viernes, 5 de septiembre de 2008

Así somos de importantes

En mi oficina nos reunimos para festejar los cumpleaños de los miembros de los grupos de Mutagénesis y Citogenética Ambiental: papaya, cacahuates y botanas, queso, refrescos y pastel; suena a fiesta infantil, pero con doctores de bata blanca, reunidos en un laboratorio donde hay tres centrifugadoras, un autoclave, un refrigerador que me da franco terror abrir y una mesota con una placa de acrílico donde creo que preparan cultivos bacterianos.
¿Y qué corchos hago yo ahí, si ni siquiera sé qué hacen en el laboratorio de Mutagénesis? Ah, pues resulta que el director del grupo, el Dr. Rafael Villalobos Pietrini, es también el editor de la revista donde trabajo, así que invitan al equipo de la sección editorial a todos los convites. Además el hijo del Dr. Villalobos es el diseñador y mi jefe fue alumno suyo: en ciencias, hasta donde he visto, hay una suerte de vicio por la endogamia.
Justo vengo de una de esas reuniones, con una particularidad: esta vez no festejamos el cumpleaños de nadie. En julio pasado, la Revista Internacional de Contaminación Ambiental (aka la revista donde trabajo) fue aceptada para indización por parte de Thomson Reuters en el Science Citation Index Expanded y en Journal Citation Reports, después de algo más de un año de evaluación. ¿Y eso qué corchos importa? Thomson Reuters, antes Institute for Scientific Information, es la empresa que dice qué revista académica es importante para la comunidad interesada y cuál presenta los mejores contenidos en su área, entre otras varias cosas, pero no termino de entender; tienen mecanismos de evaluación para determinar la incidencia y calidad de las publicaciones y además concentran en un solo lugar la producción académica. Dicho en menos palabras, son casi el monopolio multimillonario del conocimiento especializado, cualquiera que sea el área.
Más importante todavía, hay sólo trece revistas mexicanas indizadas, y si nos vamos a poner presumidos, dos de ésas se editan en este Centro, el único en México que puede presumir tal. Por tanto, el hecho de que nos incluyan es de harta relevancia, suficiente para que el rector de esta Universidad nos mande una carta de felicitación firmada por su propia manita. A título personal, mi jefe y el Dr. Villalobos me tomaron todavía más aprecio, pues tal logro se debe en buena medida a mi trabajo aquí; no, no soy el héroe que rescató con sus nulos conocimientos de ciencia a una publicación de la que no entiende más que el directorio, sino que vine a ocupar una plaza crítica (y abandonada, junto a la de la secretaria: gracias, honorable Sindicato de Trabajadores de la UNAM) para el proceso editorial, y además lo hago bien.
En fin, el caso es que hoy nos festejaron con nueces caras que nos hayan aceptado.
Un rato después de empezar a mascar almendras y avellanas saladas, llegó otro hijo del Dr. Villalobos, que también es doctor en ciencias y que además es miembro del Consejo Editorial (¿no les decía yo de la endogamia?). Por lo general, en las reuniones de cumpleaños contamos chistes y repasamos el anecdotario reciente, echamos chisme (que si el sindicato, que si el doctor de no sé dónde hizo no sé qué cosa, que el presupuesto, que los salones, que los cuerpos colegiados...) y comemos calmadamente; sin embargo, este señor se puso un poco más intenso y empezó a hablar de nanopartículas y superficie específica y nitratos y diez a la menos nueve metros y que está de moda hablar de nanocosas y que la tecnología siempre está cambiando y...
Se me salió una sonrisa y de pronto escupí. "En literatura las cosas son más sencillas". Y como siempre en estas situaciones, las tres conversaciones de alrededor hicieron un silencio sepulcral. Ante la mirada curiosa de todos, tuve que argumentar. "Sí, desde hace veinticinco siglos la preocupación es la misma." Por respuesta, este señor me dijo que en poesía de pronto se ponen locos y empiezan con versos que tienen 'no sé cuántas sílabas y que si la rima'. "Uy, eso tiene seis siglos. Y desde los griegos ya se medían los versos. Sólo hasta finales del S. XIX empezaron a trabajar el verso libre." Ellos saben de átomos y bichos, yo sé de palabras y versos: estamos a mano.
Ahí terminó el asunto. Nos acabamos las nueces y todo mundo hizo camino a su respectivo cubículo. De inmediato me acordé de Samuel Gordon, mi profesor de Poesía Mexicana de la carrera, quien se manejaba un anecdotario maravilloso, como haber levantado del suelo a Rosario Castellanos (que era su maestra) cuando ésta se electrocutó. "¿Yo para qué quiero un teléfono celular? Hace veinticinco siglos que nos estamos haciendo las mismas preguntas en poesía. ¿Qué pinche prisa puedo tener?"
Y sí, ¿qué prisa tenemos?
Bueno, ahora pasemos a la diversión. Una chulada...


Addendum: resulta que somos tan, pero tan importantes, que hasta estamos en el portal de la Presidencia de la República. Lo curioso es que nadie sabe cómo llegamos ahí...

3 comentarios:

Xotlatzin dijo...

En literatura las cosas son mucho más complicadas que en las ciencias.

Es sencillo, o al menos factible, diseñar un experimento para indagar si una hipótesis es o no es consistente con sus propias predicciones; pero es imposible, en cambio, concluir algo comprobable sobre los versos, ya sean libres o medidos; salvo que a alguien le gusten o no le gusten unos u otros, lo cual puede ser francamente irrelevante para un tercero.

Así que si querías escoger el camino fácil, mi querido Oliver, la vereda era la que estaba etiquetada como Ciencias Exactas.

Los señores del mundo nano, sólo tenían una conversación ligera y creo que bastante acorde con el lugar en el que estaban. Tu comentario, eso sí, les dio esa sal a las almendras, ¡a todo dar!

Saludos y felicidades por lo de la revista.

Anónimo dijo...

Hola Julián. Vi la noticia de esa revista en la Gaceta y corrí a enseñársela a mi papá que se dedica a la contaminación ambiental, pero no me peló mucho. Yo no sabía de tu importante colaboración en ella, así que ahora obligaré a mi papá a que ponga atención en esto :)
Muchas felicidades, siéntete el muy muy.
Wells

Julián Iriarte (bueno, ya: Oliver) dijo...

Xotla: así como que me fui por el camino fácil, a todos nos queda claro que no (teníamos que ser necios...). Creo que a lo que me refería era que las variables a analizar en literatura son más sencillas de ver, en tanto experiencia del individuo que participa de ella: no necesito saber de quarks y electrones para lloriquear como adolescente desgañitado cuando leo a Jorge Manrique. Por otra parte, está muy cagado que la charla ligera de los señores nano (¡qué buen término!) sea taaan densa.
Wells: corre, corre, te conmino a hacerlo. Y que nos citen: así sube el factor de impacto y a lo mejor me suben el sueldo. Y sí, soy el remuy muy. jiji