domingo, 26 de diciembre de 2010

Suum cuique

Hay algo perverso y magnífico en ver un amor menguante: la pareja que ha resbalado por el mundo con inercia proverbial, declarándose constantemente las proporciones de su amor, con enconado énfasis. Ella camina con los senos inflamados de orgullo (le llama 'amor'), secretamente comenta los planes de la boda con sus amigas, ya presume el vestido y comienza la pugna de las madrinas; y ante todo se dice, convencida, que es incontrovertiblemente feliz. Recorre el mundo de su brazo, miran juntos el atardecer en la ciudad que ella quiso visitar, él la engalana con bisutería fina y cena de vestidos largos. No podrían esconder su felicidad.
Él responde cada vez y siempre con un 'te amo', le besa la frente y los ojos antes de quedarse dormidos, le llama cuatro veces al día en el mismo horario y otras ocho en instantes desperdigados, planea cada fin de semana y busca un regalo por cada mes de aniversario. Entonces gira el rostro y mira sin sigilo a la mesera, a las amigas, a la desconocida al otro lado del bar, a la puta cuyo teléfono relumbra en la pantalla de su teléfono, a la prima de ella que jura no decir nada mientras aprieta las sábanas.
A la mañana siguiente le besa la frente mientras almuerzan. Se preguntan cómo estuvo la noche. Él invoca la reunión con su socio, el plan de trabajo del mes que sigue, el cansancio, la cama temprano. Ella le sonríe, asumiendo al menos un viaje breve en marzo; apura el jugo y percibe, por algún motivo, un dejo de los labios que lamió hasta sentir la barbilla mojada.
Pero el amor pervive. Al menos mientras se lo repitan mutuamente.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Russus

La granada sangra abierta entre las manos. La granada con la piel abierta y derramando el jugo en los dedos, manchando la ropa. El cuchillo corta la piel y sangra la granada. Los granos se asoman, oscuros, coagulados. La piel reposa en el plato. El cuchillo reposa en la piel. La granada se derrama, mancha los dedos. La sangre llega a los labios. La amargura seca la piel de la granada. El tajo llega a los granos y los sangra. La piel cansada, pero colorida y rebosante. La granada sobre el plato se arranca el resto de la piel. El cuchillo se desliza entre la piel de la granada, se hunde, escudriña el jugo y la sangre de la granada, la hace temblar, le arrebata la piel, la cercena, se desliza en el vientre de la granada. Sobre el plato reposan. Y es dulce.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Polícromo

Casi con toda seguridad carezco de la autorización para publicar lo siguiente: no se ha terminado el catálogo y es poco prudente sacar a la luz información o productos de comunicación que pertenecen a un gobierno federal. Pregúntenle a Assange.
Pero no me importa: ya vendrá el libro impreso y entonces será de 'dominio público':
La alegría de estar vivo es el contenido de toda estética y arte posible. En la mañana cuando uno va muy tempranito, cuando el sol todavía no ha salido, digamos de Cuernavaca hacia el Distrito Federal, viendo las montañas en el fondo, empieza a bosquejarse la luz del sol, ese sol que sale desde hace miles de millones de años. El día de hoy no sale sino que lo volvemos a ver en la aurora, y de pronto surge la luz: las nubes se tiñen de rojo y es un espectáculo bellísimo. ¿En qué consiste su belleza? Yo creo que en darse cuenta que se abre un día más de vida, de que todavía es posible un futuro para la existencia humana. El color me da la clara significación de algo que se recorta sobre el horizonte con un sentido hacia las cosas disponibles para la vida. La disponibilidad de las cosas para la vida es lo que está detrás de la belleza; con mis ojos y gracias a la luz descubro colores. Miren si fuera todo verde o rojo, no podría manejar las cosas, se confundirían. Pero de pronto una flor, que es un órgano sexual de las plantas, tiene una belleza extraordinaria; son rojas o amarillas, se detectan en el horizonte, color que mi vista percibe y la hace disponible, porque vendrá una abeja y la descubrirá fácilmente, comerá para reproducir su vida y al mismo tiempo la fecundará y cumplirá entonces otras funciones de la vida en esa belleza de una simple flor que se ilumina en una aurora. Ésta es todavía la belleza así disponible de la naturaleza que el ser humano no ha construido, que sería una obra de arte, pero estoy hablando del punto de partida. ¡Extasiarse ante la disponibilidad de la realidad de los entes y de las cosas para la aurora, para la vida, es justamente lo que está detrás de lo que vamos a llamar belleza!
–Enrique Dussel

viernes, 3 de diciembre de 2010

Los demonios

I.
Pasada la medianoche de ayer caí en cuenta de qué día es hoy. "No desmayes" me dijiste un día en que ambos estábamos en condición precaria; desde hace dos meses es frase que trato de grabarme en los brazos para tenerla presente, cerca del corazón: no desmayes, no te rindas, no ceses, pues el trabajo es apenas la sombra de todo lo que debes hacer, apenas una fracción del esfuerzo.
Y sin embargo he caído, en términos reales y no retóricos, rendido ante el cansancio, el momento, el panorama, el día de hoy, y especialmente el de ayer; hay quien dice que también ante ti. Quizá sea cierto y me esté empecinando en hundirlo todo.
Tu cumpleaños fue amargo, el día fue el más espeso, y la turbulencia ingente. Hoy no. Es factible considerar que mi atención está empantanada con las reflexiones de filósofos soberbios y artistas en el vértigo de sus procesos creativos. No recuerdo un momento en que el cansancio se tradujera en dolor crudo.

II.
La extravagancia del título me llevó a leer un artículo de física en Nature. Demonología por una parte; la física al otro lado. La curiosidad.
¿Saber qué? ¿De dónde obtener energía o los medios para transformarla? La segunda ley de la termodinámica cobra sentido ontológico cuando la definición de 'sistema' se considera en términos orgánicos. Tuve que escribirla inmediatamente, para tenerla como recordatorio y mirar el sistema en su conjunto, a la distancia, y modificarlo.

III.
Efectivamente el día ha sido más ligero que en otras ocasiones. Si me aficioné al jazz hace tiempo es debido a ti, y ahora es más llevadero el día.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Una gota de agua

Estamos terminando la edición de un catálogo grande, suficiente como para haberle dado muchas horas de sueño. Quizá mañana mande los últimos textos que se deben incluir. Quizá me tome la libertad de mandarlos el viernes. Quizá no tenga otra opción que mandarlos el sábado. O quizá no sea cierto que son los últimos textos.
Independientemente de mi calendario de trabajo o el peligroso borde que estoy pisando a fuerza de excesos, agradezco y siempre agradeceré los accidentes que estos autores regalan entre las muchas sandeces que dicen; o siendo más preciso, los accidentes que uno encuentra mientras trata de dilucidar qué carajo quiso decir el autor.

Maker Profile - Kinetic Wave Sculptures on MAKE: television from make magazine on Vimeo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Acto penitencial

Desde hace tres días escribo mentalmente este post; si la redacción no llegaba, eran la falta de tiempo y el cansancio bruto los que detenían la firme intención: ninguna excusa.

I.
Me sobran los temas sobre los cuales escribir, como el convenio que una empresa de pocos escrúpulos (o más puntualmente, su personal) decidió terminar a costa nuestra, y que ahora exige un pago que se acordó originalmente en especie; o el examen de admisión que presenté casi por desdén, puesto que no puedo matricularme a falta de un prerrequisito de dominio de lengua inglesa (que no cubrí por estar discutiendo con el mentado personal de la empresa en cuestión); o el concierto más reciente de Massive Attack y de nuevo el ejercicio de politizar inteligentemente los que ya cuentan como himnos en la memoria de los escuchas; o el libro que hicimos casi en tiempo récord y que nos costó sangre y muchas horas de tensión, que por otra parte rebasó lo que tasamos; o la fiesta de cumpleaños a la que llegué el viernes casi en estado de bulto a causa de ese libro, pero que me es indispensable desde hace unos años; o aquél al que recuperé después de años de considerarlo fuera de la nómina de mis amigos; o la risa después de aparecer como marmota de bajo las sábanas y el conato de enojo que siguió; o la pelea que se desató frente a nuestros ojos en el metro abarrotado, un sábado antes de la siete de la mañana.
Han sido semanas cargadas de vértigo y sobresaltos. Sin embargo, mi necesidad de decir es otra. Encima de eso, esta necesidad es pública, aun cuando por su naturaleza debiera conservarse en el fuero de lo privado.

