jueves, 30 de octubre de 2008

Ventilando la emepetresteca

He decidido que el Vira Loucos: Cyro Baptista plays the music of [Heitor] Villa Lobos es uno de los mejores discos que he oído en muchísimo tiempo. Y por esa sola razón considero indispensable que más y más gente lo escuche y lo disfrute; y me cae que se disfruta muchísimo.
Les prometo que no estoy cometiendo un acto de terrorismo musical, que es un gran disco, que se puede bailar si les salta el espíritu fiestero encima, que podrían ponerlo en una cena familiar (una alegre, por supuesto) y quizá en una fiesta, que Cyro indudablemente está loco y sabe hacer buen uso de esa locura.
Como pueden darse cuenta, ésta es otra manera de darle salida a las 560, lo cual no significa que las encuestas con votos multitudinarios dejan de existir: nomás denme un tiempecito y de verdad que empezamos otra vez con eso.
Dicho todo lo anterior, aquí está el botoncito que todos estaban buscando. Disfruten un chorro.
Peticiones (en la inteligencia de que las 560 abarcan determinado tipo de música loca) al correo que todos saben donde está.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Un ejercicio de intuición

I.
El lunes de la semana pasada recibí un correo: "Spirituality means dealing with intuition [La espiritualidad significa tratar con la intuición] NO SE PIERDAN ESTA [sic]". Es alguien que no me escribe con frecuencia, es alguien quien no creería que me mandaría un correo con una cabecera que hablara de espiritualidad, es alguien a quien nunca he escuchado tocar -ni de lejitos- el tema, a pesar de que trabaja en una revista que sí lo toca, aunque de lejitos.
Dicho en poquísimas palabras, había dos ligas para ver un documental vía internet.
Y no fue reticencia, ni la inconstante negación que hago de ese periodo new-age de mi vida (con olor a incienso y terminajos y cantos hindúes), sino que la advertencia me bastó: "es largo, pero no lo dejen de ver"; en consecuencia, sólo hasta ayer me di el tiempo, aunque más correcto fuera decir le robé el tiempo a todos mis pendientes, que ya pronto habrán de cobrármelo.
Y qué cosa...

II.
Zeitgeist


Yo lo vi en inglés, así que no puedo decir con seguridad, pero en algún lugar leí que el subtitulado en español es infame. Por si lo prefieren, aquí en lengua original.

III.
Me parece indispensable rescatar dos cosas de esto: por una parte, la importancia de los fenómenos de la naturaleza y su preponderancia en y para la vida (dah... una enorme perogrullada); por otra, la necesidad del pensamiento crítico y la metichería.

IIIa.
Con respecto a lo primero, la Tabla Esmeralda lo resume en el segundo punto: "Quod est inferius est sicut quod est superius, et quod est superius est sicut quod est inferius, ad perpetranda miracula rei unius" (¿nos hemos dado cuenta de lo mucho que me gusta el latín?); que en castellano es "Lo que está debajo es igual a lo que está arriba, y lo que es arriba es igual a lo que está abajo, para cumplir los milagros del Uno". Micro y macrocosmos, las relaciones de las cosas que componen el universo, el valor de cada sujeto y cada objeto determinado por sí mismo y por otros sujetos y objetos; pero también un lugar en ese universo.
En la actualidad, nuestra relación con las cosas sencillas, las que sí son importantes, se ve lamentablemente diluida -si no es que minada- por intereses cultural e históricamente sembrados en nuestra configuración personal: las chunches tecnológicas, el dinero, la posesión de lo más grande, lo más novedoso, lo más _________, de la mayor cantidad, el sueño americano dicho en pocas palabras, son en general una manera (torpe y ostentosa) de subsanar una capacidad perdida para sorprendernos o reconocer el valor de las cosas y los sucesos y aproximarnos a eso para procurar una experiencia propia. La campaña de MasterCard hace como que entiende ese principio y lo mercantiliza, lo hace un fin secundario para su fin primario: "compra mucho, recurre a nuestros servicios y préstamos, entréganos tu dinero; después de eso, trata de disfrutar de las cosas que no tienen precio, si has comprado los medios para acceder a ellas o si puedes comprarlas (porque al final habremos de ponerles un precio)".
Supongo que eso, entre muchísimas otras cosas, es lo que más extraño de mi padre: en un cajón tengo más de seiscientas fotografías de un viaje que hicimos juntos; casi la mitad son amaneceres o atardeceres, además de arcos iris, flores, árboles y niños. Cada cosa podía ser sorprendente, todo podía ser una experiencia nueva, a pesar de haber sido vivida una infinidad de veces; y yo no puedo hacer eso con esa naturalidad.

