miércoles, 31 de diciembre de 2008

Crack

Casi sería necedad y perogrullada decir que la temporada me provoca escozor; es más, hasta podría justificarlo: el año se termina en dos horas, y lo salomónico sería despotricar y mentar madres como corsario, vomitar las tripas viejas y hacerle espacio a algo distinto, a ver si el año nuevo (me) cambia de cara.
Como es de suponer, las felicitaciones rebasan mis capacidades de socialización y mi corazón de tamal: si no te felicité, no lo consideres una ofensa, porque estás en una lista de muchos; malas habilidades, pero no mala intención. Por supuesto, mis amigos -que en poco se parecen a mí- me rebasan con harta facilidad: además de que es el mejor diseñador que conozco (y hay varios en esa nómina), es una de las pocas personas que tienen cada gramo de mis mejores deseos y buena voluntad. Año con año recibo una postal suya, que me pone una sonrisa -aunque sea breve- por el afecto que le profeso a él y a su familia; sin embargo, ésta es la primera vez que se lo agradezco.

Considerando lo anterior y para que vean que no soy tan grinch:

Hecho lo anterior, le rasco la barriga a mi sobrina-gata una hora más, me atraganto las cervezas que mis amigos dejaron en el refri (justo sueldo por cuidarles a la hija-gata) y hago camino a un bar para tomarme una última cerveza, desearle feliz año a un perfecto desconocido (mejor si desconocida) y regresar caminando a casa: hay que calentar para el recorrido de mañana.

martes, 23 de diciembre de 2008

Conste que cito textual

I.
Mi hermana, en un correo que me escribió en mi cumpleaños:
Te has convertido en un hombre auto suficiente y me sorprendes por la velocidad con que arreglas tus cosas. Tu cuñado siempre me dice que no eres un niño y que no te trate así, pero todavía te veo pequeño y rechoncho (imagínate nomás! [imagínense nomás: yo, rechoncho... Eso habrá sido hace unos 25 años, o más.]). Me doy cuenta que efectivamente has crecido.

II.
Mi veterinaria (o, más específicamente, la de mis gatos; no tengo que detallar, ¿o sí?), mientras se despedía de mí, un viernes por la noche:
Me mandas un mensajito cuando llegues a tu casa, porfis. Vete con mucho cuidado, por favor. Te quiero mucho, corazón. Si necesitas algo, me hablas. ¿Quieres que te preste para un taxi?
La próxima vez que lleve a mis hijos con ella, quizá le confiese que me fui caminando a la casa, y que le mandé el mensajito a medio camino.


III.
Mi madrina de bautismo y primera comunión (para que luego no digan que soy pagano nomás de pura necedad; o quizá sí), a la que no veía desde hace ¿catorce? años, en la sobremesa:
Si me hubiera enterado de todo eso que pasó, te hubieras ido a vivir conmigo. TÚ te hubieras ido conmigo. Por cierto, ¿dónde vas a pasar Navidad?
Y justo antes de que me bajara de su auto para tomar el camión:
No, Tomás [mi padrino]: déjalo allá adelante, donde hay luz. Mira: ahí hay más gente. ¿Sí sabes qué camión tomar? ¿Necesitas dinero?

IV. De veras: ya crecí. Me costó un chorro, pero sí.

(Igual que yo no puedo dejar de tomarles fotos a mis gatos, sé que él tenía la misma compulsión.)

lunes, 22 de diciembre de 2008

El camino de la insurgencia

I.
Entre todas las cosas en que he meticheado, los actos pánicos de Alejandro Jodorowsky me provocaron cierto interés en algún momento. Un ejemplo que no es propiamente un artificio suyo, pero resulta muy ilustrativo y brutalmente tierno (y por esa sola razón, me causa algo muy parecido al desagrado), es el caso de un equipo médico francés que en 2006 operó a más de quinientos osos de peluche (como Ruperto); el resultado: más de quinientos chamacos que resentían menos los procesos de recuperación clínica.
Ternurita...
Hasta donde me acuerdo (cualquier devoto de Jodorowsky puede darnos una explicación más detallada en los comentarios), el asunto de los actos pánicos es una representación metafórica de un hecho personal a fin de solucionarlo, modificarlo, concluirlo o afines. En consecuencia, la metáfora es aprehendida a nivel cognitivo y traducida en lo experiencial; por supuesto, si es una metáfora viva (vid. Paul Ricœur).

II.
Caminar es una necesidad, particularmente cuando estoy rabioso, cuando tengo que rumiar algo penoso o doloroso, cuando necesito ordenar mis ideas, cuando quiero desconectarme o cuando lisamente me parece un desperdicio tomar un camión.
Reforma de madrugada es rebonito; cualquier parque después de llover, a pesar de que los lodazales no se vean con claridad en la noche; el Centro es una gloria, aunque de pronto uno tiene la impresión de que sería mejor no mirar al señor de ahí adelante y al borracho de más allá a los ojos; los Centros de Tlalpan y de Coyoacán tienen su encanto, aunque los frecuento poco.
Y caminar no es sólo turismo o un ejercicio intelectivo (?), sino una de mis poquísimas actividades físicas, así que hay que caminar mucho, distancias absurdas para casi toda la gente que conozco. Un récord: de la estación de autobuses de Taxqueña a la Condesa, vía Tlalpan y Viaducto, con una escala para desayunar; he de acotar que, antes de eso, había caminado unas tres horas por Cuernavaca, esperando a que saliera el camión a la Ciudad de México; consideré regresar a la ciudad caminando.
Total: c. seis horas a pie, no consecutivas.

III.
Creo que la Avenida de los Insurgentes es la calle más larga del mundo (por piedad, alguien dígame si es cierto); por lo pronto, es la más larga de la ciudad, con 28.8 km.
Y los he de recorrer.

IV.
La primera vez que amenacé con hacerlo fue hace siete años, y desde entonces he tenido la idea en la cabeza. Va siendo momento de cumplir, y de paso hacer un pequeño acto pánico.
No he decidido todavía en qué dirección he de hacer el recorrido (hoy mismo le pregunto al I Ching), pero la cosa es más o menos así: el primero de enero me subo al Metrobús y me voy a una de sus estaciones terminales. De ahí, con una Guía Roji en la mano (hay que documentar), dos botellas de agua y el libro en la mochila, empiezo mi recorrido, uno distinto y que jamás he hecho, en dirección conocida pero sin destino en esa dirección: dudo que en mi periplo aparezcan lotófagos, pero sé que mi Ítaca no está a unos pocos pasos de los extremos y hay dos gatos ahí (una, que no es Penélope, pero así de guapa es, y otro al que poco le falta para ser Telémaco, aunque algo más lelo).
Empiezo el año sin propósitos, pero con rutas que no pueden sino llevarme a un buen puerto; muy probablemente haya mejores, y sin embargo lo que me importa es el camino: ya después sabré adónde ir. En ese camino, a cada paso (a ver si puedo: mi cabeza es errática) quiero hacerme de palabras importantes, que me obliguen a pensar en otras, para escribir las cosas que me son importantes y que, en cierto sentido, tendrían que marcar mi manera de hacer del año entrante.

V.
¿Alguien me acompaña?


Blow Away - George Harrison

martes, 16 de diciembre de 2008

Soy un manojo de mala voluntad y egoísmo terrible. Sin embargo, no tengo el corazón tan duro como para fingir que no tiene importancia un hecho infausto, debido muy probablemente a un arranque de egoísmo que me rebasa y a la falta de experiencia que conlleva la adolescencia.
En términos reales, no puedo hacer más nada, salvo hacer a un lado mucho de lo que soy y tender la mano.
Espero que la encuentres.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Tengo miedo

Formalmente, hoy es el último día de actividades en el Centro de Ciencias de la Atmósfera, a.k.a. mi base de operaciones. A partir de mañana estoy libre de venir, lo cual es una fea situación: para una persona como yo, de perfil obsesivo/compulsivo, en constante necesidad de actividad (o rumia más estupideces de las que es sano rumiar), no hay nada peor que las vacaciones.
Hace poquito más de dos años, cuando era factotum/esclavo administrativo en aquella infame empresa de serigrafía industrial -que, a su vez, es esclava de Telmex-, daba las córneas a cambio de un mes de vacaciones; y no me dieron ni dos semanas. Hoy, a un año y medio de gestionar estas revistas para científicos locos y señoras tontas, no es que quiera pasarme las horas de mis días aplastado en mi oficina porque disfruto inconmensurablemente mi trabajo (me gusta un chorro, sí, pero hay otras cosas que quisiera hacer, y con más ahínco), sino que es mucho más interesante y productivo que pasarme esas mismas horas aplastado en mi casa, viendo tele y con los gatos encima.
Mas no todo es oscuridad: este túnel por fin se termina (y, carajo, qué bueno) y el año que entra obligatoriamente tendrá que ser mejor; si no, entonces habré de volverme más pagano y empiezo a degollar gallinas... para la cena, por supuesto.
En cualquier caso, me queda el "kit de emergencia en caso de inactividad", consistente en una corrección de casi cincuenta cuartillas a entregar la semana entrante (los dioses bendigan a mis clientes), muchos correos que no mandé en el último mes y que se tienen que enviar sí o sí, muchas horas de ocio disperso, unas cuantas visitas intempestivas y esporádicas a la oficina, "para revisar el correo y que no se sature"...
¿Cuál miedo? Ténganme miedo, porque tengo hambre.