II.
En agosto celebro otra de mis fechas cívicas: ella, que es un pedacito de mi corazón, cumplió años y lo festejó en el Tenampa. Por azar me encontré con un buen amigo, y por maldición me sirvió todo el tequila que me entró en el cuerpo, más toda la cerveza que tenía capacidad de tomar esa noche; y maldición fue, sin duda, pues en esas fechas rugían resabios de una ira encarnizada, buscando salida a como diera lugar.
Y ella estrenaba novio, y yo apenas alcanzo a recordar que me trajeron a casa, corteses como pocas personas conozco. A la mañana siguiente todo se mueve lento, y me urge un vaso de agua y comer: nada ha sucedido, aunque siento que el tiempo pasó demasiado pronto, o sencillamente no recuerdo todo. Pero una memoria lúcida no deja pasar de largo y en esa fiesta de viernes encuentro distancia que no comprendo.
– La noté extraña. Distante por lo menos.
– Es que de verdad te pasaste –me dice mi mejor amiga en tono recriminatorio.
– [???] ¿Qué corchos hice?
Lo que hice se resume en una frase suya: "yo siempre voy a estar de tu lado, y siempre te voy a querer, y siempre te voy a defender, pero esta vez no hay cómo defenderte". Y siguen quince minutos de regaños, que tengo perfectamente merecidos. No hay cómo defenderme: no lo intento.
Lo que hice sobrepasa los términos de la estupidez y la ofensa abierta, sin mencionar el cinismo. Para colmo de los agravantes, no recuerdo haberla visto tan feliz en los años que tengo de conocerla, y justo ahí hinqué y desahogué esa rabia que bullía por esas fechas, sin culpa suya o de su novio, o del resto de los presentes en última de las instancias. Y corona de todo, me atreví a cuestionar esa decisión suya que la hace feliz, en la inteligencia de que su prudencia la ha llevado al punto preciso y maravilloso en el que está.
No tengo autoridad moral para atropellar decisiones ajenas: propugno por la autonomía de cada cual y la responsabilidad sobre los actos. Por otra parte, desde hace mucho me he dado a la tarea de desaparecer lentamente, pero nunca me he permitido desamparar a quienes quiero o negarles el apoyo que soy capaz de dar. Ya antes he abogado por las decisiones de mis amigos, enarbolando frases como "tu chamba no es cuestionar lo que haga, sino estar ahí si se cayera".
¿Qué sucedió, si procuro ser tan recto? Podría permitirme especular, pero en cierto modo sería justificarme, y no puedo hacer eso: sencillamente ofendí a alguien que ocupa un lugar precioso en mi memoria y mis afectos. Todo lo siguiente que dijera se sumaría a esa ofensa.
Desde el fondo del corazón me avergüenza mi actitud de aquella noche y cada palabra; inmediatamente hubiera pedido esta disculpa de haber caído antes en la cuenta de mis actos. Por más que lo intente, no tengo palabras suficientes: son días en los que uno siente merecerse el desprecio del mundo. ¿Cómo tener el descaro de rogar que intercedan por mí?

jueves, 21 de octubre de 2010

Memento

El despertador programado para sonar a las seis de la mañana. Reacciono realmente a las 8:30. La lista de trabajo pendiente crece casi exponencialmente cada semana: tengo la impresión de que no voy a terminar la entrega que tengo para hoy.
Hoy tengo dos juntas: una estrictamente personal y cuyas implicaciones son espantosas (por darle un adjetivo sobrio) y otra de trabajo. Escribo un correo pidiendo disculpas por el retraso, mañana será otro día, ya pronto termino (ajá...).
Voy a la primera junta. Menos de una hora, en algo a medio camino entre la plática de amigos y la asesoría especializada. Salgo con las ideas un poco más ordenadas (tenía en claro cómo es el procedimiento, pero el tema y su intrumental no son de mi dominio). Hago camino a casa, paso a comprar los ingredientes de la comida.
Estoy tentado a caer abatido, entre hambre, cansancio y hastío (nadie en la faz de la tierra tiene peor redacción que los artistos o menor capacidad de expresión). Claudica la idea de cocinar, preparo una torta. Y entonces me dejo rendir y me tiro a dormir.
Despierto, pero no tengo ganas de seguir trabajando ni prestar atención ni hacer esfuerzos. Después de un tazón de helado, cuatro llamadas telefónicas y una taza de té, me amarro a la silla y prosigo con los pendientes. Pero tengo la imperiosa necesidad de depurar la lista de contactos con tal de borrar por fin un nombre que duele: mierda, tenía junta de trabajo a las seis. Ni qué hacer: ya pasan de las diez.
Sigo revisando pendientes. El mensajero instantáneo:
– Oiga, entonces paso a dejarle las llaves mañana temprano.
Mierda: tenía que recoger las llaves de casa de los amigos para cuidar a la gata el fin de semana.
– Hoy definitivamente no estoy recordando nada. Tenía junta de trabajo y ahora esto.
Cuando uno se precia de extraordinaria memoria, esto es traición. Parece que no, pero estoy exasperado: ira acumulada y fluyendo erráticamente, cansancio, aturdimiento, maquinaciones a mediano plazo. Y por más que intento, no puedo poner orden. Aún los gatos vuelven a hacer travesuras, pero no me doy cuenta a tiempo para disciplinarlos.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Una hiena

There are certain queer times and occasions in this strange mixed affair we call life when a man takes this whole universe for a vast practical joke, though the wit thereof he but dimly discerns, and more than suspects that the joke is at nobody's expense but his own. However, nothing dispirits, and nothing seems worth while disputing. He bolts down all events, all creeds, and beliefs, and persuasions, all hard things visible and invisible, never mind how knobby; as an ostrich of potent digestion gobbles down bullets and gun flints. And as for small difficulties and worryings, prospects of sudden disaster, peril of life and limb; all these, and death itself, seem to him only sly, good-natured hits, and jolly punches in the side bestowed by the unseen and unaccountable old joker. That odd sort of wayward mood I am speaking of, comes over a man only in some time of extreme tribulation; it comes in the very midst of his earnestness, so that what just before might have seemed to him a thing most momentous, now seems but a part of the general joke.
—Herman Melville

Me verán llegar con las manos desnudas, de frente; y buscarán refugio. Estando en el medio de mi calma, han tentado a mi paciencia. Es tiempo de retribución, y no imaginan los alcances de mi rabia y mi tenacidad. Se terminó el periodo de gracia: es mi turno. Y volveré a mi calma, y seguirán pidiendo refugio.


lunes, 11 de octubre de 2010

En perspectiva

Poquísimas veces en tu vida te encuentras en la apremiante, aplastante obligación de leer 350 cuartillas, construir el mapa conceptual de un libro entero, analizar contenidos y categorizarlos, ordenar cabeza (antes, por supuesto, que el libro), preparar edición, buscar cincuenta referencias bibliográficas en línea, cotejar contra las citas en el cuerpo del texto y alimentarte y dormir en algo menos de una semana.
Es lunes; he dormido, en el acumulado de estos dos días, un total de cuatro horas. Mañana tengo una de las juntas más importantes de este año al menos (y vayan ustedes a saber si de más tiempo, a pasado y futuro), hoy por la noche debo entregar dos capítulos completos, el jueves los siguientes dos, el viernes una corrección para uno de mis antiguos clientes, uno de los fieles. Me falta ver detalles de mi más reciente capricho/empresa, un ejercicio de creatividad que exige producción, análisis de presupuestos, selección de materiales, gestión (en algún caso) de derechos de autor. Quizá me encierren en un think-tank y finja atender una cuenta (o dos) de publicidad BTL. Tengo pendientes, por decoro y disciplina, dos entregas; quizá el miércoles deba ir a la universidad a negociar los términos de un convenio.
Es lunes; creo que ayer no comí, salvo una montaña de dulces de ajonjolí, un par de quesadillas y una pera. Hoy salió mi roomie a un viaje que se presume tortuoso; pero sólo el inicio: lo demás suena a aventura. Y mientras se echaba al hombro las maletas, yo balbucía con la taza de café en la mano el 'buen viaje'.
Hacía mucho que no pasaba tanto tiempo sentado, desgranándome la cabeza y los ojos, en la frontera de un colapso; y sin embargo, con una ligereza y calma, alguna alegría de mi propia vida.
No escribo, no estoy produciendo, pero el algoritmo lógico para volver implica perderme en este ejercicio disciplinario durante un par de meses.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Patriotero

Recibí hace poco (no sé por qué) una invitación para la pasarela Historia de México a través de la Joyería, a realizarse en San Martín de las Pirámides. Pero mejor lean: ¿quién soy yo para ahondar en detalles?

Disculparán la mala calidad de la imagen, pero el archivo (y sus errores tipográficos) corre a cuenta y cargo de los organizadores.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Todo resonancia

La cardenchada dura lo que dura el sotol.
–Decir del presentador
I.
Hace cuatro años tuve el impulso de compartir mi reciente descubrimiento del festival Poesía en Voz Alta con una mujer. Sin duda quería que participara de eso que yo disfrutaba entrañablemente, y con esa intención en mente escogí la presentación de Alexis Díaz Pimienta: repentista cubano (ensamble de son de fondo) que improvisaba décimas como si las sacara del bolsillo. Y no siendo suficiente, invitaba al público a tirar el verso que viniera en gana y respondía en "paráfrasis" de octosílabos pareados, sin importar si el verso tirado era un alejandrino.
Sin embargo, los dos actos poéticos que antecedían no tuvieron un grano de la exquisitez de Alexis.