IIIb.
No sé (sólo recuerdo una clase de Teoría Literaria y a la Dra. Gloria Prado citarlo) quién etiquetó a Marx, Nietzsche y Freud como los Maestros de la Duda: gente que se metió con principios basales de la configuración del ser humano, los cuestionó, los retorció y llegó a conclusiones radicalmente distintas de las que por siglos nos habían dado una "identidad" como especie. Quizá habría que hacerle justicia a Einstein, que no es poca cosa poner de cabeza toda pretensión de conclusiones absolutas y encima decir que la aporía de Agustín es bastante más fácil de lo que creíamos y encima de eso decir que le sorprendía que nadie lo hubiera dicho antes; y a Galileo, que no dejó de echar preguntas y comentarios incómodos.
La curiosidad natural, y por extensión la duda, nos empuja a conocer y re-conocer los objetos. El conocimiento es, en términos simples, la relación entre un sujeto y un objeto; toda aproximación a cualquier materia es una forma de conocimiento, probablemente el más significativo, pues está basado en la experiencia directa, sin intermediarios. Esa curiosidad que hace que un niño se meta de cabeza en el bote de basura o se coma un bicho o se asome a un pozo y se caiga o compare su cuerpo con el de otro niño u otra niña es indispensable para la capacidad de sorpresa ante las cosas. Si esa curiosidad se pierde, se olvida, se entierra bajo el sano y estático entretenimiento de la televisión (de niño yo no me despegaba de la tele) que tan quietecitos deja a los mocosos, se subestima o simplemente se ignora, es casi definitivo que el mundo se les va a pasar de noche, sin que experimenten nada relevante, aunque obtengan un título con letrotas doradas que los certifique como especialistas en quién sabe qué corchos.
Una respetadísima doctora en biología de este centro de investigación me preguntó un día por qué había estudiado literatura, si para eso me podía quedar en mi casa y asunto arreglado. Me costó guardar la compostura y ser un perfecto caballero, pero pude responderle sin alzar la voz que el asunto, evidentemente, no es así de fácil, y que hay más cosas que merecen atención que el contenido de una caja de petri. Investigadores publicados en revistas internacionales, con proyectos respaldados por Conacyt y presupuestos exorbitantes, pero cuyo criterio está reducido a una materia de trabajo ultraespecializada, incapaces de mirar hacia otro lado, cuestionar su propia realidad y otras ajenas. La horrible paradoja es que su trabajo supone una curiosidad ilimitada y constante, y sin embargo la restringen a algo que sólo unos pocos comparten -por no decir que entienden-.
La capacidad crítica es eso: observar pedacitos de realidad, reconocer lo que los particulariza y lo que los relaciona con otros pedacitos (jamás podremos asir la Realidad entera), aflojar toda concepción que prohiba la construcción y hasta la mera ampliación de concepciones distintas, mayores o paralelas, relacionarse con nuevos objetos y sucesos, rechazar (previo análisis y evaluación) cuanto no empata con determinada idea del mundo y nosotros mismos, tomar una postura. No hay criterio sin decisión, sin una determinada ética detrás.
Creo que la verdadera supervivencia de un individuo no reside en tener una alacena retacada de comida, un salario suficiente y sobrado para cubrir los gastos y caprichos, la seguridad y comodidad que reporta una casa bonita, un cantidad de dinero amasada "por si los tiempos difíciles"; detrás de eso está un pensamiento lúcido, ético, crítico, informado, abierto, curioso... que le obliga a ese individuo a tomar decisiones que implican un bien mayor, que por añadidura dan la alacena y el salario y la casa y la estabilidad económica.

IV.
No me gusta el mundo como es ahora, no me gusta la diáspora individualista que permea las sociedades contemporáneas, no me gusta el desarraigo, la indiferencia, la ingratitud, la displicencia, la falta de determinación y de fe en realidades distintas, no me gusta el kitsch y la banalización de las ideas; tampoco me gusta el huevo...
Todo cuanto y como lo conocemos ahora no es como hace ¿cincuenta años? Sin duda, ésta es una realidad completamente distinta a la que se vislumbraba, y fue posible porque alguien fue necio y se opuso a lo que sucedía. Martin Luther King era un pastor, uno solo, al frente de una iglesia; el Rebelde de la Plaza de Tiananmen era uno solo contra cuatro tanques; Gandhi era un abogado con una idea fija; Bob Dylan ni siquiera tenía el respeto de otros músicos. Todo empieza en un microcosmos, todo incide en el macrocosmos; el momento presente determina las posibilidades que se abren en el futuro y los recuerdos que se establecen en el pasado.
Y esta realidad también es locamente diferente de aquella idea porque muchos otros se quedaron así como estaban, aceptaron lo que se les dijo y siguieron en el status quo. Esta gente tampoco me gusta: esta realidad podría haber sido de otra manera (y con eso quiero decir "mejor") desde hace mucho tiempo.

NOTA FINAL (presumiendo que llegaron hasta aquí)
Tirano como soy, les exijo -en mi más alto tono imperativo- que vean este documental, ya sea aquí o en otra ventana de su explorador o en DVD en su casa (si deciden comprarlo; los conmino a no hacerlo sin haberlo visto antes en internet). Si ya lo vieron (pues se dio a conocer el año pasado), me importa un corcho: lo ven otra vez. No es opción: le roban dos horas a su trabajo o al sueño o a la cena o a la familia o a lo que les venga en gana y se aplastan a ver Zeitgeist; después de eso, se aplastan otras tantas veces a investigar y responder todas las preguntas que les salten, sin asumir que alguien les ha dicho La Verdad, por su propia cuenta y sin más diligencia que su propia metichería, ni más recompensa que saber algo más.