Watching The Wheels - John Lennon

(Debía algo de John -que además ajusta-, como debo algo de George.)

lunes, 8 de diciembre de 2008

Mandatorio

Me importa un corcho que la historia de la Cracow Klezmer Band abarque sólo diez años; me importa un corcho que hayan grabado sólo cinco discos, en el Tzadik de John Zorn y casi bajo su dirección y anuencia, más un recopilatorio en vivo; me importa un corcho que ya no funcionen bajo ese nombre y ahora se llamen Bester Quartet; y en este instante me importa un corcho algo así como tres cuartas partes de la institución musical del orbe entero: a estos cuatro señores deben entregarles el Polar.
Si no me creen, échenle un ojito a los recipiendarios de ediciones anteriores: Ligeti y Reich y Stockhausen y Moog y Xenakis y Boulez dan fe de reconocimiento a una incidencia definitiva en el universo musical contemporáneo. Y me importa un corcho que me digan que la sombra de cualquiera de estos compositores es apabullante con respecto a la Cracow Klezmer Band: su música sobrepasa a muchísimos actos de rock y punk recientes.
Aquí su reinterpretación al libro de composiciones del Masada de Zorn, Book of Angels 5: Balan. No pregunten, ni siquiera averigüen de qué corchos se trata: es un discote y estoy a punto de ordenarles que lo bajen. Me apuesto las costillas a que la sorpresa es gloriosa.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Pedaço de mim

No sé la causa, si tuvieron la poética ocurrencia de depositar tus cenizas en un río o dónde, o en qué condiciones sucedió. Desconozco las minucias: de todo ello me privaron, y a pesar de que podría averiguarlo con tan sólo hacer dos llamadas, puedo prescindir de ello. Que los imbéciles atesoren con silencio lo que no es importante.
Sin embargo, mi ignorancia de esas cosas se ve opacada por mi conocimiento de tantas otras; una sola me basta, pero hoy me permito enumerarlas, por el mero gusto de verlas todas y tener en claro el orgullo: sé que te gusta la Ópera de Chico, sé que alguien te robó esa cinta hace años, que jamás volviste a encontrarla, que creías saber su historia y no era así (pero te creí siempre, de cualquier manera, como hubiera podido creerte a ti y sólo a ti que la Tierra, después de todo, sí es plana). Fui el único que supo darte un momento de alegría, y sólo a mí me quedan claras las lágrimas (unas que jamás había visto) y las hormigas y lo que veías.
Y no puedo sino regalarte otra vez la Ópera. Sin duda, se siguen deshaciendo en hilachas.


Chico Buarque

lunes, 1 de diciembre de 2008

Campos magnéticos

Uno se desprende de determinados individuos y casi en consecuencia aparecen -como por casualidad en la calle, en el transporte público, afuera de la oficina, en un bar, en los servicios de redes sociales (que sigo sin entender bien a bien para qué los quiero, si mis capacidades de comunicación y socialización son paupérrimas)- muchas otras personas que miran con buena cara, que no provocan mi mala cara. Alguno de ésos, quizá, alberga una oportunidad; y en consecuencia, en todos ellos hay una esperanza.
De haberlo sabido, y de en verdad suceder así como lo escribo (y sé perfectamente que no), hace mucho que hubiera cambiado polaridades.


jueves, 27 de noviembre de 2008

Una tormenta

El gravísimo problema de que a uno por fin le fluya la sangre en el cuerpo es que se da cuenta de todas las cosas que sucedieron y a las que no les prestó atención, o más bien a las que apenas puede prestarles alguna, o las que acaba de descubrir. Y son suficientes como para escribir varias entradas, o retacar una sola de la manera más dispersa.

I.
Terminó la Caza, y no tuve la disciplina para seguirla de inicio a fin. Digamos que se me cruzaron un par de pequeñeces, minucias despreciables que consumieron estúpidamente mi atención, y yo de imbécil se las fui a dar. En fin, rabia a parte: No tengo tiempo fue la novela ganadora; y otra vez, como hace un año, igualito que con la Falanja, desde el principio supe quién las traía. No, ya no practico mancias, así que no ha lugar llamar a la magia: la crítica sí sirve para algo.

II.
Mis editoras de revistas para señoras tontas, francamente desesperadas, me rogaron que reescribiera una nota que garabateó una señora tonta; y para que ellas mismas lo afirmaran, sin que yo dijera una sola palabra, es confirmación suficiente.
Por una parte, admito que me divierte, e imaginar la cara de la autora cuando vea que nada de lo publicado lo escribió ella raya en lo glorioso; además, el ejercicio de describir algo que presumo, pero que no domino y donde no tengo autoridad, es bien interesante. Pero por otra, implica rumiar ideas, ordenarlas y redactarlas, y hay como treinta pendientes de científicos locos que resolver.
Tengo la impresión (y sólo es una vaga impresión) de que esa editorial eventualmente me va a reclutar ya no como corrector de estilo: con toda mi arrogancia, les soy más útil que eso. Y lo saben.

III.
Mi casa, a un ritmo desesperante, toma por fin forma de casa: los libros, los utensilios de cocina, la comida enlatada, ya todo está saliendo de las cajas, y los pocos muebles ya tomaron su lugar. Ahora el asunto es limpiar, que entre pelo de gato, polvo y todos los hoyos que le he abierto a las paredes, ese departamento ya da miedo.
Sí, soy una señora quisquillosa para la limpieza, ¿y qué?

IV.
Ah, ¿cuántos como Gene Kelly? Cuando sea grande, quiero ser como él, y tener cuates como los de Mint Royale.

I've a smiiile on my face

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Volviendo (lento)

Ahora que ya me fluye la sangre (y el dolor en el pecho confirma que estaba ahí estancada y oxidándose), me es indispensable reírme cinco minutos:



Admito una cosa: les envidio la pasión que tienen, aunque no sé si mucho, o si tanta pasión.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Extended Play

En virtud de que es incuestionable que no vieron la encuesta más nueva ("De entre todos éstos, quiero escuchar este EP") (sino, ¿por qué otro motivo se guardarían de votar?), me tendré que tomar la libertad de poner cualquier otro EP que se me cruce en la audioteca.
Devotchka está más allá del bien y del mal; si les gusta la "música del mundo" (o world music, que me parece una de las etiquetas más estúpidas que se le ha ocurrido a la crítica musical [y mis razones son similares a las de las galletas]), Devotchka es la gloria que ni Peter Gabriel ni David Byrne lograrán en sus disqueras para adultos contemporáneos. Bueno, sí: tienen algunos discotes, pero su manera de capitalizar la cultura es mero turismo auditivo, como japonés con cámara digital, o grabadora de audio, en su defecto.


Devotchka

miércoles, 19 de noviembre de 2008

To become a bullet

Quizá el panteísmo sea cierto y quizá haya un dios en y detrás de todas las cosas; entonces, no habría manera de refutar que la violencia puede ser hermosa y aún un acto divino.

Si alguien tiene un Valium que me regale, o una bala para regalarle a alguien más, lo agradecería desde lo más profundo del corazón.


Happiness Is A Warm Gun - The Beatles

martes, 18 de noviembre de 2008

Parafraseando a Sartre

I.
En primer año de secundaria, una amiga leyó alguna historia de Sherlock Holmes, no recuerdo si por pura metichería o por ganar puntos con el profesor de español, el ¿Dr.? Rubén Lima Conde; los dos se pasaron varias clases relatando al resto del grupo la historia entera, lo cual ahora me parece perfectamente estúpido (¿qué pre-adolescente de doce años presta atención a una clase de español, gramática, literatura y ciencias afines?), pero en ese momento tenía sentido. A la distancia, el propio Dr. Lima Conde me parece estúpido: si hago caso a los comentarios que hizo mi maestra de español de tercero, la Dra. Carmen Carrillo, y me creo la historia de su grado doctoral, y me creo la historia que yo mismo me hago de sus clases, lamento [sic] decir que no aprendí nada de literatura ni de gramática con él, además de que su gusto literario (presumiéndolo en función de los libros que leímos durante el curso) era terrible; y sin embargo en ese momento era la mejor clase de la secundaria.
En el transcurso de esa pormenorizada narración de las aventuras de Holmes -que mejor hubiera sido leer-, un rasgo particular de la personalidad del detective se me fijó: su memoria fotográfica; más interesante aún era su necesidad de discriminar la información que llegaba a él y desear, por ejemplo, no haber sabido -gracias a Watson- del heliocentrismo (¿o era geocentrismo? ¿Ya ven por qué hubiera sido mejor que yo mismo leyera el bendito libro?) por considerarlo un dato inútil.

II.
En la carrera, mis amigas me preguntaban por qué mis trabajos relacionaban datos supérfluos con otros de cualquier otra índole, supuestamente más significativos. Mis maestros, por otra parte, se mostraban encantados [sic] de que hiciera eso y que jugara a relacionar chunches de universos dispersos.
Una memoria terrible, una metichería igualmente terrible e insaciable, una mente digresiva, una extraña capacidad para encontrar puntos afines, una estúpida necesidad de retarme.

III.
Hace un par de años vi un documental sobre la memoria. Un inglés heptagenario, que había perdido la memoria a corto plazo años atrás, sólo recordaba a su esposa y el piano de la casa, que tocaba magníficamente (el piano, por supuesto: la intimidad de los heptagenarios no era central al documental).
Mi vida es un eterno presente. A veces veo las fotos familiares y quisiera recordar unas vacaciones que tomé con mi esposa o las fiestas de mis hijos, pero no puedo; y por más tristeza que sienta, al instante siguiente desaparece.
Si el budismo zen tiene razón y la iluminación reside en la estancia en ese eterno presente, este señor vive en un evento perpetuo de amor, a costa de la conciencia misma de saberse iluminado: si no se recuerda de qué se ha liberado, ¿qué clase de libertad se obtiene?