II.
El padre me odió y la madre me despreció por llevar a la mujer (habrá que acotar: contaba entonces 17 años) pasadas las once de la noche. Lo que los padres probablemente jamás supieron es que no vimos completa la presentación de Alexis, que los dos actos anteriores se extendieron lo que les vino en gana y se excedieron en tiempo.
Cuando regresé a casa recibí mensaje de que, en pocas palabras, tenía prohibido verme de nuevo. Y ahí comenzó un conato de debacle que ni siquiera vale mencionar.

III.
Mi reacción fue fincar toda la responsabilidad de esa distancia erigida en los dos sujetos que se extendieron: además de que su trabajo me pareció deplorable (y ni qué hacer si esta aversión a lo posmo se vuelve más recalcitrante según encuentro otras expresiones artísticas posmo, si se pueden calificar tal), a mi entender nada hubiera sucedido de apegarse al programa.
A la distancia, la claridad de las cosas es otra: en lugar de fincar responsabilidad, la trasladé. En un intento por no manchar la integridad de la mujer en cuestión, busqué un chivo expiatorio que la preservara inmaculada. Por supuesto: no podía ella ser responsable de tan infausta situación. Pero a la luz de la distancia, era una proyección metonímica (Barthes) y así levanté un muro de desprecio contra el sujeto P. con tal de no despreciarla a ella por no asumir su responsabilidad en lo que parecía ser una relación.

IV.
Conocemos al director de uno de los centros culturales más importantes de la ciudad, y en un arrebato nos dice que quiere trabajar con nosotros: por fin esa revista de arte cosecha frutos algo menos liminares. Y nos plantea el proyecto y es espléndido, lo que hemos buscado durante mucho tiempo. Hacía mucho tiempo que mi diseñadora y yo no nos ilusionábamos con tanto ahínco.
Entre los muchos otros proyectos que dirige o supervisa quien nos ha invitado, me entero de que el sujeto P. forma parte del consejo consultivo de una escuela de escritura creativa, y por un momento me doblo de ira en la silla: resabios de eso que fue desprecio.

V.
Poesía en Voz Alta inaugura con un slam en el Laboratorio Arte Alameda. Mi roomie, una colombiana con una historia incuestionablemente fascinante (pero que no he de mencionar por respeto y por las implicaciones que tiene este preciso momento histórico en la vida de su familia), trabaja en el Laboratorio. En ocasiones tengo la certeza de que se siente sola en esta ciudad, y el buen samaritano se asoma y es él quien busca la manera de ser lo más cercano a una familia aquí (después de todo vivimos juntos).
– Hay actividades en Casa de Lago. De hecho inauguraron en el Laboratorio.
– Ah, sí: yo estaba ahí, sirviendo cerveza en la barra.

VI.
Pero no puede acompañarme, pues su jefe le pide que le ayude con unas traducciones. Ni modo. Ya tendrá ocasión.
Llego onerosos cincuenta minutos tarde, agitado, esperando escuchar al Grupo Cardenchero de Sapioríz: cuatro hombres de setenta años, últimos ejecutantes de este canto tradicional, a todas luces en vías de extinción. Las canciones prescinden de instrumentación, compuestas para tres voces, de temática eminentemente amorosa. A veces parecidas a un corrido, a veces con algún dejo de bolero, a veces con métricas que se reconocen norteñas, estas canciones decimonónicas son de una languidez y emoción avasallantes: cuando la voz aguda alcanza el tono más alto en su acompañamiento a la principal, la piel se enchina ante la potencia.

VII.
Llego onerosos cincuenta minutos tarde, busco en la oscuridad un asiento libre. Justo a mi izquierda está sentado P. Y el sujeto ya no me provoca aversión tan sólo por ser. Dudo que pueda escucharlo de nuevo y aprecie su trabajo como poeta, pero al menos no lo desprecio.
Como especie de corolario
cuya relación me es clara y sin embargo no puedo decir puntualmente, es tiempo de levantarme y volver a decir, apurar el tequila (a falta de sotol) que descansa en la mesa, aún a riesgo de que el antiinflamatorio pierda efecto y vuelva a colapsar de dolor, recuperar la voluntad y saber que la escritura es ahí donde no estás.


domingo, 5 de septiembre de 2010

Call me Arthur.

Still, some times they come back in an all-loving hand. And all you can do is acknowledge such love.
And say not much more.

martes, 17 de agosto de 2010

La higuera y el olivo

¿No es Alá el más sabio de los jueces?
Surah 95
I.
De regreso a casa encuentro en la entrada de metro Miguel Ángel de Quevedo a un vendedor de higos. Sin pensarlo un instante le compro una bolsa. "Joven –me dice apenas sigo mi camino–, tome: llévese su pilón" y guarda un higo más en la bolsa. Apenas puedo agradecerle debidamente y desearle buena noche.

II.
Cuando éramos niños, mi abuela nos pedía a mis primos y a mí que subiéramos a la higuera y cortáramos todos los higos maduros. Algunos estaban comidos por los pájaros, otros por las hormigas, y sólo algunos se veían limpios.
Bajábamos del árbol con una canasta cargada y las manos negras de savia gomosa y polvo. El patio de mi abuela, a pesar de la multitud de frutas y flores (perones, papayas, melones, la higuera, el descomunal olivo de los vecinos, y no recuerdo cuántos más), era un terruño polvoriento y árido en su mayoría. Recuerdo los higos más dulces que he comido, muchos de tamaño generoso; los abría y minuciosamente (obsesiva, neuróticamente) comía cada filamento rojo por separado, con ese poderoso perfume hundido hasta la garganta.
A la fecha me detengo junto a una pequeña higuera en mi camino al supermercado, tan sólo para oler las hojas; pronto dejaré de hacerlo, pues el metrobús de Cuauhtémoc arrancará todos los árboles de ese lado de la calle.

III.
Justo frente a la ventana de mi salón de la secundaria había una higuera como la del jardín de mi abuela. Pasé muchas horas sentado a su sombra; no recuerdo haber percibido su aroma en todo ese año.

IV.
He perdido la cuenta de la última vez que visité la casa de mi abuela. Si no me equivoco, pasan ya los cinco años.
Punto nodal para mi familia en Tijuana y San Diego, los fines de semana hervía de gente y voces. Navidad era un escándalo de regalos para los treinta y tantos nietos y once hijos (más las consabidas parejas), que hacían un lago de ¿dos metros? alrededor del árbol. No había mesa suficiente para sentar a tantas personas, aunque no sorprendía que sobrara comida como para que cada uno llevara lo suficiente para el día siguiente.
La casa de la abuela, por extensión, era el refugio de quienes llegaran de vacaciones a Tijuana o sencillamente no pudieran pagar una renta. El patio era un reto de supervivencia, ya por el intolerable calor de verano, ya por los juegos de infancia. Por otra parte, podíamos cortar toda la fruta que quisiéramos siempre y cuando avisáramos, pero teníamos prohibido jugar en el jardín: a nadie le gustaba la idea de que arruináramos las plantas.

V.
En la higuera y el olivo anidan los recuerdos. En la higuera y el olivo descansa el hombre de obras correctas.

sábado, 14 de agosto de 2010

Consciente

Descargué Deathconsciousness, el debut de Have a Nice Life hace ¿dos meses? Sin motivo mayor a la curiosidad, me lo llevé conmigo sencillamente porque una canción le da nombre a mi más recurrido proveedor de música en la actualidad. Sin embargo, apenas esta semana tuve oportunidad de escucharlo. Y no sé cómo describirlo. Mejor fuera que no escribiera una sola letra más al respecto y escucharan las rolotas en la barra lateral.
Pero esto tendrá que ser un ejercicio de disciplina, y habré de hacer el esfuerzo de hablar sobre algo que me parece sobradamente complejo.
Como cualquier otra expresión del shoegaze, lo que el escucha percibe es una masa de sonido en la que, sin embargo, pueden reconocerse los elementos que componen cada pieza musical. Como todo el shoegaze, no es de fácil acceso, y se requieren varias escuchas antes de aprehender la música, de hacerla propia.
Introspectiva, densa, sólida, material, exigente, por ningún motivo tímida. Música que crea momentos y constituye experiencias, que perdura en el tiempo a pesar de las distracciones cotidianas. A esto hay que sumar la naturaleza del contenido: todas las canciones versan sobre la muerte y su abrumadora inminencia: una pieza de arte que aborde rigurosamente el tema no puede ser banal o superficial.
Ciertamente no puedo comunicar la experiencia, y resulta terriblemente difícil. Mejor es, sin duda, que se arriesguen a picarle play a las Rolotas y decidan si se amarran a la silla. Si tuvieran la intención de hacerse con una copia digital, aquí pueden encontrar el disco.