P.D. Ya se lo dije, pero otra vez gracias y muchas gracias a quien me mandó este video.

lunes, 27 de octubre de 2008

Cease and desist

El amor griego comprendía tres variantes: eros, filias y agape.
No creo en ningún dios desde hace ya no sé cuánto. Agape.
Los que eran familia decididamente ya no lo son, salvo unos pocos, todos a una distancia que no puedo salvar. Los que en alguna ocasión se sumaron a la familia también se restan si la circunstancia lleva a ello; los que siguen en esa suma también están a una distancia insalvable. Filias.
Ésas -todas y cada una- a quienes alguna vez quise no están ni estarán. Ni serán. Eros.
Mi conclusión inmediata, torpe, llena de tripas y arrebatada, es justo la del dibujito (y aquí, el gremio y uno que otro metiche sabrá lo que quiere decir el garabato rojo); y sin embargo, al fondo, donde sólo yo comprendo qué corchos quiero decir, alcanzo a verlo justo al contrario.
Mientras tanto, lo digo con todas sus letras: me duele grotescamente saber que tantos años se vinieron abajo, y que esta vez no fui yo.

viernes, 24 de octubre de 2008

De profundis

No tengo que repetir una sola vez más que mis hijos tienen el gobierno de mi imperio. Y cómo corchos no, miren nomás a Timoteo:
Aunque por supuesto, el caballero tiene sus bemoles, como todos:
"Soy pachón, ¿y qué?"

Insisto en que los míos son mapaches disfrazados de gato; si no, no me explico su volumen... Además de pachón, Timoteo tiene otra particularidad: es más jodetas que yo. Y además de eso, su intrepidez mezclada con su falta de pericia (en términos biológicos, sigue siendo un niño; y no voy a abundar en el tema), razón por la cual comete una estupidez de proporción una vez cada cuanto. Paso al quid.
Cada noche, los gatos me reciben en la puerta de la casa; independientemente del inconmensurable amor que me tienen [sic], cada noche hacen un intento para salirse a pasear a las escaleras del edificio, comerse las plantas de los vecinos, revolcarse en los pasillos, subir y bajar uno o dos pisos (aunque se pierden y después lloran porque no saben cómo regresar a la casa...). Si el cansancio no es terrible, me siento en las escaleras y los veo jugar hasta que me da hambre (v.g. cinco o diez minutos después).
Hace dos días, cargado con bolsas de comida, resoplando los cuatro pisos, medio harto de mis clases (arghhh...) y mis alumnos de la tarde, los gatos me ganaron y se me escurrieron por la puerta. Después de acomodar un par de las chunches que cargaba, salí a buscarlos. Al tercer piso no se fueron, así que tengo que subir al quinto.
Ésa no es una foto conceptual ni juega al Expresionismo Abstracto Norteamericano ni es (ni de lejitos) una imitación a Álvarez Bravo: la camarita del celular no hace maravillas de noche. Ésa de ahí es una perspectiva de todos los metros que el lelo de Timoteo hubiera recorrido en caída libre, pues cuando lo vi estaba colgado y pataleando para no caerse del último descanso de la escalera. Ahogado el grito de señora aterrorizada, subí a pescarlo y se me volvió a escurrir; y tranquila y comodinamente, el muy cabrón se revolcó a sus anchas, en el filo del descanso del cuarto piso...
Quiero convencerme, desde lo más hondo de las tripas, que mis gatos me quieren como yo a ellos; y quizá más hondo todavía quisiera -toda proporción guardada- que me lo demostraran más o menos así (encarecida sugerencia: déle play en este momento a las Rolotas de allá arriba y quítele el volumen a la pantalla del YouTube; de corazón se lo digo).



Aunque, por supuesto, las cosas siempre pueden suceder de otra manera...

martes, 21 de octubre de 2008

Una foto ridícula

A todas luces, no soy en absoluto fotogénico.
De todos los conciertos en los que he estado, éste fue _________ [adjetivo laudatorio]; me cuesta definirlo, o será más bien que me rehúso. Siendo franco, no me atrevo a ponerle una etiqueta: mis experiencias, buenas o malas, no tendrían por qué caer en algún formato, como no debiera caer la de nadie. ¿O de verdad podemos analizar objetiva y racionalmente y catalogar nuestros sucesos significativos?
Por supuesto, ver a los Flaming Lips, treinta teletubbies brincoteando con lámparas y bastones de luz, roadies vestidos como constructores, un bagre y un sapo disfrazados de marineros (?), chorros de globos de colores, serpentinas, luces locas, Wayne Coyne metido en una esfera de plástico transparente haciendo body surfing, y escuchar un arsenal de pura rola ponmedebuenas en medio de la fiesta más grande que he visto jamás, basta para decir que el sábado fue uno de esos días que voy a traer pegados por mucho tiempo. Pero Trent Reznor y ese monstruo visual y las dos horas de catarsis...
Apenas voy recuperando la voz, y valió cada grito y cada ladrido.

lunes, 20 de octubre de 2008

Las galletas y la alegría

Lo que las galletas chinas no me dijeron, y sencillamente no podían ver, es que mi sobrino está bien chistoso y que diez minutos platicando con mi hermana me bastan para ponerme de buenas (y no hay ni habrá suficiente chocolate en la tierra para tumbarle la chamba: es la persona más divertida que conozco), aunque tenga toda la malvada intención de incendiar cosas o al menos darle un uso a la arena de gato usada.
Y además, le gusta el rock y brinca cuando escucha Iron Maiden. ¿Quién no encuentra encantador a un chamaco así, de menos de un año?