IV.
De memoria somos y en palabras existimos; la configuración cultural e identitaria de los individuos es el cruce de recuerdos propios y ajenos con la capacidad personal de reconfiguración de esos recuerdos: somos, cuando mucho y en el mejor de los casos, el cúmulo de referencias que hemos tomado de otros, que se nos han impuesto, que "escogimos", que llegaron por accidente a nuestras manos, limitados o coadyuvados por cuán ágiles somos para recuperar y ligar esos recuerdos. Derivar conocimiento sería, en todo caso y ante todas las cosas, la configuración y construcción de un nuevo recuerdo a partir del ordenamiento de otros previos.
La Realidad, en tanto sistema complejo y multidimensional de relaciones, es inasequible precisamente por eso: no hay memoria capaz de abarcar, al modo del Aleph de Borges, la totalidad de cuatro dimensiones simultáneas en un solo punto.
A pesar de que quisiera hacer como Holmes y en un esfuerzo atroz olvidar, es cosa que no puedo: una vez dentro de mi realidad, presente a fuerza de recordación e imposición, es poco probable que salga. No hay exorcismo posible. Infierno es memoria.
Hay cosas que no "recuerdo": simplemente, no las olvido.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Un remedio para no morir intempestivamente

Antes de que me dé una embolia por el enojo (gracias: veinte años de una linda amistad y la amenaza de un proceso legal en mi contra mezclan maravillosamente en el mismo vaso; no digo más porque todavía procuro ser un caballero), voy a tratar de no perder del todo la compostura, y voy a hacer como que me queda capacidad para sonreír gracias a las dimensiones de mi cinismo.
En virtud de que es de lo más improbable que permanezcan aquí la hora y poquito que duran los discos puestos a su consideración, haremos esto breve: los extended play (EP's) tienen tanta historia como los discos de vinil y son y serán una aproximación bien interesante a muchos músicos.
Y está cotorro el asunto, porque hay quien entiende por EP una colección de cuatro canciones, y otros dicen que dura entre diez y treinta minutos. Entre que peras o manzanas, los que me encontré y la cabeza me permitió reconocer en estos últimos quince minutos.
Prometo que la selección es bastante amable: a nadie le van a sangrar los oídos.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La Fura, la nostalgia, una acción y lo que hay en el camino

Muy a propósito de todas esas cosas (casi a modo de moneditas) que uno tira al pozo de la nostalgia, encontré el folleto de Obit, uno de los ¿espectáculos? que ha presentado La Fura dels Baus en esta ciudad.
Recuerdo la ceremonia de inauguración de las Olimpiadas de Barcelona 92; tenía nueve años y sin embargo la imagen de Hércules cruzando el estadio olímpico se imprimió en mi memoria a fuerza de sorpresa y admiración (lo recordaba, sin embargo, titánico, de diez o quince metros de alto: las perturbaciones y manipulaciones de la memoria no son sino las apropiaciones que cada uno es capaz de hacer, pero ése es tema para otro post, y quizá para otro blog). En ese momento, el nombre de La Fura dels Baus no se quedó conmigo, ni el de Ryuichi Sakamoto, pero en la era de la tecnología eso no representa un problema ya:





(Es una lástima que la era de la tecnología todavía tenga capacidades tan limitadas y todos los videos del YouTube sean una desgracia.)
Conocí a La Fura -con plena conciencia de ello- hace unos diez años, cuando presentaron Fausto 3.0; y salí pasmado del Teatro Metropolitan, abrumado de música e imágenes (por supuesto, el primer libro que levanté justo después fue el Fausto de Goethe). OBS fue aún más abrumador y tanto más divertido: la música industrial, los desplegados en las pantallas de "No se moje. No se mantenga en un solo lugar. Muévase. No se quite los lentes. Peligro de muerte", las proyecciones en tercera dimensión (edición en tiempo real), los cuatro montacargas cruzando el Ala Oeste del Palacio de los Deportes (entre el público corriendo), los actores armados de espadas y hachas, el corazón de cerdo que pisé y -sin saberlo- levanté del piso, todo eso configuró una experiencia que, como tal, no se puede describir.
Huelga decir que, a cada presentación, La Fura ha sido más radical: Obit no tenía un texto escénico, no había una dramaturgia detrás de la presentación, no había actores ni público. La acción colectiva simplemente estaba delineada (¿oscuramente? orquestada), sin explicaciones que limitaran las aproximaciones personalísimas que cada quien hizo, en ejercicios catárticos que cada quien tendrá que explicarse a sí mismo; en consecuencia, no hay dos percepciones del hecho que se parezcan siquiera. Y otra vez, la música fue avasalladora: entre electrónica experimental, noise, industrial y _______, el sonido de motores de avión como fondo para burbujas subiendo en glicerina -mientras nos lavábamos la cara- me hizo llorar.
El folleto (ése que mencioné al inicio) que nos dieron a la entrada tenía una encuesta en la parte de atrás; de alguna manera, mis respuestas me dicen mucho, principalmente porque no veo una diferencia significativa entre ese momento y éste. Por lo demás, es curioso (por no decir absurdo, mercadológicamente hablando [otra de esas cosas gloriosas de La Fura]) ser encuestado y que las respuestas no sirvan a nadie sino a uno mismo.

¿SABES QUÉ TE ENCONTRARÁS HOY, AQUÍ?
  • Una obra de teatro.
  • No lo sé.
  • Una acción colectiva.
  • Una conferencia.
PARA MÍ, LA MUERTE ES:
  • El final de algo.
  • El principio de algo.
  • El cambio de algo.
  • No me interesa. Nunca había pensado en ella.
CUANDO CAMBIO DE CASA:
  • Aún tengo las llaves de la vieja.
  • Me gusta.
  • Suelto muchas cosas viejas e inservibles.
  • Lo guardo todo.
CUANDO EMPIEZO UNA COSA NUEVA:
  • Me cuesta, pero me gusta.
  • Prefiero seguir con lo de antes.
  • Siempre busco cosas nuevas.
  • Lo nuevo me hace ver las cosas distintas.
CREES QUE:
  • Vivir es un rollo.
  • Vale la pena vivir.
  • Vivir es una constante lucha contra los otros.
  • Vivir es un acto de amor.
AHORA, EN MI VIDA:
  • Yo pongo las normas.
  • Sigo las normas.
  • Quiero cambiar las normas.
  • Paso de las normas.
MIS OBJETIVOS PERSONALES:
  • Los tengo claros.
  • Cambian constantemente.
  • No tengo.
  • Estoy perdido.
CUANDO ESTOY SOLO:
  • Me gusta sentirme solo y vacío.
  • Me aburro.
  • Es porque nadie me llama.
  • Necesito buscar mi espacio y mi tiempo.
YO PIENSO QUE:
  • No quiero morir solo.
  • Nazco solo y muero solo.
  • Sin ti no soy nada.
  • Prefiero no pensar.

Journey Home - The Nostalgia 77 Octet
(muy a propósito de esta última semana, en particular el día de ayer; recomendación de Ernesto: tsss... qué discote)

lunes, 10 de noviembre de 2008

Re-mover

Frecuentar la memoria conlleva siempre el riesgo de perderse entre el pozo de la nostalgia o la irremediable catástrofe del autorreproche. Es adentrarse en una geografía en la que se ha perdido el centro.

Tenorio, Antonio. "La memoria está pariendo un corazón" [reseña para Informe contra mí mismo de Eliseo Alberto] en Ananké. 3-4 (1997-98): 52.
Toño Tenorio fue el director del Departamento de Letras de la Universidad Iberoamericana durante los últimos tres semestres que estuve en la carrera. No era muy bien recibido ni apreciado por alumnos ni colegas debido a sus constantes chistes malos (peores que los míos, ya podrán elucidar), y supe que en alguna ocasión un ¿investigador, escritor? invitado a una conferencia reprobó su comportamiento, aludiendo de paso la atroz retahíla de chistes posmo. Sé que lo reclutaron como agregado cultural en Sudamérica y que es novelista, pero ni he encontrado sus libros, ni los he buscado, ni he terminado de leer todas las cosas importantes que tengo que leer; quizá algún día, pero de momento Kipling me exige atención, y después lo harán de nuevo Hawthorne y Gide y Poe y Cortázar y el S. XIX y los medievales y los clásicos y un pedazo de la vanguardia y la Nueva Novela Francesa y quizá, sólo quizá, las dos novelas que debí haber escrito hace más de un año y los cuentos que siguen en borrador después de ¿tres? años.
Al margen del breviario biográfico (absolutamente inútil a los fines de esta entrada), estoy convencido de que una mudanza es el umbral de esa geografía. Aparecen lo mismo kilos de basura que ya es pertinente desechar, unos lentes que de sólo verlos lloro, las cartas de los amigos que están en el extranjero y han sido capaces de seguirme en el curso de mi travesía nómada, las notas para los ensayos que escribí en la carrera...
Al menos en este caso -en mi caso-, uno se asoma a ese pozo de nostalgia sin reprocharse ni reprochar nada, pues todo lo que he guardado ha sido a razón de su valor en un momento determinado. Cuando ese valor se gaste o desaparezca o se diluya esa cualidad que lo particulariza, simple y llanamente habrá de irse a la basura: alquimia o mero intercambio iónico, el oro también se convierte en plomo.
Entonces será cierto, y la ira y el amor y la tristeza y la belleza que se guardan en el corazón desaparecerán; en teoría, tendrían que dar paso a otra ira y a otro amor...
Sí, gané dos días para terminar mi milagrito, pero sigue siendo intempestiva, improvisada, obligatoria, injustificada, estúpida, abusiva y absurda.

jueves, 6 de noviembre de 2008

A sense of despair

Ayer comenzó. Y los dioses saben que detesto empacar y que no hay nada más cansado ni preocupante que guardar una casa y hacer que llegue a su destino (que aún no tengo en claro) sin mella ni pérdida.
No es la primera vez: ya cuento cinco en apenas tres años. Para estos momentos sé bien cómo hacer las cosas, pero la falta de tiempo y las dimensiones de mi preocupación me rebasan con una facilidad asquerosa. Y sin embargo, al fondo del vértigo, hay minúsculos y borrosos incentivos.