martes, 10 de agosto de 2010

Geometría del discurso

Hace un par de semanas me dieron un ejemplar del número 99 (mayo-junio 2010) de la revista Tinta seca. Ahí se encuentra "Corregir lo incorregible" de Carlos López, que pretende defender el oficio del corrector frente al oficio mismo, los editores, los autores y demás especies dentro del proceso editorial.
Si bien es encomiable que se hagan estos esfuerzos y que se procure la dignidad del oficio, hay modos de hacerlo. Y el caso de este artículo no es el modo. "Si no fuera por el trabajo del corrector, las faltas se multiplicarían sin parar, navegaríamos en un mar de yerros, nos ahogaríamos en ellas. Pero aun así, es impresionante la cantidad de erratas y errores que se encuentra uno todos los días, en todos lados, a todas horas." De verdad que sí, Carlos: tan sólo en las cuatro páginas de tu texto encontré una cantidad infame.
El punto crucial, al margen de las traiciones lingüísticas y discursivas que pululan en esas cuatro páginas, está en otro lugar: "El corrector no sólo sabe las reglas del lenguaje; su acervo cultural es amplio, su conocimiento de las materias del saber es vasto." En lo ideal, sin duda; esto, sin embargo, no es moneda corriente. No sólo eso: en la práctica es de lo más inusual. Los correctores no sólo carecemos de un bagaje de conocimientos capaz de abarcar todos los temas que, en ocasiones, nos vemos obligados a leer, sino que tendemos a concentrarnos –por inercia y pragmatismo, hay que admitir– en alguna materia particular.
De un lado, no existe una especialización profesional en las distintas disciplinas donde la escritura nos requiere (e.g. legal, medicina, farmacéutica, ingeniería, y demás); del otro lado, no he conocido quien corrija con autoridad un texto médico y salte sin empacho o terror a uno de ingeniería mecánica. Las jergas son distintas y exigen un grado mínimo de conocimiento para encontrar los carices que les son particulares.
El corrector en este país, en otras palabras, es un individuo por lo regular atribulado, que duda de sí mismo y su trabajo por más que tenga vasta experiencia: siempre se pudo decir mejor y más limpiamente, siempre se pudo lograr más pulcritud, siempre se escapan la errata y el dato curioso, y ya no se puede hacer nada sobre el impreso.
Sí, hay que dignificar el oficio y hacernos del respeto de quienes publican (o sea, una abrumadora mayoría), pero también hay que considerar naturaleza y condición. Si el corrector no fuera ese ente atribulado que tiene la parte menos elegante y sexy de la cadena trófica editorial, si no viviera en una constante neurosis, en la búsqueda de la única expresión correcta, los textos no lograrían esa pulcritud que el lector deja de notar (nota los errores de la edición: un buen trabajo editorial es el que pasa desapercibido y deja que el texto se mantenga en el centro).
La verdadera labor del corrector es involucrarse con el texto que lee, aprehenderlo en todos sus sentidos posibles y sostener los que convienen. Un corrector, efectivamente, no se queda en la gramática, sino que se sumerge hasta la semántica y la fonética.
Nunca le mientas a alguien que hace análisis de discurso, no pretendas decirle verdades a medias, no intentes conservar oculto un significado, no escondas siquiera tu identidad: quien sabe leer es capaz de reconocer las aristas menores de un discurso particular.

lunes, 9 de agosto de 2010

Call me Ishmael.

For I have lost –for the first time in my life– a book. Last week I was reading again Hawthorne's The Scarlet Letter, which is fascinating, to say the least; I was undoubtedly feeling horrified by Roger Chillingworth, pitied upon Reverend Dimmesdale, at times fascinated and scared before Pearl, and both moved and amazed by Hester's integrity and beauty. And I was delighted, enjoying every word and Hawthorne's tidy prose. Sometimes I even gave it a go and translated a sentence for myself, to hear it resound; I dare believe such is translation's first step and need: feeling the translation for oneself.
But then I received a call while buying my groceries, and I forgot the book in the cart. Rather than anger, I was feeling shame: I couldn't believe I had left behind my book and not notice until past twenty minutes. A search quest in downtown libraries is under plans now.
The next day I picked Melville's Moby-Dick, thinking about keeping the pace and the English reading, quite naively for I wasn't aware about the history behind the novels. I got caught with Moby-Dick some three years ago while reading a literature (mostly poetry) and art magazine: there was a bilingual excerpt of "The Whiteness of the Whale" (chapter 42) which I found almost unreadable due to such an inconsistent and careless translation. Nevertheless, the magazine is still an outstanding piece in my library: it is awful editing, but the compilation and the love behind the effort are beautiful.
On going through the introduction (which I don't normally do: I try to shed light by my own means rather by someone else's effort) I found not only that Melville and Hawthorne were contemporaries, but friends, that they had commented each other, and that Melville (being a most restless man) considered Hawthorne's literature somehow humiliated and stranded to British canonical writings and culture. But most of all, I found this:

IN TOKEN
OF MY ADMIRATION FOR HIS GENIUS,

This Book is Inscribed
TO
NATHANIEL HAWTHORNE

Paul Romano's artwork for Mastodon's Leviathan. Haven't heard it yet. Soon.

miércoles, 7 de julio de 2010

Un golfo

A la luz de las tormentas en el noreste del país, relumbran en mi cabeza un documental del Discovery Channel y una reflexión. La relación es incómodamente estrecha, aunque no se note a primera vista.
Tomando como tema el derrame petrolero en el Golfo de México, el Discovery Channel hacía una revisión cronológica de los hechos más relevantes, los intentos fallidos de British Petroleum para detener la fuga y clausurar el pozo, el impacto que tendrá en el ecosistema y las playas cercanas, las soluciones que se plantean. En entrevista a los habitantes de las playas más inmediatamente afectadas, un pescador se preguntaba cómo era posible que los desarrollos tecnológicos les permitieran poner en órbita una nave espacial o explorar Marte con robots y no pudieran detener una fuga en un pozo petrolero en el mar.
Habría que hacer algunas consideraciones al respecto. Por principio de cuentas, los grandes avances de la ciencia y la técnica no tratan con la vida: si mucho, la vida se considera y estudia como materia, con los objetos y entes que la constituyen, pero no en sus mecanismos. Un robot en Marte es, en esencia, una extensión del laboratorio, un conjunto de algoritmos, un desarrollo de ingeniería puesto en condiciones analizadas y estudiadas en el marco de amplios proyectos de investigación. Y si el robot se destroza en el aterrizaje o se jode el módulo de las baterías solares, la pérdida se traduce en cientos o miles de millones de dólares y sabrán los dioses cuántas horas de trabajo.
El caso aquí es exponencialmente más complejo: un ecosistema es (valga la bruta redundancia) un sistema compuesto, no lineal y multidimensional donde intervienen variables de muy diversos tipos. Algo tan nimio, por vida de dios, como el aumento de medio grado centígrado en la temperatura media del agua puede dar al traste con una cantidad todavía inconmensurable de especies biológicas. No queda en claro, por poner un ejemplo, cómo o cuánto pueden afectar los biosurfactantes que se podrían utilizar para remediar sistemas contaminados con petróleo y sus derivados: contrario a calcular la presión que debe resistir el robot en el amartizaje, que es cosa de un instante, los cálculos y proyecciones que se relacionan con un ecosistema tienen que considerar la evolución en periodos mucho más distendidos.
Por otra parte, y haciendo honor a la verdad, se dice fácil "sepulta el pozo con concreto"; pero una columna de agua de 1,500 m es un reto brutal. Vamos: la estructura de los objetos se comporta de muy otra manera bajo esa presión (no tengo que dar una clase de física aquí). Es un milagro de ingeniería perforar un pozo a esa profundidad, y es un milagro más grande el que tendrán que hacer para sellarlo y después reparar los daños biológicos que deriven.
Y lamentablemente no faltan las sugerencias estúpidas, motivadas exactamente por los mismos criterios que dieron pie a la perforación del pozo, con la misma falta de consideración al impacto ulterior que pudieran tener en el entorno. "[A nuclear explosion] is worth the money"; holy shit... As if planning a nuclear explosion with a very defined end were so bloody easy and took so little time (the estimate ranges from four to six months).
Es cierto, por una parte, que en este comentario hago una reducción simplista de la complejidad que implica poner un objeto en órbita, por no mencionar un robot en otro planeta; sin embargo, no creo que haya poder humano que me haga creer que eso es más difícil o elaborado que el desarrollo de la vida en cualquier entorno o su sustento en un periodo cualquiera. Aunque me choca caer en discursos manidos como lo terrible y nociva que es la actividad antrópica para con su entorno, no deja de abrumarme que la atención global se enfoque casi exclusivamente en el Mundial de futbol y en un pulpo que predice el futuro (!!), cuando asuntos mucho más apremiantes –como el derrame en el Golfo o las tormentas que azotan el noreste del país– debieran arrastrar toda la luz posible.
Con el corazón en la mano lo pregunto: si alguien sabe cómo puede ayudar quien está muy lejos de la costa y que carece de los conocimientos técnicos necesarios para presentar una propuesta, por favor digan cómo.

