asquerosa. Y sin embargo, al fondo del vértigo, hay minúsculos y borrosos incentivos.

I.
Mi edición rústica de Ilíada, en la traducción de Luis Segalá y Estalella, ha estado en los libreros de mi familia por no sé cuántos años: he visto los lomos rojos de la colección (incompleta) Los Clásicos de W. M. Jackson Inc. desde que tengo memoria. Y salvo un par de ocasiones, jamás he abierto las páginas de esos libros.
Ayer, empacando, encontré eso que ven a la derecha: un separador de piel, de factura italiana, olvidado durante ¿veinte? años en la página 250:
La joven que los aqueos me adjudicaron como recompensa y que había conquistado con mi lanza, al tomar una bien murada ciudad, el rey Agamenón Átrida me la quitó como si yo fuera un miserable advenedizo. Mas dejemos lo pasado; no es posible guardar siempre la ira en el corazón, aunque había resuelto no deponer la cólera hasta que la gritería y el combate llegaran a mis bajeles.
Canto XVI
Quizá Aquiles se olvide algún día de su cólera, quizá entre al campo -lanza en mano, el escudo embrazado, las crines de caballo enhiestas en el casco, la espada cabe del muslo, las grebas relucientes- al frente de los mirmidones, sin otro motivo que librar esa batalla a expensas de la propia honra, consagrando la fama de su valentía y fortaleza. Quizá la ira que guarda su corazón -ese soslayado amor a Briseida y a Patroclo, eros y filias- no será la excusa (jamás motivo) para erigirse el soberbio individuo que en verdad es, sobrehumano, portentoso, sólido, y hacer lo correcto.
Quizá Aquiles.

II.
Tenso como estoy, me es sumamente difícil relacionarme con cualquier otra persona, y más si el pecho me bulle de rabia y desasosiego. Los únicos que resienten eso son mis alumnos, y para su buena fortuna no tendrán que tolerarme más: hoy dejo la docencia, al menos del idioma inglés.
Absorto, hacía camino a mi oficina cuando me crucé con un autor iraquí de la Casa Refugio, a quien llevé a comer y conocer el Centro de esta ciudad a petición de mi mejor amiga. Hacía meses que no lo veía, y francamente no pensaba que habría de verlo de nuevo.
- It's been a long time since we met, remember? Margarita told me your father died.
- Last December.
Silencio incómodo.
- But anyway. There's nothing I can do. I'm working on it.
- I respect you, Oliver. You're a gentleman, AND you're clever. And that's good. Please, come visit me sometime to Casa Refugio if you are not too busy.
Lord knows I'm busy.

III.
Confirmado: el año entrante comienzo a corregir de nuevo mis revistas de señoras tontas. Al menos algo de diversión, otro trabajo (uno remunerado), y el gusto de ver a mis editoras.

IV.
With a Little Help from My Friends - The Beatles

lunes, 3 de noviembre de 2008

Mudanza

  • Intempestiva.
  • Improvisada.
  • Obligatoria.
  • Injustificada.
  • Ilegal.
  • Estúpida.
  • Abusiva
  • Absurda.
Así de fácil se desgracian veinte años de amistad. Así de fácil me cargo más estrés del que mi cuerpo en verdad es capaz de soportar.