I.
Mi edición rústica de Ilíada, en la traducción de Luis Segalá y Estalella, ha estado en los libreros de mi familia por no sé cuántos años: he visto los lomos rojos de la colección (incompleta) Los Clásicos de W. M. Jackson Inc. desde que tengo memoria. Y salvo un par de ocasiones, jamás he abierto las páginas de esos libros.
Ayer, empacando, encontré eso que ven a la derecha: un separador de piel, de factura italiana, olvidado durante ¿veinte? años en la página 250:
La joven que los aqueos me adjudicaron como recompensa y que había conquistado con mi lanza, al tomar una bien murada ciudad, el rey Agamenón Átrida me la quitó como si yo fuera un miserable advenedizo. Mas dejemos lo pasado; no es posible guardar siempre la ira en el corazón, aunque había resuelto no deponer la cólera hasta que la gritería y el combate llegaran a mis bajeles.
Canto XVI
Quizá Aquiles se olvide algún día de su cólera, quizá entre al campo -lanza en mano, el escudo embrazado, las crines de caballo enhiestas en el casco, la espada cabe del muslo, las grebas relucientes- al frente de los mirmidones, sin otro motivo que librar esa batalla a expensas de la propia honra, consagrando la fama de su valentía y fortaleza. Quizá la ira que guarda su corazón -ese soslayado amor a Briseida y a Patroclo, eros y filias- no será la excusa (jamás motivo) para erigirse el soberbio individuo que en verdad es, sobrehumano, portentoso, sólido, y hacer lo correcto.
Quizá Aquiles.

II.
Tenso como estoy, me es sumamente difícil relacionarme con cualquier otra persona, y más si el pecho me bulle de rabia y desasosiego. Los únicos que resienten eso son mis alumnos, y para su buena fortuna no tendrán que tolerarme más: hoy dejo la docencia, al menos del idioma inglés.
Absorto, hacía camino a mi oficina cuando me crucé con un autor iraquí de la Casa Refugio, a quien llevé a comer y conocer el Centro de esta ciudad a petición de mi mejor amiga. Hacía meses que no lo veía, y francamente no pensaba que habría de verlo de nuevo.
- It's been a long time since we met, remember? Margarita told me your father died.
- Last December.
Silencio incómodo.
- But anyway. There's nothing I can do. I'm working on it.
- I respect you, Oliver. You're a gentleman, AND you're clever. And that's good. Please, come visit me sometime to Casa Refugio if you are not too busy.
Lord knows I'm busy.

III.
Confirmado: el año entrante comienzo a corregir de nuevo mis revistas de señoras tontas. Al menos algo de diversión, otro trabajo (uno remunerado), y el gusto de ver a mis editoras.

IV.
With a Little Help from My Friends - The Beatles

lunes, 3 de noviembre de 2008

Mudanza

  • Intempestiva.
  • Improvisada.
  • Obligatoria.
  • Injustificada.
  • Ilegal.
  • Estúpida.
  • Abusiva
  • Absurda.
Así de fácil se desgracian veinte años de amistad. Así de fácil me cargo más estrés del que mi cuerpo en verdad es capaz de soportar.

jueves, 30 de octubre de 2008

Ventilando la emepetresteca

He decidido que el Vira Loucos: Cyro Baptista plays the music of [Heitor] Villa Lobos es uno de los mejores discos que he oído en muchísimo tiempo. Y por esa sola razón considero indispensable que más y más gente lo escuche y lo disfrute; y me cae que se disfruta muchísimo.
Les prometo que no estoy cometiendo un acto de terrorismo musical, que es un gran disco, que se puede bailar si les salta el espíritu fiestero encima, que podrían ponerlo en una cena familiar (una alegre, por supuesto) y quizá en una fiesta, que Cyro indudablemente está loco y sabe hacer buen uso de esa locura.
Como pueden darse cuenta, ésta es otra manera de darle salida a las 560, lo cual no significa que las encuestas con votos multitudinarios dejan de existir: nomás denme un tiempecito y de verdad que empezamos otra vez con eso.
Dicho todo lo anterior, aquí está el botoncito que todos estaban buscando. Disfruten un chorro.
Peticiones (en la inteligencia de que las 560 abarcan determinado tipo de música loca) al correo que todos saben donde está.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Un ejercicio de intuición

I.
El lunes de la semana pasada recibí un correo: "Spirituality means dealing with intuition [La espiritualidad significa tratar con la intuición] NO SE PIERDAN ESTA [sic]". Es alguien que no me escribe con frecuencia, es alguien quien no creería que me mandaría un correo con una cabecera que hablara de espiritualidad, es alguien a quien nunca he escuchado tocar -ni de lejitos- el tema, a pesar de que trabaja en una revista que sí lo toca, aunque de lejitos.
Dicho en poquísimas palabras, había dos ligas para ver un documental vía internet.
Y no fue reticencia, ni la inconstante negación que hago de ese periodo new-age de mi vida (con olor a incienso y terminajos y cantos hindúes), sino que la advertencia me bastó: "es largo, pero no lo dejen de ver"; en consecuencia, sólo hasta ayer me di el tiempo, aunque más correcto fuera decir le robé el tiempo a todos mis pendientes, que ya pronto habrán de cobrármelo.
Y qué cosa...

II.
Zeitgeist


Yo lo vi en inglés, así que no puedo decir con seguridad, pero en algún lugar leí que el subtitulado en español es infame. Por si lo prefieren, aquí en lengua original.

III.
Me parece indispensable rescatar dos cosas de esto: por una parte, la importancia de los fenómenos de la naturaleza y su preponderancia en y para la vida (dah... una enorme perogrullada); por otra, la necesidad del pensamiento crítico y la metichería.

IIIa.
Con respecto a lo primero, la Tabla Esmeralda lo resume en el segundo punto: "Quod est inferius est sicut quod est superius, et quod est superius est sicut quod est inferius, ad perpetranda miracula rei unius" (¿nos hemos dado cuenta de lo mucho que me gusta el latín?); que en castellano es "Lo que está debajo es igual a lo que está arriba, y lo que es arriba es igual a lo que está abajo, para cumplir los milagros del Uno". Micro y macrocosmos, las relaciones de las cosas que componen el universo, el valor de cada sujeto y cada objeto determinado por sí mismo y por otros sujetos y objetos; pero también un lugar en ese universo.
En la actualidad, nuestra relación con las cosas sencillas, las que sí son importantes, se ve lamentablemente diluida -si no es que minada- por intereses cultural e históricamente sembrados en nuestra configuración personal: las chunches tecnológicas, el dinero, la posesión de lo más grande, lo más novedoso, lo más _________, de la mayor cantidad, el sueño americano dicho en pocas palabras, son en general una manera (torpe y ostentosa) de subsanar una capacidad perdida para sorprendernos o reconocer el valor de las cosas y los sucesos y aproximarnos a eso para procurar una experiencia propia. La campaña de MasterCard hace como que entiende ese principio y lo mercantiliza, lo hace un fin secundario para su fin primario: "compra mucho, recurre a nuestros servicios y préstamos, entréganos tu dinero; después de eso, trata de disfrutar de las cosas que no tienen precio, si has comprado los medios para acceder a ellas o si puedes comprarlas (porque al final habremos de ponerles un precio)".
Supongo que eso, entre muchísimas otras cosas, es lo que más extraño de mi padre: en un cajón tengo más de seiscientas fotografías de un viaje que hicimos juntos; casi la mitad son amaneceres o atardeceres, además de arcos iris, flores, árboles y niños. Cada cosa podía ser sorprendente, todo podía ser una experiencia nueva, a pesar de haber sido vivida una infinidad de veces; y yo no puedo hacer eso con esa naturalidad.