Imagen: NASA/MODIS Rapid Response Team
(Nomás como dato curioso: pocas cosas se ven desde el espacio exterior.)

miércoles, 30 de junio de 2010

Un susurro

There was always a prophetic instinct, a low whisper in my ear, that within no long period, and whenever a new change of custom should be essential to my good, change would come.
–Nathaniel Hawthorne, "The Custom-House"
Hoy termina un cambio. Hoy comienza un cambio. Siempre ha sido así, siempre a mejor, siempre sucedáneo y sin pausa, y sin que sea evidente en modo alguno, siempre mirando hacia donde debo estar y no donde he caído.
Haciendo eco de la historia, Nathaniel Hawthorne pasó tres años en una oficina de gobierno, donde comenzó a gestarse lo que eventualmente sería The Scarlet Letter; consideró renunciar en varias ocasiones, consciente de que la oficina mermaba cualquier capacidad creativa suya, pero un cambio de gobierno le ahorró la molestia. Después todo se volvería ceniza, todo se desvaneció –en el curso de seis meses– en la bruma de la memoria.
Conmigo se va lo que aprendí, las iluminaciones de todos los espacios vacíos que nadie parece tener en consideración, los proyectos que les arrebato a los parsimoniosos que no se ven la nariz, el currículo crecido. ¿Y quién puede hincarme en juicio?
Providence had meditated better things for me than I could possibly imagine for myself.

viernes, 18 de junio de 2010

Nuevas sexualidades

Mi alumno arquitecto desarrolló un proyecto sobre arte y violencia sexual entre 2007 y 2009. La última parte del proyecto contempla la publicación de una revisión crítica hecha por curadores y catedráticos de distintas disciplinas, así como el archivo fotográfico, anécdotas, trozos de la cobertura de prensa y sabrán los dioses qué más vamos a incluir: por supuesto, me postulé y me recluté a mí mismo como editor y corrector. Salomónica decisión, un editor mucho más experimentado que yo dirige.
En tanto algunos textos cojean (y feo), el editor en jefe propuso que asistiéramos ayer a una conferencia en el Claustro de Sor Juana: Beatriz Preciado comentaba sus ideas en torno a feminismo, géneros como ficción política, un futuro posible para la teoría crítica y la filosofía del cuerpo, genealogía de las hormonas, todo desde la teoría queer.
Llegué tarde (todavía, aunque pocos, hay compromisos en esta oficina), así que no entendí muy bien por qué hablaba –cuando llegué– sobre el consumo de testosterona y progesterona, protocolos burocráticos para que una persona pueda someterse a un proceso de reasignación sexual en España, la patologización de las preferencias sexuales, los sistemas de poder… A la luz de sus explicaciones entendí que su gran meta, como teórica y con miras a un proyecto filosófico harto complejo, es dinamitar las distinciones de género que se asignan a los individuos desde el nacimiento.
Después de un breve y aterrador repaso de la historia de la píldora anticonceptiva, sus fines iniciales, su uso como parte de un programa gubernamental y las ideas que lo sustentaban, el pensamiento de Beatriz se puede resumir –muy parcamente, casi criminalmente– en que la distinción binaria hombre/mujer es no sólo reduccionista, sino ficticia, impositiva, controladora, ciega ante realidades múltiples y simultáneas. Y a pesar de que nunca he sido afecto a la deconstrucción, la lucidez de las ideas –permeadas por el pensamiento de Derrida, Foucault o Deleuze o no– es atronadora.
Con toda honestidad, no puedo profundizar en el comentario de las ideas de Beatriz: tendría que leerla con harto cuidado y asimilar sus postulados (sigo sin entender a qué se refería con 'farmacopornográfico'). Apalabramos que escribiera un texto para el libro, pero al menos yo no sé a ciencia cierta cómo empatan en lo profundo sus ideas y un proyecto artístico-etnográfico, si no es por una ficción política (que ya sé que, en mi empecinamiento, voy a encontrar el resquicio correcto).
Lo único que saco en claro de la charla de ayer (amena, lúcida, de lenguaje sencillo a pesar de la complejidad del concepto) es que la exploración de la sexualidad más disciplinada implica casi por definición un desasosiego y un choque descomunal.
El día en que las distinciones de género desaparezcan y no haya más un orden binario hombre/mujer, el feminismo habrá cumplido su cometido y dejará de existir.
Un comentario hecho desde Brasil, vía el chat que sostenía la videoconferencia.

jueves, 17 de junio de 2010

Bosón de Higgs

Hay días de ansiedad en que no se sabe siquiera dónde poner los dedos y todo alrededor es un estremecimiento. Leer, dicho sea de paso, no ayuda. El trabajo, evidentemente –y desde hace meses–, importa un carajo. Hasta el hambre se olvida, increíble para alguien que consume cantidades onerosas de comida; o más apropiadamente, se traslada a un resquicio que guarda su espacio en el tiempo.
Mientras tanto, Indio tiene un momento de iluminación (varias veces he tenido la intención de pasarlos por la furia perpetua, pero conviene más otra aproximación) y regala una gloria: de alguna manera me acordé de Jared Tarbell y sus bellísimas imágenes aleatorias. En el fondo la diferencia no es grandísima.
De veritas, descarguen Iographica y luego olvídenla.


martes, 15 de junio de 2010

El corazón de la selva

Un músico esencialmente ha vaciado su vida: figura prometedora de la musicología, su última composición –si bien soberbia a decir de los amigos, grandilocuentes aduladores– ha servido para musicalizar un comercial. Su esposa ahora le es desconocida, pues su carrera como actriz, representando el mismo papel noche tras noche, hace imposible que tengan una vida juntos. Su amante es veleidosa, superficial, inestable: la vida que la circunda –y por extensión a él– es aterradoramente obtusa, acrítica, autoindulgente, incapaz de construir un discurso propio, repitiendo sordamente uno harto gastado.
Dado una oportunidad para recuperar algo de lo que le fuera valioso en otro tiempo, acepta por inercia la encomienda de adentrarse en la selva amazónica para localizar un conjunto de instrumentos musicales que podrían redefinir las nociones aceptadas en la academia musical. Pero a cuestas lleva el fardo de esa amante suya, con su humor demasiado parisino, sus costumbres muy civilizadas, su gusto en exceso refinado para un entorno agreste como las convulsas ciudades sudamericanas y los lindes de la selva. Es peso muerto que no permite conocer debidamente el mundo que se le presenta. Y a cuestas debe ir hasta que termine.
Sin embargo, sólo Fortuna conoce el punto alto y el punto bajo de la rueda: en una cima andina, una mujer aparece envuelta apenas por un poncho, mirando al vacío, absorta, en un letargo que no le permite responder al entorno. Rescatada, Rosario se acerca al músico: evocación de un pasado tan lejano que el idioma y los aromas le son nuevos, ella es la vuelta al origen que no creyó encontrar de nuevo. Y el fardo a su lado lo restringe.
El fardo será desechado, la vida tendrá que encontrar su camino, eso que es lo más cercano al amor buscará su modo de ser. Rosario olvidará deliberadamente su nombre y se convertirá en Tu mujer: "Me rodea de cuidados, trayéndome de comer, ordeñando las cabras para mí, secándome el sudor con paños frescos, atenta a mi palabra, mi sed, mi silencio o mi reposo, con una solicitud que me hace enorgullecerme de mi condición de hombre: aquí, pues, la hembra 'sirve' al varón en el más noble sentido del término, creando la casa con cada gesto. Porque, aunque Rosario y yo no tengamos un techo propio, sus manos son ya mi mesa y la jícara de agua que acerca a mi boca, luego de limpiarla de una hoja caída en ella, es vajilla marcada con mis iniciales de amo".
Es de dudar que en la relación entre un hombre y una mujer haya una frase con implicaciones tan graves como ésa: 'tu mujer' no es sólo el sentido de posesión sobre un objeto, sino la corresponsabilidad de ambos; él, en el preciso instante en que Rosario se vuelve 'tu mujer', se convierte en 'tu hombre'. La ansiedad que siga será, eminentemente, por la incapacidad de ese hombre para entrar sin cortapisas al mundo de esa mujer.
Los pasos perdidos, novela mística, de crecimiento, existencialista a su modo, reacia a formar parte de alguna vanguardia, es uno de los textos más exigentes que recuerdo, por las complejas estructuras lingüísticas de Carpentier, su vastísimo vocabulario, la prolijidad casi obstinada de sus descripciones, sus personajes que hastían por su idiotez. Hoy que estoy por terminar el mamotreto de 800 páginas, las tres novelas que lo conforman, siento una particular relación no con las históricas (El reino de este mundo y El siglo de las luces), sino con la anecdótica: "En cuanto a Yannes, el minero griego que viajaba con el tomo de La Odisea por todo haber, baste decir que el autor no ha modificado su nombre, siquiera. Le faltó apuntar, solamente, que junto a La Odisea, admiraba sobre todas las cosas La Anábasis de Jenofonte."

