viernes, 11 de abril de 2008

Una promesa

O brevísima relación de la literatura occidental de finales del S. XIX.
Las Memorias póstumas de Blas Cubas es quizá la primera novela moderna de la historia de la literatura universal: un vistazo a la Alicia de Lewis Carroll podría hacer tambalear esta afirmación; sin embargo, la estructura formal de las Memorias y la obra en su conjunto es harto más radical. No, prefiero pensar que Alicia no desbanca a Blas.
Mientras en Francia y Rusia dominaban los monstruos del Naturalismo (en el mismo sentido que considero monstruoso a Steve Reich y otros tantos músicos y artistas; no vayamos a creer que me parecen deleznables o grotescos, pues muy por el contrario me son gloriosos), mientras en Inglaterra quedaban resabios de la época victoriana con sus buenos modales y propiedad, mientras en París empezaban a descollar los simbolistas y los parnasianos (salve Baudelaire, Rimbaud, Verlaine; pero el asunto acá es narrativa, con el absoluto respeto y amor que me merece la poesía), mientras en Estados Unidos la literatura empezaba por fin a escribirse en americano a través de las evocaciones y retratos y paisajes de la vida de los personajes más mundanos y folclóricos -un realismo de muy otro tipo- de Mark Twain y antes de que Henry James escribiera Otra vuelta de tuerca, mientras los españoles escribían con alguna pesadez (bueno, ya: con franca pesadez) su versión del Realismo, mientras en México se repetían los cánones españoles con algo de color local, mientras todo eso sucedía Brasil se instalaba como un universo aparte en todo sentido, desde su situación política y social hasta sus expresiones artísticas.Las Memorias se escribieron en 1879, publicadas a manera de novela por entregas en un periódico (envidia a los lectores de la época), y se editaron como libro un año después. Joaquim Maria Machado de Assis mandó a la mierda el romanticismo y el realismo convencional que había cultivado desde hacía ya un largo tiempo: con esta novela, parteaguas en su producción, cambió el modelo narrativo. Huelga decir que si Eclesiastés es más sabio que todos nosotros juntos y no hay nada nuevo bajo el sol, América Latina le debe casi todas sus exploraciones a esta novela en particular y a Machado en general.
¿Que les gusta el inicio de Cien años de soledad? Hummm... Me suena familiar. ¿Que "El Aleph" de Borges es una definición del universo y el absoluto? Ya alguien había escrito una imagen más poderosa. ¿Que los narradores de Vargas Llosa, con sus entrecruzamientos y multiplicidad, son sorprendentes por la técnica? Ah, cierto: constantemente le hace homenaje a Machado. ¿Que el Real Maravilloso de Carpentier y el Realismo Mágico tensan las situaciones convencionales y las refiguran según un imaginario dado sin perder la verosimilitud? Los hilos ya estaban tensos y la sociedad ya era extraña. ¿Que los franceses del Oulipo y sus ejercicios formales y su constricción revolucionaron la manera de escribir? Ups... Setenta años de ventaja. ¿Que la consciencia del narrador como autor y el metanarrador, o el narrador que se ríe de su lector por su sobrada inteligencia? Cumplido. ¿Que la fragmentación posmoderna es la cosa más interesante? Aviso: pre-moderna. ¿Que la digresión y la reflexión, tan en boga en el realismo existencialista, eran excelsas herramientas para trazar la interioridad de un personaje? Al menos Machado tenía humor (negro), y le creo más a Blas Cubas que al mequetrefe de Roquentin. ¿Que la relatividad del orden moral, que la insinuación, que las figuras retóricas como estructura formal en lugar de recurso? Cierto: siempre hay un visionario.
Y sin lugar a dudas lo era. Tengamos envidia y admiración de los monstruos, queramos ser como ellos cuando seamos grandes, seamos suficientemente humildes para aceptar que jamás vamos a escribir Dom Casmurro o Quincas Borba o -por supuesto- las Memorias, esperemos algún día dominar el lenguaje como ellos. Hagámonos: los monstruos no son accidentes del tiempo y la circunstancia ni caprichos divinos, sino trabajo y esfuerzo y disciplina.
Acabada mi perorata moral, asiento por fin mi promesa. El tiempo, sabido y consabido, no me sobra, y aunque quisiera copiar acá algunos de mis capítulos favoritos, pues qué ingrata situación. Prometo hacerlo la semana entrante; por lo pronto, si tienen curiosidad y necedad suficiente para aventurar una lectura en portugués (no es tan difícil, no me digan que no pueden), pues adelante. Pero si la situación es la contraria, los veo acá en unos días.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Doble deuda es la que se me presenta o, como se dice corrientemente, contraigo :
Con Oliver por tomarse la molestia de divulgar a este oculto escritor y al escritor mismo por tomarse tanto trabajo de retratar de forma atrevida sus tiempos y pensamientos .
Espero hacerme merecedora de este depósito de cultura que me regalaís y que, tras "disciplinadas" lecturas, meditaciones, observaciones... pueda corresponder en alguna medida a esta cadena de transmisión de ideas.
Siguiendo tu modelo de saludos, te los mando vibrantes y emotivos.
Concha.