IIIb.
No sé (sólo recuerdo una clase de Teoría Literaria y a la Dra. Gloria Prado citarlo) quién etiquetó a Marx, Nietzsche y Freud como los Maestros de la Duda: gente que se metió con principios basales de la configuración del ser humano, los cuestionó, los retorció y llegó a conclusiones radicalmente distintas de las que por siglos nos habían dado una "identidad" como especie. Quizá habría que hacerle justicia a Einstein, que no es poca cosa poner de cabeza toda pretensión de conclusiones absolutas y encima decir que la aporía de Agustín es bastante más fácil de lo que creíamos y encima de eso decir que le sorprendía que nadie lo hubiera dicho antes; y a Galileo, que no dejó de echar preguntas y comentarios incómodos.
La curiosidad natural, y por extensión la duda, nos empuja a conocer y re-conocer los objetos. El conocimiento es, en términos simples, la relación entre un sujeto y un objeto; toda aproximación a cualquier materia es una forma de conocimiento, probablemente el más significativo, pues está basado en la experiencia directa, sin intermediarios. Esa curiosidad que hace que un niño se meta de cabeza en el bote de basura o se coma un bicho o se asome a un pozo y se caiga o compare su cuerpo con el de otro niño u otra niña es indispensable para la capacidad de sorpresa ante las cosas. Si esa curiosidad se pierde, se olvida, se entierra bajo el sano y estático entretenimiento de la televisión (de niño yo no me despegaba de la tele) que tan quietecitos deja a los mocosos, se subestima o simplemente se ignora, es casi definitivo que el mundo se les va a pasar de noche, sin que experimenten nada relevante, aunque obtengan un título con letrotas doradas que los certifique como especialistas en quién sabe qué corchos.
Una respetadísima doctora en biología de este centro de investigación me preguntó un día por qué había estudiado literatura, si para eso me podía quedar en mi casa y asunto arreglado. Me costó guardar la compostura y ser un perfecto caballero, pero pude responderle sin alzar la voz que el asunto, evidentemente, no es así de fácil, y que hay más cosas que merecen atención que el contenido de una caja de petri. Investigadores publicados en revistas internacionales, con proyectos respaldados por Conacyt y presupuestos exorbitantes, pero cuyo criterio está reducido a una materia de trabajo ultraespecializada, incapaces de mirar hacia otro lado, cuestionar su propia realidad y otras ajenas. La horrible paradoja es que su trabajo supone una curiosidad ilimitada y constante, y sin embargo la restringen a algo que sólo unos pocos comparten -por no decir que entienden-.
La capacidad crítica es eso: observar pedacitos de realidad, reconocer lo que los particulariza y lo que los relaciona con otros pedacitos (jamás podremos asir la Realidad entera), aflojar toda concepción que prohiba la construcción y hasta la mera ampliación de concepciones distintas, mayores o paralelas, relacionarse con nuevos objetos y sucesos, rechazar (previo análisis y evaluación) cuanto no empata con determinada idea del mundo y nosotros mismos, tomar una postura. No hay criterio sin decisión, sin una determinada ética detrás.
Creo que la verdadera supervivencia de un individuo no reside en tener una alacena retacada de comida, un salario suficiente y sobrado para cubrir los gastos y caprichos, la seguridad y comodidad que reporta una casa bonita, un cantidad de dinero amasada "por si los tiempos difíciles"; detrás de eso está un pensamiento lúcido, ético, crítico, informado, abierto, curioso... que le obliga a ese individuo a tomar decisiones que implican un bien mayor, que por añadidura dan la alacena y el salario y la casa y la estabilidad económica.

IV.
No me gusta el mundo como es ahora, no me gusta la diáspora individualista que permea las sociedades contemporáneas, no me gusta el desarraigo, la indiferencia, la ingratitud, la displicencia, la falta de determinación y de fe en realidades distintas, no me gusta el kitsch y la banalización de las ideas; tampoco me gusta el huevo...
Todo cuanto y como lo conocemos ahora no es como hace ¿cincuenta años? Sin duda, ésta es una realidad completamente distinta a la que se vislumbraba, y fue posible porque alguien fue necio y se opuso a lo que sucedía. Martin Luther King era un pastor, uno solo, al frente de una iglesia; el Rebelde de la Plaza de Tiananmen era uno solo contra cuatro tanques; Gandhi era un abogado con una idea fija; Bob Dylan ni siquiera tenía el respeto de otros músicos. Todo empieza en un microcosmos, todo incide en el macrocosmos; el momento presente determina las posibilidades que se abren en el futuro y los recuerdos que se establecen en el pasado.
Y esta realidad también es locamente diferente de aquella idea porque muchos otros se quedaron así como estaban, aceptaron lo que se les dijo y siguieron en el status quo. Esta gente tampoco me gusta: esta realidad podría haber sido de otra manera (y con eso quiero decir "mejor") desde hace mucho tiempo.

NOTA FINAL (presumiendo que llegaron hasta aquí)
Tirano como soy, les exijo -en mi más alto tono imperativo- que vean este documental, ya sea aquí o en otra ventana de su explorador o en DVD en su casa (si deciden comprarlo; los conmino a no hacerlo sin haberlo visto antes en internet). Si ya lo vieron (pues se dio a conocer el año pasado), me importa un corcho: lo ven otra vez. No es opción: le roban dos horas a su trabajo o al sueño o a la cena o a la familia o a lo que les venga en gana y se aplastan a ver Zeitgeist; después de eso, se aplastan otras tantas veces a investigar y responder todas las preguntas que les salten, sin asumir que alguien les ha dicho La Verdad, por su propia cuenta y sin más diligencia que su propia metichería, ni más recompensa que saber algo más.

P.D. Ya se lo dije, pero otra vez gracias y muchas gracias a quien me mandó este video.

lunes, 27 de octubre de 2008

Cease and desist

El amor griego comprendía tres variantes: eros, filias y agape.
No creo en ningún dios desde hace ya no sé cuánto. Agape.
Los que eran familia decididamente ya no lo son, salvo unos pocos, todos a una distancia que no puedo salvar. Los que en alguna ocasión se sumaron a la familia también se restan si la circunstancia lleva a ello; los que siguen en esa suma también están a una distancia insalvable. Filias.
Ésas -todas y cada una- a quienes alguna vez quise no están ni estarán. Ni serán. Eros.
Mi conclusión inmediata, torpe, llena de tripas y arrebatada, es justo la del dibujito (y aquí, el gremio y uno que otro metiche sabrá lo que quiere decir el garabato rojo); y sin embargo, al fondo, donde sólo yo comprendo qué corchos quiero decir, alcanzo a verlo justo al contrario.
Mientras tanto, lo digo con todas sus letras: me duele grotescamente saber que tantos años se vinieron abajo, y que esta vez no fui yo.

viernes, 24 de octubre de 2008

De profundis

No tengo que repetir una sola vez más que mis hijos tienen el gobierno de mi imperio. Y cómo corchos no, miren nomás a Timoteo:
Aunque por supuesto, el caballero tiene sus bemoles, como todos:
"Soy pachón, ¿y qué?"

Insisto en que los míos son mapaches disfrazados de gato; si no, no me explico su volumen... Además de pachón, Timoteo tiene otra particularidad: es más jodetas que yo. Y además de eso, su intrepidez mezclada con su falta de pericia (en términos biológicos, sigue siendo un niño; y no voy a abundar en el tema), razón por la cual comete una estupidez de proporción una vez cada cuanto. Paso al quid.
Cada noche, los gatos me reciben en la puerta de la casa; independientemente del inconmensurable amor que me tienen [sic], cada noche hacen un intento para salirse a pasear a las escaleras del edificio, comerse las plantas de los vecinos, revolcarse en los pasillos, subir y bajar uno o dos pisos (aunque se pierden y después lloran porque no saben cómo regresar a la casa...). Si el cansancio no es terrible, me siento en las escaleras y los veo jugar hasta que me da hambre (v.g. cinco o diez minutos después).
Hace dos días, cargado con bolsas de comida, resoplando los cuatro pisos, medio harto de mis clases (arghhh...) y mis alumnos de la tarde, los gatos me ganaron y se me escurrieron por la puerta. Después de acomodar un par de las chunches que cargaba, salí a buscarlos. Al tercer piso no se fueron, así que tengo que subir al quinto.
Ésa no es una foto conceptual ni juega al Expresionismo Abstracto Norteamericano ni es (ni de lejitos) una imitación a Álvarez Bravo: la camarita del celular no hace maravillas de noche. Ésa de ahí es una perspectiva de todos los metros que el lelo de Timoteo hubiera recorrido en caída libre, pues cuando lo vi estaba colgado y pataleando para no caerse del último descanso de la escalera. Ahogado el grito de señora aterrorizada, subí a pescarlo y se me volvió a escurrir; y tranquila y comodinamente, el muy cabrón se revolcó a sus anchas, en el filo del descanso del cuarto piso...
Quiero convencerme, desde lo más hondo de las tripas, que mis gatos me quieren como yo a ellos; y quizá más hondo todavía quisiera -toda proporción guardada- que me lo demostraran más o menos así (encarecida sugerencia: déle play en este momento a las Rolotas de allá arriba y quítele el volumen a la pantalla del YouTube; de corazón se lo digo).