jueves, 10 de junio de 2010

Deism

Nature is what we know. We do not know the gods of religions. And nature is not kind, or merciful, or loving. If God made me —the fabled God of the three qualities of which I spoke: mercy, kindness, love—, He also made the fish I catch and eat. And where do His mercy, kindness, and love for that fish come in? No: nature made us —nature did it all—, not the gods of the religions.
—Thomas Alva Edison
New York Times Magazine
Octubre 2, 1910
O dicho de otro modo:

martes, 8 de junio de 2010

viernes, 4 de junio de 2010

Un segundo

La felicidad es tan opuesta a la vida que, estando en ella, uno olvida que vive. Después, cuando termina, dure poco, dure mucho, queda apenas aquella impresión de un segundo.
–Mario de Andrade

Y rarísima la ocasión en que se percibe que ha durado más.
En este momento, la definición de felicidad se encierra en unos tacos de canasta (tres de chicharrón y dos de papa), o un filete término medio, o la receta de cochinita pibil o chiles en nogada de mi madre. Extraño la cocina de mi madre con serio dolor.
Si puedo recordar ese segundo, lo preciso es admitir que duró tres años, con los correspondientes altibajos que me desplomaron en su momento. En adelante, no puedo decir lo mismo. Si mucho, que cualquier forma de felicidad duradera es trabajo acumulativo, esfuerzo continuado, disciplina, paciencia.
Y sobre todo paciencia. Hoy, además de los chiles en nogada, daría mi imperio con tal de que aquéllos con quienes debo compartir las responsabilidades valoraran el tiempo que va de por medio y ajustaran sus calendarios. Entonces el trabajo de hoy será felicidad en un futuro más cercano.

lunes, 31 de mayo de 2010

Eyjafjallajökull

(I shall be excused, for the words to recall this experience have come to my mind exclusively in English from the very beginning; may the reader understand my lack of capabilities.)
After rushing from a rushy meeting which meant a publishing deal, I arrived to the venue, caring not for the hunger, the heat or the distance walked in a rough (almost rogue) neighborhood. Not particularly surprised by the attendees, I rather went for a beer and deal acrimoniously with the waiters and their wages. A full forty minutes late, múm went out to the stage, kinda nervous due to the roaring crowd.
And dare I say I cannot recall a concert where the audience would yell and clap so loudly for such a regular performance. Sing along to songs you don't know, múm's newest record, has been harshly criticized (if not downright deplored) by specialized magazines: indeed, it is far from being their best, as the band moved away from their glitchy, edgy and very distinctive sound to a (and I quote a friend) psychotically joyful pop. It is so very hard to relate their very intimate 7+ minute soundscapes to these dull and oh, so painfully naive glossolalia and consequently recognize an evolving career.
On the other hand, múm has become undeniably fun and the band glimmers on stage, the girls singing (or trying) in such high-pitched tones that it was like an ill children choir; also, the girls' highly dramatic gestures, shaking their hands in the air and looking seriously into the dim lights aided to that atmosphere. Still, I could not stop thinking that it was fun ripped from emotion. If they were intending to go back to a child-like state of merry and delight, they managed to do it quite fine, even if it meant parting ways from the maturity they seemed to have reached. I wonder if Kría Brekkan's departure take with her such compelling sound.
But then it is compulsory to look around and take a time to talk about the audience. Most of them could be described as obnoxious, self-centered, egotistical, shallow, trendy hipsters, which somehow gets myself into such a description. Forsooth I tell thee: soap and clean garments and hair are actually very cool, by far more than the biological hazards those kids fashion. *shiver*
So, I am there, trying my best to actually enjoy the concert and have a good time; and I was making my way just fine when a couple of redneck pricks arrived just behind me, screaming nonsense and annoying every one around. Zen, and I pay no attention to them, until this bloody springbreaker starts dancing as if he had some kind of stroke, pushing and losing his balance now and then; so, wisely I stretch the elbows, just in case he is way to close to me. And then, paradise: this asshole jumps and shakes his glass of beer in my shoulder and spilled half of it all over me. I guess the guy beside me thought I was just about to smash him to the floor, for he was the first to hold my shoulder and calm me down, having no responsibility on the matter. "Fellow, PLEASE! Is it so difficult to be careful?" and the bloody redneck is apologizing stupidly as I shove the beer off my face. Next thing I know, he starts jumping and pushing once again, so I rather flee before actually smashing him down…
Excuse my swearing, but that guy really gave me a hard time.
If I have to keep a fond memory out of the concert, it would be the encore: as the band came back to the stage, evidently overwhelmed by the roaring crowd, one of them got close to a microphone with a little jar in his hand: "Thank you very, very, very, very [8x] much for being so amazing tonight. We have a gift for you. These are ashes from the volcano and they are for you" and started scattering small pinches towards the people. That was nice.

viernes, 28 de mayo de 2010

Cartografía

Me encanta leer mapas, entienda cómo se hizo la cartografía o no, todo lo que está ahí contenido, tenga uso práctico o no. Obseso y ñoño como soy, los Google Maps me parecen fascinantes. [rayón de acetato] Aunque haya sucesos lamentables…

jueves, 27 de mayo de 2010

The green grass

Hoy, en unas pocas horas, Sir Paul McCartney dará el primero de dos conciertos en esta ciudad. Los comentarios sobre la gira versan sobre el repertorio programado y las enormes pantallas donde se proyecta un espectáculo de alrededor de cuarenta minutos antes del concierto. Según lo que escuchaba por la mañana, Sir Paul se muestra generoso ante su público no sólo por la transmisión en vivo del concierto del viernes, sino por todas las canciones que no ha tocado en México en presentaciones pasadas y que están contempladas para esta ocasión.
Y duele pensar que uno tiene toda la disposición de ajarse la garganta a gritos y los ojos a lágrimas con "Blackbird" y el comentario de ese ukulele que George le regalara, y estar fuera de presupuesto para comprar un boleto y aullar por el placer de ver a quien otrora formara parte de una de las bandas preferidas, como duele también saber que mañana ya está ocupada la tarde con los compromisos que darán pie a que regrese la sangre.
Pero entonces uno debe hacerse del remedio que le alegre el corazón de borrego.
Live and, most of all, let die.

martes, 25 de mayo de 2010

Un día demasiado soleado

El metro abre sus puertas y el golpe de calor es abrumador –por decir lo menos–, muy a pesar de que los pasajeros apenas son los suficientes para ocupar los asientos. Tres estaciones después se vacía un poco más el vagón, y el calor no amaina.
Un sujeto encuentra un asiento justo frente a mí; el calor me hace difícil la lectura de El Siglo de las luces (la prolijidad del detalle, el avasallante conocimiento de marinería y plantas y fauna y adjetivos y música y arquitectura de Carpentier son una exigencia desconcertante, con su poderosa capacidad para olvidarse por completo de la narración para construir edificios lingüísticos a fuerza de descripción), y cualquier ruido logra distraerme.
De pronto percibo un chillido agudo, que no sé si es culpa del vendedor de discos con lo más granado de la música alternativa [sic] de los últimos veinte años o algún desperfecto en las puertas del vagón, pero no logro identificarlo. Intento regresar a la lectura, con mediano progreso; y un instante después, reaparece ese sonido.
Cuando por fin logro identificar de dónde proviene, descubro que es el sujeto sentado frente a mí, los audífonos del iPod bien metidos en las orejas, que balbucea "Have you ever seen the rain" de Creedence; alcanzo a reconocer el estribillo por encima de su nulo inglés y el "I know" que es difícil no reproducir correctamente, al menos hasta donde un 'ainou' lo permite. Me llamó la atención que empezara cantando para sí mismo, a volumen bajo, y que después no le importara si alguien más lo escuchaba: un hombre mayor, de traje, cabello gris, lentes redondos y mirada seria, prácticamente se levantó de su asiento para ver quién estaba gruñendo. Los demás pasajeros se sonreían modestamente y procuraban no mirarlo o les daba más risa.
Y con alguna razón. Intentando alcanzar los tonos rasposos de John Fogerty, caía constantemente en ese chillido raro que me distraía; en un principio creí que estaba imitando las distorsiones de la barra de trémolo de una guitarra, pero era su voz nasal, casi como oír un gangoso cantando.
Como pude pasé tres páginas sin que este tío me robara toda la atención, especialmente porque repitió la canción unas ocho veces. Cuando se levantó de su asiento –cantando por supuesto–, vi una Stratocaster gris en su camiseta, bajo la leyenda "Play me" en un azul casi chillante. Y mientras subía a zancadas las escaleras de salida, yo también cantaba en mi cabeza "I wanna now / Have you ever seen the rain / Comin' down on a sunny day?"


