O más bien oxímoron.
Esta mañana, de camino por el café a la H. Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la H. Universidad Nacional Autónoma de México, escuché una de las frases más estrambóticas de que he tenido noticia en mucho tiempo. Llegué tarde para escuchar el chisme completo, pero no se requiere demasiado para comprender. Me explico a continuación.
Una de las importantísimas doctoras de este Centro de Investigación comentaba con mi jefe acerca del microscopio (o, siendo más específico, la cámara y el software necesarios, así como algunas otras chunches periféricas) que tienen intención de comprar a una empresa inglesa; parte de la conversación giraba en torno al precio obsceno del aparatejo y a las condiciones que estipula la empresa para la venta, entre las cuales indican que no se hacen responsables una vez salido el paquete de sus oficinas.
De pronto mi jefe empieza a reírse e interrumpe a la importantísima doctora: "La pro-forma dice que la empresa no se hace responsable por retrasos en la entrega debidos a a) Actos de Dios, b) Desastres naturales...".
Resulta innecesario que termine la lista. ¿ACTOS DE DIOS? Supongo que si llueve fuego o durante treinta días continuos con sus noches o se dividen los mares y el barco donde transportan el aparatejo no puede avanzar o si una ballena se traga al mensajero y lo escupe en otro país o si el mensajero cae muerto porque es el primogénito de la familia (y no es judío, evidentemente) o si descienden las huestes celestiales a combatir las terribles fuerzas de la Bestia, entonces la empresa tiene derecho a lavarse las manos pues desde un principio estipuló que no se hacía responsable si Dios se interponía entre ellos y sus clientes.
O más interesante todavía: la empresa queda eximida si Dios se colude con Indra para que reviente el avión a rayos o si Huitzilopochtli envía un comando de colibríes a anunciar la guerra que evite un desembarco en tierra mexicana o si Odin -por algún accidente- yerra el tiro y le atina al avión en lugar del corazón de Fenrir o si Anubis momifica al mensajero o si Poseidón orquesta un periplo de diez años, o doce, ¿por qué no?
Ya antes me he preguntado por qué doctoran a estos señores, si tienen unas faltas de ortografía y redacción que mi sobrina de trece años no comete, si no tienen (en palabras de otra importantísima doctora en ciencias) "el mínimo pudor editorial y científico de revisar los escritos que someten". Pero ahora entro en la interminable y absurda cuestión de Dios contra la ciencia: en esta esquina, Charles Darwin, Max Planck y Albert Einstein; en esta otra, el Señor, el Crucificado y el Espíritu Santo. Quizá sea prejuicio mío, o será que mi propio ateísmo se impone, pero me suena (de inicio) locamente extraño que un laboratorio científico considere las intervenciones divinas en su catálogo de eventos posibles.
Supongamos que les doy el beneficio de la duda; me quedan, entonces, dos posibilidades: A) algún hijoputa demandó a la empresa en alguna ocasión debido a que "Dios se interpuso en la entrega" y la corte falló a favor del demandante (justo ahora recuerdo que el reglamento de la Universidad Iberoamericana prohibe llevar vacas a la escuela o meter un elefante a la fuente, precisamente porque algún imbécil lo hizo hace unos años); B) alguien en esa empresa tiene un sentido del humor finísimo que ya quisiera yo poder desplegar en mis trabajos...
Espero en Dios que sea B.
(Paréntesis absolutamente alejado del asunto de este post: ¡qué glorioso es el Rooftop Concert de los Beatles!)
Esta mañana, de camino por el café a la H. Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la H. Universidad Nacional Autónoma de México, escuché una de las frases más estrambóticas de que he tenido noticia en mucho tiempo. Llegué tarde para escuchar el chisme completo, pero no se requiere demasiado para comprender. Me explico a continuación.
Una de las importantísimas doctoras de este Centro de Investigación comentaba con mi jefe acerca del microscopio (o, siendo más específico, la cámara y el software necesarios, así como algunas otras chunches periféricas) que tienen intención de comprar a una empresa inglesa; parte de la conversación giraba en torno al precio obsceno del aparatejo y a las condiciones que estipula la empresa para la venta, entre las cuales indican que no se hacen responsables una vez salido el paquete de sus oficinas.
De pronto mi jefe empieza a reírse e interrumpe a la importantísima doctora: "La pro-forma dice que la empresa no se hace responsable por retrasos en la entrega debidos a a) Actos de Dios, b) Desastres naturales...".
Resulta innecesario que termine la lista. ¿ACTOS DE DIOS? Supongo que si llueve fuego o durante treinta días continuos con sus noches o se dividen los mares y el barco donde transportan el aparatejo no puede avanzar o si una ballena se traga al mensajero y lo escupe en otro país o si el mensajero cae muerto porque es el primogénito de la familia (y no es judío, evidentemente) o si descienden las huestes celestiales a combatir las terribles fuerzas de la Bestia, entonces la empresa tiene derecho a lavarse las manos pues desde un principio estipuló que no se hacía responsable si Dios se interponía entre ellos y sus clientes.
O más interesante todavía: la empresa queda eximida si Dios se colude con Indra para que reviente el avión a rayos o si Huitzilopochtli envía un comando de colibríes a anunciar la guerra que evite un desembarco en tierra mexicana o si Odin -por algún accidente- yerra el tiro y le atina al avión en lugar del corazón de Fenrir o si Anubis momifica al mensajero o si Poseidón orquesta un periplo de diez años, o doce, ¿por qué no?
Ya antes me he preguntado por qué doctoran a estos señores, si tienen unas faltas de ortografía y redacción que mi sobrina de trece años no comete, si no tienen (en palabras de otra importantísima doctora en ciencias) "el mínimo pudor editorial y científico de revisar los escritos que someten". Pero ahora entro en la interminable y absurda cuestión de Dios contra la ciencia: en esta esquina, Charles Darwin, Max Planck y Albert Einstein; en esta otra, el Señor, el Crucificado y el Espíritu Santo. Quizá sea prejuicio mío, o será que mi propio ateísmo se impone, pero me suena (de inicio) locamente extraño que un laboratorio científico considere las intervenciones divinas en su catálogo de eventos posibles.
Supongamos que les doy el beneficio de la duda; me quedan, entonces, dos posibilidades: A) algún hijoputa demandó a la empresa en alguna ocasión debido a que "Dios se interpuso en la entrega" y la corte falló a favor del demandante (justo ahora recuerdo que el reglamento de la Universidad Iberoamericana prohibe llevar vacas a la escuela o meter un elefante a la fuente, precisamente porque algún imbécil lo hizo hace unos años); B) alguien en esa empresa tiene un sentido del humor finísimo que ya quisiera yo poder desplegar en mis trabajos...
Espero en Dios que sea B.
(Paréntesis absolutamente alejado del asunto de este post: ¡qué glorioso es el Rooftop Concert de los Beatles!)
1 comentario:
Hola, amigo. He recorrido rápidamente mi mirada por tu culto y original texto y sólo me he quedado con que hay algo de Dios que no se puede utilizar tan frívolamente. Ya lo dice el segundo mandamiento de la Ley de Dios.
Enfin, que Dios nos siga protegiendo, manteniendo y amando.
Te reenvío un Power que tal vez te llegue repetido porque es de Rosa Mionis y que viene al caso es "Los bordados de la vida".
Bien, me tengo que despedir por ahora.
Besos de tu amiga que disfruta cuando cree en el Padre.
¿Te contrarío?
No es mi intención, pero me gusta mostrar seguridad en algo que es muy beneficioso a alguien muy listo y muy seguro de lo contrario.
Bueno, te sigue queriendo tu amiga:
Concha
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