Aunque, por supuesto, las cosas siempre pueden suceder de otra manera...

martes, 21 de octubre de 2008

Una foto ridícula

A todas luces, no soy en absoluto fotogénico.
De todos los conciertos en los que he estado, éste fue _________ [adjetivo laudatorio]; me cuesta definirlo, o será más bien que me rehúso. Siendo franco, no me atrevo a ponerle una etiqueta: mis experiencias, buenas o malas, no tendrían por qué caer en algún formato, como no debiera caer la de nadie. ¿O de verdad podemos analizar objetiva y racionalmente y catalogar nuestros sucesos significativos?
Por supuesto, ver a los Flaming Lips, treinta teletubbies brincoteando con lámparas y bastones de luz, roadies vestidos como constructores, un bagre y un sapo disfrazados de marineros (?), chorros de globos de colores, serpentinas, luces locas, Wayne Coyne metido en una esfera de plástico transparente haciendo body surfing, y escuchar un arsenal de pura rola ponmedebuenas en medio de la fiesta más grande que he visto jamás, basta para decir que el sábado fue uno de esos días que voy a traer pegados por mucho tiempo. Pero Trent Reznor y ese monstruo visual y las dos horas de catarsis...
Apenas voy recuperando la voz, y valió cada grito y cada ladrido.

lunes, 20 de octubre de 2008

Las galletas y la alegría

Lo que las galletas chinas no me dijeron, y sencillamente no podían ver, es que mi sobrino está bien chistoso y que diez minutos platicando con mi hermana me bastan para ponerme de buenas (y no hay ni habrá suficiente chocolate en la tierra para tumbarle la chamba: es la persona más divertida que conozco), aunque tenga toda la malvada intención de incendiar cosas o al menos darle un uso a la arena de gato usada.
Y además, le gusta el rock y brinca cuando escucha Iron Maiden. ¿Quién no encuentra encantador a un chamaco así, de menos de un año?

Las galletas y la rabia

Ayer comí en un restaurante "japonés" (enrollar productos de mar con arroz no es sushi; y no hablemos de envolverlos con tiras de fruta...), tan incuestionablemente tradicional y respetuoso de la identidad cultural de cada país que regalan galletas chinas de la suerte con la cuenta. Digo, si tiene los ojos rasgados seguramente es chino, así que no hay necesidad de tener miramientos con respecto a geografía o historia o cocina: son amarillos y punto.
Al margen de la profunda disquisición geopolítica que tenía conmigo mismo, las galletas chinas eran lo más parecido a un postre en ese momento; y como yo soy un atascado, el papelito de una de mis dos galletas reza:
Eres un perfeccionista. No lo arruines.
Eso ya lo sé: mi obsesión me exige hacer bien lo que sea que estoy haciendo, desde el inicio (el anterior presupuesto se limita a trabajo y actividades manuales; no aplica en lo general para relaciones humanas); y por esa misma obsesión suelo joder las cosas de cabo a rabo. Sólo para no variar, la ambigüedad de las galletas de la suerte no sorprende. ¿O sí?
Las dificultades de hoy llevan a las recompensas de más adelante.
Si tal es cierto, si la sabiduría de la galleta me sobrepasa, si los misterios del universo se cifran en un trocito de papel escondido en una oblea dulce de harina, si he de permitirme una epifanía debido a una sabia galleta china de un restaurante japonés, entonces probablemente seré uno de los hombres más afortunados que ha visto la Historia; digamos que en la planta del pie derecho tengo una marca de nacimiento:
  • No se mezcle con otros productos de índole social.
  • No se exponga a la socialización directa.
  • No diseñado para la vida en convivencia.

viernes, 17 de octubre de 2008

Cuando la poesía por fin suena

El Festival de Poesía en Voz Alta terminó el sábado pasado; en mis paupérrimas condiciones físicas, fui a lo que pude o a lo que me permitió el cansancio o a lo que el trabajo y el tiempo me dieron permiso.
Y como en cada edición, hubo altibajos, unos más dignos que otros. O es quizá que yo estoy chapado a la antigua para ciertas cosas. Justo uno de esos puntos altos fue la versión original (un instrumental desquiciado) de "Amazing Grace" de Jeff Buckley. Y aunque la versión de Buckley forma parte de las 580, tiento su metichería.
En fin, como no estuve en todo, me compenso y hago mi propio festival [sic]. El spoken word le debe todo a la generación Beat, y pocos lectores como Allen Ginsberg; estuve a punto de poner una versión íntegra y sin el Kronos Quartet de fondo, pero dudo que alguien sobreviviera esos 25 minutos, siquiera estos quince. Hay un par de otras cosas, pero no desmerecen ni tantito.
De veritas, por una vez háganme caso: píquenle play.


Spoken word


Y en otros menesteres, a petición de Adriana, Melt Banana da un golpe de estado y asalta las rolotas, sin escalas técnicas ni democráticas; advierto que es terrorismo puro, aunque gloriosísimo, así que váyanse con tiento.


Melt Banana

martes, 14 de octubre de 2008

Una manera de negar la realidad

Desde que vivo solo, me rehúso a que alguien más haga la limpieza de mi casa; más o menos como el coronel Buendía -con la minúscula diferencia de los pescaditos de oro-, el beneficio económico sale sobrando cuando lo importante es el trabajo. Hay muchos tipos de terapia ocupacional y sólo un editor con una vida estúpidamente aburrida entiende lo lindo que es limpiar la casa.
Pero después de meses de hacer caso a mi roomie de cuán necesarios eran esos servicios de limpieza y de acceder a que los hiciera una chica de escasos recursos y que usaran eso para ablandarme el corazón, por fin me dejo de estupideces, me levanto en armas (vg. escoba, recogedor, trapeador y cepillos) y hago lo que aparentemente nunca hizo la chica de escasos recursos... Y en cinco brevísimas horas, un brazo adolorido, dos ampollas, la espalda entumida y los hombros hechos nudos, mi casa estuvo casi limpia.
Si a eso sumamos los peligros de alterar los ciclos circadianos (traigo unas ojeras que hasta a mí me sorprenden), la consecuencia evidente es que mi humor es una infamia, mis ganas de trabajar son mínimas o nulas, mi paciencia se reduce exponencialmente (pobres de mis alumnos), me veo incapacitado a poner buena cara y ni mis discos de salsa-funk-jazz me ponen de buenitas, no digamos de buenas.
Sin embargo, un escritor debiera ser capaz [sic] de construir mundos posibles, distanciarse de sus personajes, constituirlos seres autónomos, con emociones, deseos, pulsiones y todo eso que se supone (se supone) que a nosotros nos hace personas. Me ha faltado la disciplina desde hace un chorro de tiempo, o más bien la he enfocado a cosas que distan de lo que sí me es importante: va, los científicos locos que investigan cómo corchos sacarle azúcar al aserrín son reinteresantes, pero le falta masa emocional [sic] a eso.
En general, estoy negado para escribir poesía, pero de pronto me sale. A mí me queda perfectamente claro por qué sólo puedo con el epigrama (y ocasionalmente el octosílabo rimado), pero eso es cosa para tratar en otro momento, o bien pueden metichear en la historia de la epigramática y asunto arreglado. Éstos de aquí los escribí ayer en la noche, en un ejercicio (que no salió del todo bien) por poner una buena cara en medio de mi mal humor.
Y como todos sabemos que no soy poeta, hagamos el favor de considerar todo ese pdf una ficción, como las que debiera estar en capacidad de hacer.

marcela
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lunes, 13 de octubre de 2008

"Te escribo desde un país lejano"

I.
Aquí, dice ella, no tenemos más que un sol al mes y por poco tiempo. Nos frotamos los ojos con anticipación. Pero en vano. Tiempo inexorable. El sol no llega más que a su hora.
Entonces hay un mundo de cosas que hacer, mientras dura la claridad, aunque apenas tenemos tiempo para mirarnos un poco.
El problema es por la noche, cuando hay que trabajar. Y sin remedio: nacen enanos constantemente.

II.
Cuando paseamos por el campo, le confía ella, sucede que nos topamos en el camino con unas masas enormes. Son las montañas y tarde o temprano habrá que arrodillarse. De nada sirve resistir, no se puede avanzar, aun haciéndose daño.
No es para herir que lo cuento. Podría decir otras cosas si quisiera herir de verdad.

III.
La aurora es gris aquí, continúa ella. No siempre fue así. No sabemos a quién culpar.
Por la noche el ganado lanza grandes mugidos, largos y aflautados al final. Tenemos compasión, pero ¿qué hacer?
El olor de los eucaliptos nos envuelve: bondad, serenidad. Pero el solo olor no puede protegernos de todo. ¿O crees tú que realmente pueda protegernos de todo?

IV.
Añado una palabra más, mejor una pregunta.
¿También fluye el agua en tu país? (No recuerdo si ya me los has dicho). Y, si es ella realmente, produce escalofríos.
¿Que si me gusta? No sé. Cuando está fría una se siente tan sola dentro de ella. Pero es una cosa distinta cuando está tibia. Entonces. ¿Cómo juzgar? ¿Cómo juzgan ustedes, dime, cuando hablan de ella sin disimulo, a corazón abierto?

V.
Te escribo desde el fin del mundo. Es necesario que lo sepas. A menudo tiemblan los árboles. Recogemos las hojas. Tienen una increíble cantidad de nervaduras. ¿De qué sirve? Nada queda entre ellas y el árbol. Nosotras, molestas, nos dispersamos.
¿Será que la vida en la tierra no podría continuar sin viento? ¿O será preciso que todo tiemble siempre, siempre?
También existen movimientos subterráneos, y en la casa cóleras que vienen a enfrentarme, como seres despiadados que quisieran arrancarte confesiones.
Nada vemos, salvo aquello que importa poco ver. Nada, y sin embargo temblamos. ¿Por qué?

VI.
Todas vivimos aquí con un nudo en la garganta. Aunque soy muy joven, has de saber que en otros tiempos fui aún más joven, al igual que mis amigas. ¿Qué significa esto? Seguro que hay algo horrible.
Y en ese tiempo cuando, como ya te dije, éramos aún más jóvenes, teníamos miedo. Alguien podría haberse aprovechado de nuestra confusión, diciéndonos: "Pues bien, el momento ha llegado, vamos a enterrarlas." Y nosotras, pensando: "Es verdad, bien podríamos ser enterradas esta noche si se comprueba que es el momento."
Y sin atrevernos a correr demasiado, jadeantes, sin poder dar un paso más, frente a la fosa abierta, sin aliento, sin tiempo para decir una palabra.
Dime, ¿cuál es el secreto de todo esto?