lunes, 24 de mayo de 2010

Ab imo pectore

Amor animi arbitrio sumitur, non ponitur.
–Publio Siro

En el curso de los años he conocido mujeres de diverso perfil, muy similar en algunos casos: la que, dudando de la solidez de su relación actual, busca compañía y empatía, cortejo y halago; la que tiene una absoluta indisposición para cualquier pulsión de vida, y percibe toda su vida (la vida que le rodea) como deplorable; la que espera reparación de su condición emocional, sin tener muy en claro los motivos por los que se encuentra así; la que, incapaz de desasirse de una relación terminada –sin importar cuánto tiempo ha–, salta en indecisiones entre el recuerdo y el afecto que se le presenta; corolario al anterior, la que, ciega, se rehúsa a reconocer ese afecto y la posibilidad que contiene; la que pretende jugar un rol de mujer de vanguardia, que puede acercarse a hombres de diversa condición y valor, que abre los brazos a relaciones efímeras que no se parangonan entre sí, debido a que no puede poner en paz su propia persona; la que no sabe sobrellevar su soledad y la encuentra ominosa; la que se excusa en graves responsabilidades para no asumir otras –las que competen al fuero personal–; la que tiende distancia y no asume las consecuencias de ello, como es que el otro la acepte, la enarbole como medida de acción y la tienda de vuelta; otro corolario: tiende distancia, mas espera que el otro se mantenga al alcance, en caso de necesitarle de alguna manera.
También he conocido a quien no sepa acercarse por falta de los recursos que permitan establecer diálogo, y entonces sólo pueden construir discurso y expresar mutua ternura a través del sexo; quien no sabe si decir esa ternura por temor a respuesta imprevisible; quien, en su ternura, se arriesga a condiciones que le son nocivas, ya sean del entorno o de las acciones de quien tiene enfrente; quien alberga una memoria cálida sin importar si alguno de los dos tiene pareja; quien vuelve al origen de sus afectos.
Y así ambas listas podrían seguir mientras evoco a esas mujeres. Y miro los estados que resultaron y mi persona a la luz de esas experiencias: parte de responsabilidad tengo en que esos conatos de relación no funcionaran cuando albergaban su posibilidad, ya porque no supe desprenderme del recuerdo de otra mujer cuando frente a mí había tanta ternura, ya porque buscaba resarcir en mí los espacios vacíos que deja una ira por largo contenida. O quizá porque mi capacidad para expresar emociones es magra, salvo cuando de enojo se trata.
Entonces miro de nuevo el estado de las cosas y me es evidente que nadie puede trasladar su grado de responsabilidad a un tercero: la mecánica de las relaciones, del tipo que sean, es binaria por lo menos, aún cuando yo soy otro. Pero parece que pocos lo tienen en mente, o resulta más fácil hacer caso omiso; y entonces surgen comentarios de un feminismo primitivo o un machismo exacerbado en el tenor de "es que no hizo todo lo que debía", "él/ella me perdió, y ahora que lo sufra".
Soy, gustosamente, necio que entiende el amor como un engranaje de simultaneidad donde el sistema completo debe correr a una misma velocidad, a un mismo ritmo, buscando el mismo fin (para la máquina, que no para cada engrane); cuando esa condición no sucede, lo mejor que podemos entender es un estado de enamoramiento, efímero, acotado en el tiempo. Me falta una definición mejor, pero no la he encontrado.
¿Por qué esta divagación? Es momento de tomar decisiones y acción precisa, elegir un futuro y todo lo que conlleva. Dejar el curso de lo relevante a la deriva es irresponsable, probablemente nocivo a largo plazo.


martes, 18 de mayo de 2010

Un modesto tributo

Hace treinta años, Ian Curtis consumó una decisión. La semana pasada, discutiendo con mi alumno sobre la Libertad, le decía que comprendía a quienes se quitaran la vida a razón de un dolor físico intolerable (el suicidio: el gran ejercicio de libertad de los existencialistas franceses; ah, qué pereza me dan la mayor parte del tiempo), mas no por una condición psicológica o una situación coyuntural. Me guardo el comentario al respecto que mi misántropo está arrojando desde el fondo de mis costillas: no hay necesidad de amargar la tarde.
Al margen de lo que yo pueda considerar reprobable o admisible, el hecho es que la música tomó un rostro nuevo con tan sólo dos discos de Joy Division, y probablemente sería tanto más interesante si Curtis viviera o hubiera vivido unos años más. Alcanzo a ver, en mi fantasía, un disco más, por el cual el Madchester fuera más hondo, el glam metal gringo no tuviera la menor justificación, el pop noventero (las Spice Girls, específicamente) no encontrara sustento, el grunge fuera más ordenado y reactivo.
Pero no es así: la memoria de Ian Curtis se sustenta –lamentablemente; primordialmente– en su muerte, en las posibilidades del rumbo que pudo tomar Joy Division y la música en general (como yo mismo especulo), en constituirse leyenda, alma atormentada en resonancia con los mares de adolescentes (todos los que somos y fuimos) en desasosiego. Un héroe para quienes no encuentran pertenencia y a quienes habla directamente, desde la misma experiencia.
Los grandes lo serán por sus actos.


All she ask's the strength to hold me
Then again the same old story

lunes, 17 de mayo de 2010

La noche de los muertos vivientes

Es viernes por la tarde y uno está allanando el camino para atender calmadamente el hábito de viernes por la noche y el fin de semana, pues no quedan ganas de regresar la cabeza a las minucias del cotidiano, sino arrojarla a los proyectos entre manos y cejas. Queda intención todavía de resolver las estrategias para colaborar activamente en cierta asociación de editores y hacerla crecer (tanto como uno puede hacer crecer un proyecto que no es propio). Y ah, la emoción de las cosas que uno sí disfruta.
Pero no perduran los idilios modernos en bucólicos paisajes: siempre hay un necio o un evento que le dé en la madre a todo locus amoenus. O peor aún: uno siempre puede ser suficientemente necio para encontrar un evento tal. Y se confirman, serenamente, los motivos soslayados –que uno no podía sino especular– por los cuales las labores cesaron; oh, hermoso nepotismo.
Entonces uno se sacude la incomodidad para no llegar con ese escozor en la espalda baja al hábito de viernes. Respira profundo, se va a casa de los amigos para llegar todos juntos, les rasca la barriga a todos los gatos a mano (v.g. los propios y la de los amigos), y pone la situación en perspectiva con la ayuda, evidentemente, de quienes le tienen aprecio y paciencia.
Lidiando con una garganta cerrada, se amilana la impaciencia bajo el manto de una degustación de mezcal (entre cuarenta y cincuenta grados de alcohol), a sabiendas del peligro de caer devastado en tanto la condición emocional no es estable; pero qué importa, si uno lo que quiere es poder hablar sin que suene la voz a murmullo silbado. Bebidas dos copitas, el pecho entibiado a fuerza de fermentados, procede uno a la cena, con el bendito sabor de Oaxaca que constituye, en sí mismo, la esencia del hábito de viernes; lo demás son corolarios que hacen más grata la noche, algunos (mucho) más lindos que otros.
Y entonces se vislumbra otra razón de desasosiego laboral (de otra latitud, digamos, pero aún de la geografía editorial). Y un instante después otra más, pero del país de la gente que uno juraba que no volvería a ver jamás; por si no fuera suficiente, íntimamente relacionada con quien uno ya no quiere ni espera cruzarse.
Lo que se mira en torno –amabilísimo realmente– se ve opacado (apenas, cierto, pero no deja de nublarse el aire) por la presencia de los muertos que se procura enterrar hasta no tener que hacerlo día con día, dejar en el cementerio del pasado esa amargura para sembrar un campo más hermoso (hacen falta flores, hacen falta flores). Pero esta ciudad es un pañuelo, y sin duda seguiré encontrando rostros conocidos después de un tiempo de frecuentar cierto lugar. Cuando eso suceda –sea agradable el encuentro en el mejor de los casos–, con toda seguridad volveré a estas anécdotas que escribo para descargar el pecho de los zumbidos que surgen.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Yo digo que ellos no

La vida digital, cualquier cosa que eso signifique, está a expensas de dinámicas propias y ajenas: sitios visitados, hábitos de lectura, tendencias de navegación, obligaciones profesionales y laborales, bases de datos en manos de terceros… Es esencialmente imposible que una página no tenga anuncios publicitarios de algún tipo, desde la publicidad contextual de Facebook hasta el bombardeo invasivo de los repositorios de donde uno descarga los ominosos Gb de música que constituyen mi colección personal.
Por supuesto, en ocasiones esos anuncios llegan a ser interesantes y casi se agradece su presencia en la página en cuestión; pero las más de las veces son una ofensa, ya porque aparecen chorros de ventanas, o porque hacen chuladas como la que sigue:

martes, 11 de mayo de 2010

Siglas

Hace quizá doce años esperábamos a que saliera el avión de mi tía; ávida de café, entramos a la sucursal de Gloria Jeans (cuando existía la franquicia). Un sujeto –tratando de abordar a mi tía– esencialmente se burló del capuccino que ella había pedido.
– La palabra 'café' es más bien una sigla: Caliente, Amargo, Fuerte y Espeso. Cualquier otra forma de tomar café es un error.
La frase, como podrá notar mi lector, se volvió impronta en mi memoria. Y frase de batalla cada vez que me preguntan si tomo mi café con azúcar y leche.