Las galletas y la rabia

Ayer comí en un restaurante "japonés" (enrollar productos de mar con arroz no es sushi; y no hablemos de envolverlos con tiras de fruta...), tan incuestionablemente tradicional y respetuoso de la identidad cultural de cada país que regalan galletas chinas de la suerte con la cuenta. Digo, si tiene los ojos rasgados seguramente es chino, así que no hay necesidad de tener miramientos con respecto a geografía o historia o cocina: son amarillos y punto.
Al margen de la profunda disquisición geopolítica que tenía conmigo mismo, las galletas chinas eran lo más parecido a un postre en ese momento; y como yo soy un atascado, el papelito de una de mis dos galletas reza:
Eres un perfeccionista. No lo arruines.
Eso ya lo sé: mi obsesión me exige hacer bien lo que sea que estoy haciendo, desde el inicio (el anterior presupuesto se limita a trabajo y actividades manuales; no aplica en lo general para relaciones humanas); y por esa misma obsesión suelo joder las cosas de cabo a rabo. Sólo para no variar, la ambigüedad de las galletas de la suerte no sorprende. ¿O sí?
Las dificultades de hoy llevan a las recompensas de más adelante.
Si tal es cierto, si la sabiduría de la galleta me sobrepasa, si los misterios del universo se cifran en un trocito de papel escondido en una oblea dulce de harina, si he de permitirme una epifanía debido a una sabia galleta china de un restaurante japonés, entonces probablemente seré uno de los hombres más afortunados que ha visto la Historia; digamos que en la planta del pie derecho tengo una marca de nacimiento:
  • No se mezcle con otros productos de índole social.
  • No se exponga a la socialización directa.
  • No diseñado para la vida en convivencia.

viernes, 17 de octubre de 2008

Cuando la poesía por fin suena

El Festival de Poesía en Voz Alta terminó el sábado pasado; en mis paupérrimas condiciones físicas, fui a lo que pude o a lo que me permitió el cansancio o a lo que el trabajo y el tiempo me dieron permiso.
Y como en cada edición, hubo altibajos, unos más dignos que otros. O es quizá que yo estoy chapado a la antigua para ciertas cosas. Justo uno de esos puntos altos fue la versión original (un instrumental desquiciado) de "Amazing Grace" de Jeff Buckley. Y aunque la versión de Buckley forma parte de las 580, tiento su metichería.
En fin, como no estuve en todo, me compenso y hago mi propio festival [sic]. El spoken word le debe todo a la generación Beat, y pocos lectores como Allen Ginsberg; estuve a punto de poner una versión íntegra y sin el Kronos Quartet de fondo, pero dudo que alguien sobreviviera esos 25 minutos, siquiera estos quince. Hay un par de otras cosas, pero no desmerecen ni tantito.
De veritas, por una vez háganme caso: píquenle play.


Spoken word


Y en otros menesteres, a petición de Adriana, Melt Banana da un golpe de estado y asalta las rolotas, sin escalas técnicas ni democráticas; advierto que es terrorismo puro, aunque gloriosísimo, así que váyanse con tiento.


Melt Banana

martes, 14 de octubre de 2008

Una manera de negar la realidad

Desde que vivo solo, me rehúso a que alguien más haga la limpieza de mi casa; más o menos como el coronel Buendía -con la minúscula diferencia de los pescaditos de oro-, el beneficio económico sale sobrando cuando lo importante es el trabajo. Hay muchos tipos de terapia ocupacional y sólo un editor con una vida estúpidamente aburrida entiende lo lindo que es limpiar la casa.
Pero después de meses de hacer caso a mi roomie de cuán necesarios eran esos servicios de limpieza y de acceder a que los hiciera una chica de escasos recursos y que usaran eso para ablandarme el corazón, por fin me dejo de estupideces, me levanto en armas (vg. escoba, recogedor, trapeador y cepillos) y hago lo que aparentemente nunca hizo la chica de escasos recursos... Y en cinco brevísimas horas, un brazo adolorido, dos ampollas, la espalda entumida y los hombros hechos nudos, mi casa estuvo casi limpia.
Si a eso sumamos los peligros de alterar los ciclos circadianos (traigo unas ojeras que hasta a mí me sorprenden), la consecuencia evidente es que mi humor es una infamia, mis ganas de trabajar son mínimas o nulas, mi paciencia se reduce exponencialmente (pobres de mis alumnos), me veo incapacitado a poner buena cara y ni mis discos de salsa-funk-jazz me ponen de buenitas, no digamos de buenas.
Sin embargo, un escritor debiera ser capaz [sic] de construir mundos posibles, distanciarse de sus personajes, constituirlos seres autónomos, con emociones, deseos, pulsiones y todo eso que se supone (se supone) que a nosotros nos hace personas. Me ha faltado la disciplina desde hace un chorro de tiempo, o más bien la he enfocado a cosas que distan de lo que sí me es importante: va, los científicos locos que investigan cómo corchos sacarle azúcar al aserrín son reinteresantes, pero le falta masa emocional [sic] a eso.
En general, estoy negado para escribir poesía, pero de pronto me sale. A mí me queda perfectamente claro por qué sólo puedo con el epigrama (y ocasionalmente el octosílabo rimado), pero eso es cosa para tratar en otro momento, o bien pueden metichear en la historia de la epigramática y asunto arreglado. Éstos de aquí los escribí ayer en la noche, en un ejercicio (que no salió del todo bien) por poner una buena cara en medio de mi mal humor.
Y como todos sabemos que no soy poeta, hagamos el favor de considerar todo ese pdf una ficción, como las que debiera estar en capacidad de hacer.

marcela
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lunes, 13 de octubre de 2008

"Te escribo desde un país lejano"

I.
Aquí, dice ella, no tenemos más que un sol al mes y por poco tiempo. Nos frotamos los ojos con anticipación. Pero en vano. Tiempo inexorable. El sol no llega más que a su hora.
Entonces hay un mundo de cosas que hacer, mientras dura la claridad, aunque apenas tenemos tiempo para mirarnos un poco.
El problema es por la noche, cuando hay que trabajar. Y sin remedio: nacen enanos constantemente.