VII.
Hay, constantemente, añade ella, leones que se pasean a sus anchas por la ciudad. Como no les prestamos atención, ellos tampoco se fijan en nosotros.
Pero si frente a ellos pasa corriendo una muchacha, no pueden contener su emoción. ¡No! Y la devoran de inmediato.
Es por eso que se pasean constantemente por la ciudad, donde nada tienen que hacer, pues igual bostezarían en otros lugares. ¿No es verdad?

VIII.
Hace mucho, pero mucho tiempo -le confía ella-, estamos en lucha con el mar.
Muy raras veces es azul. Cuando está sereno, hasta parece contento. Pero dura poco. Además, su olor lo delata: un olor a podrido (si no fuese su amargura).
Aquí debo explicar el asunto de las olas. Es terriblemente complicado, y el mar... Pero, te suplico, ten confianza en mí. ¿Crees que me atrevería a engañarte? El mar no es sólo una palabra, no es sólo un temor. El mar existe, lo juro, está siempre a la vista.
¿A la vista de quién? Pues de nosotras, nosotras lo vemos. Viene de muy lejos para embaucarnos y atemorizarnos.
Cuando vengas, lo verás con tus propios ojos y quedarás pasmado. "¡Caray!", dirás, pues el mar asombra.
Juntos lo contemplaremos. Estoy segura que entonces no tendré miedo. Dime. ¿Será posible?

IX.
No puedo dejarte con una duda -continúa ella-, con una falta de confianza. Quisiera volver a hablarte del mar. Aunque la confusión persiste. Los arroyos avanzan, pero no el mar. Escucha, no te enojes, juro que no intento engañarte. El mar es así. Por más que se debata, un poco de arena lo detiene. Es un gran indeciso. Él quisiera avanzar, pero así es la cosa.
Tal vez más tarde, algún día, el mar avanzará.

X.
"Estamos, como nunca, rodeadas de hormigas", dice su carta. Inquietas, pecho a tierra, empujan el polvo. No se interesan en nosotras.
Ninguna alza al cabeza.
Es la sociedad más cerrada que existe, aunque en constante expansión. Poco les importan los proyectos futuros, las preocupaciones... las hormigas están entre hormigas en cualquier parte.
Y hasta ahora ninguna se ha vuelto a mirarnos. Antes se aplastarían.

XI.
Ella le escribe:
"No te imaginas todo lo que hay en el cielo, tienes que verlo para creerlo. Allá están las... pero no quisiera decirte su nombre tan pronto."
A pesar de su enorme apariencia, pues abarcan casi todo el cielo, no son más pesadas que un recién nacido.
Las llamamos nubes.
Es cierto que les sale agua, pero nunca por exprimirlas ni por triturarlas. Sería inútil, tienen muy poca.
Pero, a fuerza de abarcar anchuras y anchuras, larguras y larguras, profundidades y profundidades: llegan, a fuerza de hincharse, a soltar algunas gotitas de agua. Sí, de agua. Y quedamos hermosamente mojadas. Corremos furiosas por haber sido sorprendidas, pues nadie sabe el momento en que arrojarán sus gotas. A veces pasan días enteros sin soltarlas y sería en vano quedarse en casa esperando.

XII.
La educación de los escalofríos no se imparte bien en este país. Ignoramos las verdaderas reglas y cuando el suceso aparece nos toma desprevenidas.
Es el Tiempo, por supuesto. (¿Es igual entre ustedes?) Bastaría con llegar antes que él -tú me entiendes-, apenas un poquito antes. ¿Conoces el cuento de la pulga en el cajón? Por supuesto que sí, ¡y de veras es cierto! No sé qué más decir. En fin, ¿cuándo nos veremos?

-Henri Michaux
(presumo que en Poesía y poética, ni idea qué número)

viernes, 10 de octubre de 2008

Control de calidad

Hoy estaba más o menos de buenas -cosa difícil a últimas fechas-, y (carajo) se me acaban de calentar las tripas. Tendría que contextualizar un poco para darme a entender, pero mi plena confianza en su metichería me evita el trabajo: como ustedes son fieros lectores en la Caza, ya saben que al señor Chirindangas lo expulsaron por incumplimiento de las reglas.
Al leer los comentarios depositados en este blog, me encuentro el siguiente:
Anónimo Juan Cassa Novva dijo...

te equivocas carnal: a chirindangas lo expulsaron porque una sexoservidora (fernanda siempre) le hizo porra en un periódico de ínfima calidad.
y como mencionas a esa pendeja para darle la razón, me pregunto si te creíste ese cuento o si eres uno de sus tantos clientes :OP espero que no hehe
saludos

Hay una respuesta a ese comentario, y me parece pertinente (como disparador de reflexión) partir de ella para entrar por fin al quid de este post:
Juan: no suelo responder comentarios como el tuyo, sobre todo porque mi secretaria es muy eficiente y me evita el mal rato. Sin embargo, esta vez me le adelanté; respondo punto por punto.
Primero. Al señor lo expulsaron por no cumplir las reglas en dos ocasiones y además querer verle la cara al público, a los jueces, a los organizadores de Caza, a la Dirección de Literatura de la UNAM y demás agregados. Si me preguntan, con uno bastaba para tomar la determinación.
Segundo. Como participante de la primera edición del concurso fui testigo de un caso de publicidad que tuvo muy otro resultado. Dudo que hayan cambiado las indicaciones que se nos dieron a nosotros, pero fueron muy explícitos al prohibirnos que nos hiciéramos publicidad para conseguir el voto del público; Lorena, en esa ocasión, lo hizo para sí misma (no un tercero) y en el instante en que se le objetó, detuvo todo medio publicitario. (Se me olvidó añadir que siguió en el concurso hasta que fue expulsada.)
Tercero. Yo también entregué tarde un ejercicio y lo que consideré más digno fue pedir más trabajo (como también le pusieron más trabajo al señor, ejercicio que por cierto también entregó fuera de tiempo y sin atender a las indicaciones). Me voy a guardar mi comentario sobre la diferencia de la calidad cívica: creo que queda claro. (Y aquí también se me olvidó añadir que yo también seguí en el concurso hasta que me expulsaron.)
Cuarto. La señora a quien vituperas está muy por encima en calidad moral y cultural que una abrumadora cantidad de escoria que inunda, lamentablemente, este país. Y si a ti te parece indigno u ofensivo que una mujer se desempeñe como sexoservidora, en lo personal me parece más indigno tener un trabajo mecánico, donde la gente no piensa, no se le atribuyen cualidades, donde todo es igual y además les venden el sueño de que serán grandes y mejores. Un McJob es el trabajo más infame al que cualquiera se pueda someter.
Quinto. La falta de criterio, cultura, conocimiento, capacidad reflexiva y crítica, discernimiento y proactividad se refleja en dos cosas: el lenguaje y el juicio.
Sí, se me calentaron las tripas. Sí, esto es un desplante. Sí, mi postura con respecto al caso es tajante, si no es que incendiaria.
Por principio de cuentas, si a esta fecha no lo han notado, todavía me quedan resabios de confianza y fe en la ley, que no en quienes la aplican. La sociedad mexicana, en términos generales, es renuente a conocer y reconocer los lineamientos (¿o alguien me puede citar al dedillo las Garantías Individuales?; yo no puedo) que nos debieran regir y respetar los límites que se requieren para el buen funcionamiento y desarrollo de cualquier estructura. Dos ejemplos: lo que más trabajo le costó a Calvino al preparar sus ponencias para la Cátedra Charles Eliot Norton (las Seis notas para el próximo milenio) fue la falta de límites, que le dijeran que podía hablar de lo que le viniera en gana; Lenin le decía a su gente: "Respeten la ley: eso los mata".
Por supuesto, toda delimitación debe ser revisada y cuestionada, y tan fieramente como sea posible, cuando deja de ser útil o coarta la capacidad de los individuos. Y entonces habrá que hacer las reformas necesarias y pertinentes y todo lo demás que ya no tengo que detallar (¿o sí?).
El asunto es que el señor arriba mencionado, además de que no se apegó a los lineamientos que se le impusieron (me digan lo que me digan) y encima quiso justificarlo con una mentira deplorable y encima quiere encontrar defensa en un resquicio de indeterminación, todavía tiene el descaro y cinismo de admitir que es un huevón de primera categoría y a eso se debe su comportamiento, falta de compromiso e indiferencia. Lo que me hace retorcerme en esta silla es que tal es la imagen estereotípica con que nos identifican en el mundo: una mexicanada es un engaño doloso hecho con alevosía en perjuicio de un tercero, y si es posible repetirla, mejor. Por individuos como éste (y me abstengo de calificarlo), el mexicano se ha ganado la desconfianza de todos.
¿Hay algo que aplaudir aquí? Según yo, no; pero si alguien tiene esa mirada salomónica con que se reconocen las virtudes en medio de lo lamentable, mi secretaria estará esperando comunicación suya. ¿Se puede cambiar esta penosa situación? Sí, y mediocre quien no lo crea: sobre cada cual recae una responsabilidad importante y que no se debiera eludir.
Al margen, siendo objetivo y tratando de no perder la disciplina de la crítica, me veo obligado a admitir que de hecho podría ser una buena novela ésa que escribe. Sin embargo, sin disciplina y compromiso no hay creación.