II.
Cuando paseamos por el campo, le confía ella, sucede que nos topamos en el camino con unas masas enormes. Son las montañas y tarde o temprano habrá que arrodillarse. De nada sirve resistir, no se puede avanzar, aun haciéndose daño.
No es para herir que lo cuento. Podría decir otras cosas si quisiera herir de verdad.

III.
La aurora es gris aquí, continúa ella. No siempre fue así. No sabemos a quién culpar.
Por la noche el ganado lanza grandes mugidos, largos y aflautados al final. Tenemos compasión, pero ¿qué hacer?
El olor de los eucaliptos nos envuelve: bondad, serenidad. Pero el solo olor no puede protegernos de todo. ¿O crees tú que realmente pueda protegernos de todo?

IV.
Añado una palabra más, mejor una pregunta.
¿También fluye el agua en tu país? (No recuerdo si ya me los has dicho). Y, si es ella realmente, produce escalofríos.
¿Que si me gusta? No sé. Cuando está fría una se siente tan sola dentro de ella. Pero es una cosa distinta cuando está tibia. Entonces. ¿Cómo juzgar? ¿Cómo juzgan ustedes, dime, cuando hablan de ella sin disimulo, a corazón abierto?

V.
Te escribo desde el fin del mundo. Es necesario que lo sepas. A menudo tiemblan los árboles. Recogemos las hojas. Tienen una increíble cantidad de nervaduras. ¿De qué sirve? Nada queda entre ellas y el árbol. Nosotras, molestas, nos dispersamos.
¿Será que la vida en la tierra no podría continuar sin viento? ¿O será preciso que todo tiemble siempre, siempre?
También existen movimientos subterráneos, y en la casa cóleras que vienen a enfrentarme, como seres despiadados que quisieran arrancarte confesiones.
Nada vemos, salvo aquello que importa poco ver. Nada, y sin embargo temblamos. ¿Por qué?

VI.
Todas vivimos aquí con un nudo en la garganta. Aunque soy muy joven, has de saber que en otros tiempos fui aún más joven, al igual que mis amigas. ¿Qué significa esto? Seguro que hay algo horrible.
Y en ese tiempo cuando, como ya te dije, éramos aún más jóvenes, teníamos miedo. Alguien podría haberse aprovechado de nuestra confusión, diciéndonos: "Pues bien, el momento ha llegado, vamos a enterrarlas." Y nosotras, pensando: "Es verdad, bien podríamos ser enterradas esta noche si se comprueba que es el momento."
Y sin atrevernos a correr demasiado, jadeantes, sin poder dar un paso más, frente a la fosa abierta, sin aliento, sin tiempo para decir una palabra.
Dime, ¿cuál es el secreto de todo esto?

VII.
Hay, constantemente, añade ella, leones que se pasean a sus anchas por la ciudad. Como no les prestamos atención, ellos tampoco se fijan en nosotros.
Pero si frente a ellos pasa corriendo una muchacha, no pueden contener su emoción. ¡No! Y la devoran de inmediato.
Es por eso que se pasean constantemente por la ciudad, donde nada tienen que hacer, pues igual bostezarían en otros lugares. ¿No es verdad?

VIII.
Hace mucho, pero mucho tiempo -le confía ella-, estamos en lucha con el mar.
Muy raras veces es azul. Cuando está sereno, hasta parece contento. Pero dura poco. Además, su olor lo delata: un olor a podrido (si no fuese su amargura).
Aquí debo explicar el asunto de las olas. Es terriblemente complicado, y el mar... Pero, te suplico, ten confianza en mí. ¿Crees que me atrevería a engañarte? El mar no es sólo una palabra, no es sólo un temor. El mar existe, lo juro, está siempre a la vista.
¿A la vista de quién? Pues de nosotras, nosotras lo vemos. Viene de muy lejos para embaucarnos y atemorizarnos.
Cuando vengas, lo verás con tus propios ojos y quedarás pasmado. "¡Caray!", dirás, pues el mar asombra.
Juntos lo contemplaremos. Estoy segura que entonces no tendré miedo. Dime. ¿Será posible?

IX.
No puedo dejarte con una duda -continúa ella-, con una falta de confianza. Quisiera volver a hablarte del mar. Aunque la confusión persiste. Los arroyos avanzan, pero no el mar. Escucha, no te enojes, juro que no intento engañarte. El mar es así. Por más que se debata, un poco de arena lo detiene. Es un gran indeciso. Él quisiera avanzar, pero así es la cosa.
Tal vez más tarde, algún día, el mar avanzará.

X.
"Estamos, como nunca, rodeadas de hormigas", dice su carta. Inquietas, pecho a tierra, empujan el polvo. No se interesan en nosotras.
Ninguna alza al cabeza.
Es la sociedad más cerrada que existe, aunque en constante expansión. Poco les importan los proyectos futuros, las preocupaciones... las hormigas están entre hormigas en cualquier parte.
Y hasta ahora ninguna se ha vuelto a mirarnos. Antes se aplastarían.

XI.
Ella le escribe:
"No te imaginas todo lo que hay en el cielo, tienes que verlo para creerlo. Allá están las... pero no quisiera decirte su nombre tan pronto."
A pesar de su enorme apariencia, pues abarcan casi todo el cielo, no son más pesadas que un recién nacido.
Las llamamos nubes.
Es cierto que les sale agua, pero nunca por exprimirlas ni por triturarlas. Sería inútil, tienen muy poca.
Pero, a fuerza de abarcar anchuras y anchuras, larguras y larguras, profundidades y profundidades: llegan, a fuerza de hincharse, a soltar algunas gotitas de agua. Sí, de agua. Y quedamos hermosamente mojadas. Corremos furiosas por haber sido sorprendidas, pues nadie sabe el momento en que arrojarán sus gotas. A veces pasan días enteros sin soltarlas y sería en vano quedarse en casa esperando.

XII.
La educación de los escalofríos no se imparte bien en este país. Ignoramos las verdaderas reglas y cuando el suceso aparece nos toma desprevenidas.
Es el Tiempo, por supuesto. (¿Es igual entre ustedes?) Bastaría con llegar antes que él -tú me entiendes-, apenas un poquito antes. ¿Conoces el cuento de la pulga en el cajón? Por supuesto que sí, ¡y de veras es cierto! No sé qué más decir. En fin, ¿cuándo nos veremos?

-Henri Michaux
(presumo que en Poesía y poética, ni idea qué número)

viernes, 10 de octubre de 2008

Control de calidad

Hoy estaba más o menos de buenas -cosa difícil a últimas fechas-, y (carajo) se me acaban de calentar las tripas. Tendría que contextualizar un poco para darme a entender, pero mi plena confianza en su metichería me evita el trabajo: como ustedes son fieros lectores en la Caza, ya saben que al señor Chirindangas lo expulsaron por incumplimiento de las reglas.
Al leer los comentarios depositados en este blog, me encuentro el siguiente:
Anónimo Juan Cassa Novva dijo...

te equivocas carnal: a chirindangas lo expulsaron porque una sexoservidora (fernanda siempre) le hizo porra en un periódico de ínfima calidad.
y como mencionas a esa pendeja para darle la razón, me pregunto si te creíste ese cuento o si eres uno de sus tantos clientes :OP espero que no hehe
saludos

Hay una respuesta a ese comentario, y me parece pertinente (como disparador de reflexión) partir de ella para entrar por fin al quid de este post:
Juan: no suelo responder comentarios como el tuyo, sobre todo porque mi secretaria es muy eficiente y me evita el mal rato. Sin embargo, esta vez me le adelanté; respondo punto por punto.
Primero. Al señor lo expulsaron por no cumplir las reglas en dos ocasiones y además querer verle la cara al público, a los jueces, a los organizadores de Caza, a la Dirección de Literatura de la UNAM y demás agregados. Si me preguntan, con uno bastaba para tomar la determinación.
Segundo. Como participante de la primera edición del concurso fui testigo de un caso de publicidad que tuvo muy otro resultado. Dudo que hayan cambiado las indicaciones que se nos dieron a nosotros, pero fueron muy explícitos al prohibirnos que nos hiciéramos publicidad para conseguir el voto del público; Lorena, en esa ocasión, lo hizo para sí misma (no un tercero) y en el instante en que se le objetó, detuvo todo medio publicitario. (Se me olvidó añadir que siguió en el concurso hasta que fue expulsada.)
Tercero. Yo también entregué tarde un ejercicio y lo que consideré más digno fue pedir más trabajo (como también le pusieron más trabajo al señor, ejercicio que por cierto también entregó fuera de tiempo y sin atender a las indicaciones). Me voy a guardar mi comentario sobre la diferencia de la calidad cívica: creo que queda claro. (Y aquí también se me olvidó añadir que yo también seguí en el concurso hasta que me expulsaron.)
Cuarto. La señora a quien vituperas está muy por encima en calidad moral y cultural que una abrumadora cantidad de escoria que inunda, lamentablemente, este país. Y si a ti te parece indigno u ofensivo que una mujer se desempeñe como sexoservidora, en lo personal me parece más indigno tener un trabajo mecánico, donde la gente no piensa, no se le atribuyen cualidades, donde todo es igual y además les venden el sueño de que serán grandes y mejores. Un McJob es el trabajo más infame al que cualquiera se pueda someter.
Quinto. La falta de criterio, cultura, conocimiento, capacidad reflexiva y crítica, discernimiento y proactividad se refleja en dos cosas: el lenguaje y el juicio.
Sí, se me calentaron las tripas. Sí, esto es un desplante. Sí, mi postura con respecto al caso es tajante, si no es que incendiaria.
Por principio de cuentas, si a esta fecha no lo han notado, todavía me quedan resabios de confianza y fe en la ley, que no en quienes la aplican. La sociedad mexicana, en términos generales, es renuente a conocer y reconocer los lineamientos (¿o alguien me puede citar al dedillo las Garantías Individuales?; yo no puedo) que nos debieran regir y respetar los límites que se requieren para el buen funcionamiento y desarrollo de cualquier estructura. Dos ejemplos: lo que más trabajo le costó a Calvino al preparar sus ponencias para la Cátedra Charles Eliot Norton (las Seis notas para el próximo milenio) fue la falta de límites, que le dijeran que podía hablar de lo que le viniera en gana; Lenin le decía a su gente: "Respeten la ley: eso los mata".
Por supuesto, toda delimitación debe ser revisada y cuestionada, y tan fieramente como sea posible, cuando deja de ser útil o coarta la capacidad de los individuos. Y entonces habrá que hacer las reformas necesarias y pertinentes y todo lo demás que ya no tengo que detallar (¿o sí?).
El asunto es que el señor arriba mencionado, además de que no se apegó a los lineamientos que se le impusieron (me digan lo que me digan) y encima quiso justificarlo con una mentira deplorable y encima quiere encontrar defensa en un resquicio de indeterminación, todavía tiene el descaro y cinismo de admitir que es un huevón de primera categoría y a eso se debe su comportamiento, falta de compromiso e indiferencia. Lo que me hace retorcerme en esta silla es que tal es la imagen estereotípica con que nos identifican en el mundo: una mexicanada es un engaño doloso hecho con alevosía en perjuicio de un tercero, y si es posible repetirla, mejor. Por individuos como éste (y me abstengo de calificarlo), el mexicano se ha ganado la desconfianza de todos.
¿Hay algo que aplaudir aquí? Según yo, no; pero si alguien tiene esa mirada salomónica con que se reconocen las virtudes en medio de lo lamentable, mi secretaria estará esperando comunicación suya. ¿Se puede cambiar esta penosa situación? Sí, y mediocre quien no lo crea: sobre cada cual recae una responsabilidad importante y que no se debiera eludir.
Al margen, siendo objetivo y tratando de no perder la disciplina de la crítica, me veo obligado a admitir que de hecho podría ser una buena novela ésa que escribe. Sin embargo, sin disciplina y compromiso no hay creación.