jueves, 9 de octubre de 2008

Echando tiros

El trabajo del lector es abrumador en ocasiones. Seguro habrá quien diga que el autor se lleva una chinga mayor, pero no estoy seguro; de hecho, como que lo dudo. Puedo decir, sin el menor empacho -estando en los lados en su debido momento-, que construir algo es complejo, pero analizarlo implica repasar el trabajo que hizo el primero más otro que deriva de ahí: son dos partes de un proceso más largo y nada sencillo.
Ya he dicho en otras ocasiones (ni me acuerdo cuándo, pero eso no importa, porque sé que ustedes son suficientemente metiches como para indagar en los archivos de este blog y elucidarlo) que Roland Barthes es un extraordinario teórico de la literatura y que le tengo un chorro de aprecio. Traduzco una cita que aparece en Never Neutral, y los conmino (angloparlantes) a que vayan allá y se enteren -en ese post y en otros y otros y otros- de una puntada gloriosa y bien filosa que se aventaron unos tíos de Filadelfia, que a resumidas cuentas es una antología falsa que incluye a casi 4,000 poetas (vivos o muertos [Rimbaud y Pound y Ernesto mismo, por ejemplo]), y cuyos poemas no son de la autoría que asienta el texto, sino que los escribió una computadora por medio de un algoritmo. Tsss...
La crítica clásica nunca ha prestado ninguna atención al lector; para ella, el escritor es la única persona en la literatura. Empezamos ahora a dejar de ser engañados por las arrogantes recriminaciones antifrásticas de la buena sociedad en favor de eso mismo que deja de lado, ignora, ahoga o destruye; sabemos que para dar a la escritura su futuro, es necesario derrocar el mito: el nacimiento del lector debe ser a costa de la muerte del Autor.
A lo que voy es que ando meticheando en la Caza, e independientemente de que otra vez hay sucesos polémicos debido al actuar de uno de los participantes, la cosa está intensa. A nosotros nos tocaron ejercicios de escritura breves y costaba bien poquito tiempo metichear en blogs ajenos. Pero ni por pienso se parece leer doce párrafos a leer doce novelas breves; está bien, no se publicaron las novelas completas, sino que van por entregas y ejercicios sobre cada una, pero eso no exime de sobrevivir las doce (once ya) y hacer un esfuerzo titánico por comentarlas todas, sin perder la disciplina y ser objetivo y tratar de ser lúcido.
Creo que llevo tres de la segunda entrega y ya estoy arrastrando la cobija. No puedo quitarle ningún mérito a los doce que llegaron hasta ahí (no los voy a matar a lo Barthes) y tampoco voy a intentarlo, pero sin lugar a dudas un lector comprometido se echa a los hombros una carga brutal, que además de fuerza, requiere compromiso, aguante y tripas para llevarla. Eso ya lo sabía, pero ahora lo compruebo con una ferocidad a la que nunca me había expuesto. Y eso que por falta de práctica (y tiempo) no me pongo tan necio con la textura.

lunes, 6 de octubre de 2008

Contener la tentación

El viernes, después de ladrar no sé cuántas horas en la oficina, con los ojos hinchados de leer en la computadora no sé cuántas horas las novelas de Caza de Letras (ya haré un comentario en las horas que siguen, pero allá) y por la maldita gripa que todavía no me quito de encima, caminé tan tranquilo como pude a la casa.
En mi camino me crucé con una muchachita morena, de ojos grandes, delgada casi ñanga y algo desgarbada, por harto coqueta. Me detuve un instante, con la absoluta sensación de que ya antes la había visto, o quizá quise creerlo así sólo para darme una excusa para detenerme un instante y coquetearle de vuelta. Cruzamos un par de palabras, y debo admitirlo: no pude contenerme y le rasqué el cuello, justo debajo de la oreja. Y no opuso resistencia.
Pasado ese momento de indecente coquetería a mitad de la calle, pasadas las caricias y las conversaciones, me disculpé y anuncié mi retirada, aduciendo el cansancio. Pero le pareció sencillo seguirme, caminar junto a mí, acercarse otro poquito si me detenía.
Y qué difícil fue decirle que no la podía llevar conmigo: ya tengo dos gatos en casa, que además cuidan que nadie intente siquiera usurpar la corona de su imperio; llevar una tercera, en resumen, era pésima idea. Y la gata se quedó sentadita en la banqueta, para después meterse entre los arbustos.
Carajo: un maullido y casi caigo herido.

viernes, 3 de octubre de 2008

Expiemos la culpa

En cuanto sale el sol

___todo sale sobrando

___________basta
_______________con abrir los ojos
_____________ desperezarse
_______________como un gato

y todo lo demás
_____los sistemas
________filosóficos
_______________políticos
_____las profundas disquisiciones
__________éticas
_______________estéticas

son sólo
_____una manera agradable de pasar el rato
bellos garigoleos barrocos de los cuales hay que regresar
______para recuperar
___________aquí en el sol
______el goce simple de la propia piel

-Isabel Fraire

Otro tipo de histéresis

Hoy en la mañana, mientras me bañaba, mi cabeza rebotaba entre no sé cuántas cosas que tenían un rostro ofensivo (sí, como cuando uno tiene la oscura intención de desplegar toda su energía para vituperar; o cuando uno piensa en una travesura y casi se le antoja el acto más cruel que mente humana haya concebido jamás, como darle un uso a la arena de gato usada).
Entonces quise tener un momento de calma, meter el freno de mano y cambiar la dirección; o quizá lo que en verdad quería era terminar de cortar con el mejor escalpelo y regodearme en mi ira como niño berrinchudo, haciendo pataleta y tirando cosas en el supermercado. Y entonces pensé que Henri Michaux decía mejor lo que yo quería escupir en ese momento; sin embargo, las cosas de rostro ofensivo que rebotaban en mi cabeza no se pusieron ni tantito quietas cuando salí de la regadera y me distrajeron de asaltar el librero y traerme lo que quería publicar hoy. Ahí vas de nuevo, a rumiar hasta el asco y ladrar y silbar como anaconda anoréxica de bolsillo, sin que llegues siquiera a culebra de campo. Y se te olvida, estúpido, acercarte al librero (no sólo pasar frente a él), revisar entre las revistas, encontrar la correcta y cargarla contigo a la oficina.
Respira, sólo es una gripa.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Miscelánea

a) Hoy comenzó la Caza. Haría un comentario sardónico, pero no puedo (en términos lisos, el sitio está vacío, al menos hasta las cinco de la tarde); en cualquiera caso, Álvaro ya hizo el favor de insinuarlo.
a') Me gusta que, desde el principio y obligatoriamente, los participantes deben interactuar con los demás y ofrecer un comentario crítico con respecto al trabajo ajeno. Como crítico literario de formación, como escritor (siguiendo el eufemismo de Naciones Unidas, en vías de desarrollo), como jodetas y metiche, me parece que fue la decisión más acertada que pudieron tomar: sin crítica, autocrítica ni reflexión, cualquier trabajo, disciplina, arte, oficio y todo lo demás que ustedes hagan o dejen de hacer o se rehúsen a hacer, es inherentemente estúpido. Si en verdad somos la especie civilizada que presumimos que somos desde hace no sé cuántos siglos, para este momento deberíamos tener perfectamente dominada la capacidad de tomar una postura (y es obligatorio tomar partes en todo) y defender esa decisión con argumentos que sobrepasen el "porque lo digo yo y te chingas".
Pero bien sabemos que la crítica es veleidosa...
b) En ocasiones me veo casi obligado a tomar chocolate caliente y pescar a los gatos, hacerme bolita con ellos y quedarme tirado en la cama un rato largo. Hay ocasiones, también, en que más me valiera callarme la boca o ser consciente de las pendejadas que pienso, detenerme y cambiar de tema en esas interminables discusiones que tengo conmigo mismo (y contra mí, y contra otros in absentia). Entonces hay noches en que pesco a Ruperto y hago otro intento feroz de quedarme dormido; y de malas y algún tiempo después, pero lo logro.


b') Cuando una cosa así pasa -y cualquier médico me puede avalar-, el sistema baja el switch por sí mismo, y jodida la cosa: tengo inicios de gripa. Que me dé gripa es increíblemente difícil, pero se vuelve una patada de mula y me puedo pasar un mes así. Ah, pero te rehúsas a tomar medicamentos y ni aspirinas tienes en la casa y no digamos visitar al médico porque ladras y un jugo de naranja hace su trabajo y al rato me curo y nomás es una gripa.
c) Abrumado por la exhorbitante cantidad de votos (chorros de gracias a esa hueste de metiches) que dejaron en la encuesta de aquí a un lado ('¿Qué género musical se nos antoja'?), cumplo lo que toca y les pongo un disco de pop: me tentó la posibilidad de poner a Britney o Back to Basics (que, hay que admitirlo, está rebién hecho) de Christina Aguilera, pero la opción fue el Feels del Animal Collective. Como advertí desde un inicio, tiene poco de convencional, pero debajo de todos los ruidos que escuchen hay una estructura melódica que casi podrían relacionar con los Beach Boys (ellos dicen que es su disco amoroso y que todas las canciones tratan el tema). Con un chorro de inteligencia, estiran esa estructura y la llevan a límites gloriosos. Además de eso, me gusta un chorro.
Animal Collective

d)