jueves, 9 de octubre de 2008

Echando tiros

El trabajo del lector es abrumador en ocasiones. Seguro habrá quien diga que el autor se lleva una chinga mayor, pero no estoy seguro; de hecho, como que lo dudo. Puedo decir, sin el menor empacho -estando en los lados en su debido momento-, que construir algo es complejo, pero analizarlo implica repasar el trabajo que hizo el primero más otro que deriva de ahí: son dos partes de un proceso más largo y nada sencillo.
Ya he dicho en otras ocasiones (ni me acuerdo cuándo, pero eso no importa, porque sé que ustedes son suficientemente metiches como para indagar en los archivos de este blog y elucidarlo) que Roland Barthes es un extraordinario teórico de la literatura y que le tengo un chorro de aprecio. Traduzco una cita que aparece en Never Neutral, y los conmino (angloparlantes) a que vayan allá y se enteren -en ese post y en otros y otros y otros- de una puntada gloriosa y bien filosa que se aventaron unos tíos de Filadelfia, que a resumidas cuentas es una antología falsa que incluye a casi 4,000 poetas (vivos o muertos [Rimbaud y Pound y Ernesto mismo, por ejemplo]), y cuyos poemas no son de la autoría que asienta el texto, sino que los escribió una computadora por medio de un algoritmo. Tsss...
La crítica clásica nunca ha prestado ninguna atención al lector; para ella, el escritor es la única persona en la literatura. Empezamos ahora a dejar de ser engañados por las arrogantes recriminaciones antifrásticas de la buena sociedad en favor de eso mismo que deja de lado, ignora, ahoga o destruye; sabemos que para dar a la escritura su futuro, es necesario derrocar el mito: el nacimiento del lector debe ser a costa de la muerte del Autor.
A lo que voy es que ando meticheando en la Caza, e independientemente de que otra vez hay sucesos polémicos debido al actuar de uno de los participantes, la cosa está intensa. A nosotros nos tocaron ejercicios de escritura breves y costaba bien poquito tiempo metichear en blogs ajenos. Pero ni por pienso se parece leer doce párrafos a leer doce novelas breves; está bien, no se publicaron las novelas completas, sino que van por entregas y ejercicios sobre cada una, pero eso no exime de sobrevivir las doce (once ya) y hacer un esfuerzo titánico por comentarlas todas, sin perder la disciplina y ser objetivo y tratar de ser lúcido.
Creo que llevo tres de la segunda entrega y ya estoy arrastrando la cobija. No puedo quitarle ningún mérito a los doce que llegaron hasta ahí (no los voy a matar a lo Barthes) y tampoco voy a intentarlo, pero sin lugar a dudas un lector comprometido se echa a los hombros una carga brutal, que además de fuerza, requiere compromiso, aguante y tripas para llevarla. Eso ya lo sabía, pero ahora lo compruebo con una ferocidad a la que nunca me había expuesto. Y eso que por falta de práctica (y tiempo) no me pongo tan necio con la textura.

lunes, 6 de octubre de 2008

Contener la tentación

El viernes, después de ladrar no sé cuántas horas en la oficina, con los ojos hinchados de leer en la computadora no sé cuántas horas las novelas de Caza de Letras (ya haré un comentario en las horas que siguen, pero allá) y por la maldita gripa que todavía no me quito de encima, caminé tan tranquilo como pude a la casa.
En mi camino me crucé con una muchachita morena, de ojos grandes, delgada casi ñanga y algo desgarbada, por harto coqueta. Me detuve un instante, con la absoluta sensación de que ya antes la había visto, o quizá quise creerlo así sólo para darme una excusa para detenerme un instante y coquetearle de vuelta. Cruzamos un par de palabras, y debo admitirlo: no pude contenerme y le rasqué el cuello, justo debajo de la oreja. Y no opuso resistencia.
Pasado ese momento de indecente coquetería a mitad de la calle, pasadas las caricias y las conversaciones, me disculpé y anuncié mi retirada, aduciendo el cansancio. Pero le pareció sencillo seguirme, caminar junto a mí, acercarse otro poquito si me detenía.
Y qué difícil fue decirle que no la podía llevar conmigo: ya tengo dos gatos en casa, que además cuidan que nadie intente siquiera usurpar la corona de su imperio; llevar una tercera, en resumen, era pésima idea. Y la gata se quedó sentadita en la banqueta, para después meterse entre los arbustos.
Carajo: un maullido y casi caigo herido.

viernes, 3 de octubre de 2008

Expiemos la culpa

En cuanto sale el sol

___todo sale sobrando

___________basta
_______________con abrir los ojos
_____________ desperezarse
_______________como un gato

y todo lo demás
_____los sistemas
________filosóficos
_______________políticos
_____las profundas disquisiciones
__________éticas
_______________estéticas

son sólo
_____una manera agradable de pasar el rato
bellos garigoleos barrocos de los cuales hay que regresar
______para recuperar
___________aquí en el sol
______el goce simple de la propia piel

-Isabel Fraire

Otro tipo de histéresis

Hoy en la mañana, mientras me bañaba, mi cabeza rebotaba entre no sé cuántas cosas que tenían un rostro ofensivo (sí, como cuando uno tiene la oscura intención de desplegar toda su energía para vituperar; o cuando uno piensa en una travesura y casi se le antoja el acto más cruel que mente humana haya concebido jamás, como darle un uso a la arena de gato usada).
Entonces quise tener un momento de calma, meter el freno de mano y cambiar la dirección; o quizá lo que en verdad quería era terminar de cortar con el mejor escalpelo y regodearme en mi ira como niño berrinchudo, haciendo pataleta y tirando cosas en el supermercado. Y entonces pensé que Henri Michaux decía mejor lo que yo quería escupir en ese momento; sin embargo, las cosas de rostro ofensivo que rebotaban en mi cabeza no se pusieron ni tantito quietas cuando salí de la regadera y me distrajeron de asaltar el librero y traerme lo que quería publicar hoy. Ahí vas de nuevo, a rumiar hasta el asco y ladrar y silbar como anaconda anoréxica de bolsillo, sin que llegues siquiera a culebra de campo. Y se te olvida, estúpido, acercarte al librero (no sólo pasar frente a él), revisar entre las revistas, encontrar la correcta y cargarla contigo a la oficina.
Respira, sólo es una gripa.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Miscelánea

a) Hoy comenzó la Caza. Haría un comentario sardónico, pero no puedo (en términos lisos, el sitio está vacío, al menos hasta las cinco de la tarde); en cualquiera caso, Álvaro ya hizo el favor de insinuarlo.
a') Me gusta que, desde el principio y obligatoriamente, los participantes deben interactuar con los demás y ofrecer un comentario crítico con respecto al trabajo ajeno. Como crítico literario de formación, como escritor (siguiendo el eufemismo de Naciones Unidas, en vías de desarrollo), como jodetas y metiche, me parece que fue la decisión más acertada que pudieron tomar: sin crítica, autocrítica ni reflexión, cualquier trabajo, disciplina, arte, oficio y todo lo demás que ustedes hagan o dejen de hacer o se rehúsen a hacer, es inherentemente estúpido. Si en verdad somos la especie civilizada que presumimos que somos desde hace no sé cuántos siglos, para este momento deberíamos tener perfectamente dominada la capacidad de tomar una postura (y es obligatorio tomar partes en todo) y defender esa decisión con argumentos que sobrepasen el "porque lo digo yo y te chingas".
Pero bien sabemos que la crítica es veleidosa...
b) En ocasiones me veo casi obligado a tomar chocolate caliente y pescar a los gatos, hacerme bolita con ellos y quedarme tirado en la cama un rato largo. Hay ocasiones, también, en que más me valiera callarme la boca o ser consciente de las pendejadas que pienso, detenerme y cambiar de tema en esas interminables discusiones que tengo conmigo mismo (y contra mí, y contra otros in absentia). Entonces hay noches en que pesco a Ruperto y hago otro intento feroz de quedarme dormido; y de malas y algún tiempo después, pero lo logro.


b') Cuando una cosa así pasa -y cualquier médico me puede avalar-, el sistema baja el switch por sí mismo, y jodida la cosa: tengo inicios de gripa. Que me dé gripa es increíblemente difícil, pero se vuelve una patada de mula y me puedo pasar un mes así. Ah, pero te rehúsas a tomar medicamentos y ni aspirinas tienes en la casa y no digamos visitar al médico porque ladras y un jugo de naranja hace su trabajo y al rato me curo y nomás es una gripa.
c) Abrumado por la exhorbitante cantidad de votos (chorros de gracias a esa hueste de metiches) que dejaron en la encuesta de aquí a un lado ('¿Qué género musical se nos antoja'?), cumplo lo que toca y les pongo un disco de pop: me tentó la posibilidad de poner a Britney o Back to Basics (que, hay que admitirlo, está rebién hecho) de Christina Aguilera, pero la opción fue el Feels del Animal Collective. Como advertí desde un inicio, tiene poco de convencional, pero debajo de todos los ruidos que escuchen hay una estructura melódica que casi podrían relacionar con los Beach Boys (ellos dicen que es su disco amoroso y que todas las canciones tratan el tema). Con un chorro de inteligencia, estiran esa estructura y la llevan a límites gloriosos. Además de eso, me gusta un chorro.
Animal Collective

d)