Tony Piro's Calamities of Nature

viernes, 7 de mayo de 2010

Ontología

[Pocas veces he escrito algo con rostro de poema cuya dignidad me parezca suficiente. Desempolvando un manojo de archivos, encontré éste; si no me equivoco, recordaba a Rimbaud.]

Soy hecatombe
yo soy la tumba
y la lápida.
Tengo los pies de Atila
y las sienes de Apolo.
A mis pies se quema el suelo
ante mi injuria cae el árbol.

Yo soy la tumba
mis crímenes son banderas
de mis pecados nace ceniza.
Mis crímenes son cantos
y las llamas son mi voz.

Soy hecatombe
el de los brazos de barro
el de las lágrimas de azufre
el de sombra de piedra.

Soy la lápida
sumida en el recuerdo
el insulto de salitre y argamasa
los ladrillos de la idiotez.

Soy la sombra
en la sombra de mi sombra.

Seré desgracia
la mía y la de mi estirpe.
Seré sombra
y conmigo caerá la noche.

miércoles, 5 de mayo de 2010

La voz detrás de mí

No asumas, no llegues a conclusión alguna, no sabes quién guarda trozos de palabras por debajo de las frases (tampoco sabes qué palabras fueron), no eres siempre y a cada vez el destino de una voz, no eres la ausencia en la silla. Eres, sin duda, recuerdo; pero no eres ya materia.
Y el mar que se alza. Y las decisiones hechas. Y las palabras dichas, olvidadas. Y la voz detrás de ti que soy yo, que sabe como tú que puedes no serlo, que te recuerda las tantas tardes sin sol.

lunes, 3 de mayo de 2010

Stop chasing

No están ustedes para saberlo; definitivamente no estoy para contarlo (magia, mantener todo en el silencio hasta que suceda, si sucede).
El viernes, antes de mi nuevo hábito de viernes, tuvimos la junta que podría dar inicio a esa vuelta de sangre que estoy buscando desde hace tiempo. No estamos para saberlo con certeza, pero queda claro que no estamos para decirlo. Podríamos por fin volver al trabajo que sí nos gusta, ése por el que me estoy quedando ciego, ése al que no le quito el ojo de encima a pesar de haber pasado un lustro en labores que no satisfacen.
Fue el viernes, y tendrá nombre de tierra. Y llegada la noche me veo haciendo labores que me acercan de otra manera a lo que también quiero.
They will have something else to say.

Peanuts

viernes, 30 de abril de 2010

Manual pedagógico para un corrector

(No me queda muy en claro por qué no publiqué esto acá… Pero siempre hay tiempo para enmendar [ciertos] errores.)

Es sabido que los correctores de estilo son personas taimadas y carentes de escrúpulos que reiteradamente ponen en evidencia las incapacidades lingüísticas de los autores, pecado grave como otro ninguno. Sin embargo, cabe preguntarse –en atención a tan recurrente y aparentemente inevitable condición suya– los motivos por los que se vuelcan a estos malos vicios, a prácticas tan indecorosas que cualquier individuo de formación y buena cuna encontraría vergonzosas.
La respuesta –evidente, incontrovertible, casi una perogrullada– no radica en ellos mismos, sino en su entorno: comprobando la filosofía de Rousseau, es la editorial la que pervierte la natural bondad de sus empeños.
¿Cómo remediar el mal que causan estos nefandos personajes del universo editorial? Por medio de la educación: una casi sentimental, consistente en hacer responsable al corrector de sus propios actos a fin de que los autores no tengan que sufrir su pedantería.
Este escrito, que atenta y rabiosamente lees, corrector, es más para nuestro beneficio que el tuyo, así que atiende:
• Analiza la editorial a la que pretendes adherirte: ¿es una editorial? ¿O es la división tácita de ventas al servicio del resto del corporativo, o capricho de un Dr. en gastronomía para concertar intercambios con restaurantes de otra alcurnia?
• Analiza al personal de la editorial: ¿son profesionales de la edición con experiencia en el ramo, o licenciados haciendo un servicio social de largo aliento, o especialistas en la materia de trabajo de la publicación en cuestión, pero con profundas lagunas de lenguaje y capacidad de análisis?
• ¿Existe un proceso para seleccionar al personal? ¿Las plazas se postulan a concurso?
• ¿La editorial a la que te adscribes cuenta con una estructura de trabajo y respeta sus procesos de edición? ¿Cuenta con un calendario de trabajo? ¿Atiende puntualmente, o al menos en la medida de lo posible, las fechas estipuladas?
• ¿Es pertinente que la editorial cuente con un manual de estilo? Cabría preguntar si debiera tener un kit de prensa y ventas, pero no es tu responsabilidad supervisar los ingresos derivados de la venta de espacios publicitarios.
• ¿Tiene la editorial un modelo de negocios que le permita solventar su existencia? ¿Es sustentable económicamente? ¿O padece de la ubicua enfermedad de subsistir al día?
• ¿Entienden las cabezas de la editorial que hay otras oportunidades y necesidades de publicación distintas al papel? ¿Conocen y entienden la dinámica de los medios electrónicos? ¿Han planeado la migración o coexistencia de las publicaciones digitales con las físicas? ¿No?
• ¿Están al día con las nuevas herramientas de publicación y gestión editorial?
• ¿Conoce la editorial para quién publica, quién es su lector modelo (por no decir el real)?
• ¿El personal que labora en la publicación es suficiente y cubre las necesidades de ésta?
• ¿El personal conoce el tren de trabajo y comunicación al que deben atenerse? ¿Queda claro a quién debes reportar tus actividades, quién evalúa tus correcciones, quién está autorizado para emitir indicaciones y recomendaciones?
• ¿Están delimitadas las actividades y alcances de cada actor del proceso editorial?
• ¿Llegaste o te buscaron?
• ¿Recibes queja de tu trabajo, o sólo de tu taimada y ofensiva personalidad y carácter hosco, propios de una ardilla de biblioteca con tendencias obsesivas a la lectura y la irrestricta observación a las reglas ortográficas y gramaticales y el sentido común?

Por una cultura editorial que procure su salud y la de los miembros a quienes bajo su guarda cobija.

jueves, 22 de abril de 2010

Lichtenberg

[Honestamente robado de Inmaculada Decepción; con la correspondiente y consabida tarea de corrección que un obseso no puede dejar de lado.
Algunas me las debería tatuar a todo lo largo de la espalda y las piernas: frases de batalla.]
  • Dentro de las tendencias al cambio que tienen las mujeres, la más fuerte es la del cambio de nombre (algunas incluso se llaman Eduardo).
  • Se parecía a Alejandro por la cabeza ladeada, a Cervantes por la bragueta siempre abierta y a Montaigne por no saber sumar, ni con números ni con centavos.
  • Hoy le permití al sol levantarse antes que yo.
  • Él me desprecia porque no me conoce. Yo desprecio sus acusaciones porque me conozco.
  • Varias veces he sido censurado por faltas que mi censor no tuvo el ingenio ni la valentía de cometer.
  • Para él el mundo era una muchacha, 150 libros y una perspectiva de una milla alemana de diámetro.
  • Si al cielo le pareciera útil y necesario volverme a editar en la vida, me gustaría comunicarle algunas vanas observaciones que se refieren, sobre todo, al dibujo del retrato y al plan general.
  • Me dan dolor muchas cosas que a otros sólo les dan lástima.
  • Tengo el corazón por lo menos un pie más cerca de la cabeza que el resto de los hombres. De ahí mi enorme equidad. Las decisiones pueden ser ratificadas cuando todavía están calientes.
  • A lo largo de mi vida me han otorgado tantos honores inmerecidos que bien podría permitirme alguna crítica inmerecida.
  • He vuelto a comer todo lo que me está prohibido y, gracias a Dios, me encuentro tan mal como antes (no peor).
  • La pérdida de la memoria me hizo cobrar conciencia de mi avanzada edad. Más tarde atribuí esto a la falta de práctica, luego otra vez a las consecuencias de la edad. A lo largo de toda mi vida he sentido estas oleadas de temor y esperanza.
  • El 10 de octubre de 1793 le envié a mi querida mujer una flor artificial del jardín, hecha con hojas de distintos colores que el otoño tiró al suelo. Representa mi estado actual. Pero no se lo dije.
  • Solía hablar con gran libertad en sitios donde ponían caras piadosas y en cambio predicaba la virtud donde nadie más la predicaba.
  • Promulgó una Constitución para sí mismo. Elegía auténticos ministros (la Moderación, incluso en una ocasión la Avaricia), que invariablemente eran despedidos.
  • Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.
  • He notado claramente que tengo una opinión acostado y otra parado.
  • Tenía entonces 54 años, una edad en que –aún en los poetas– el entendimiento y la pasión empiezan a conferenciar sobre artículos de paz, y por lo general la alcanzan no mucho después.
  • Daría parte de mi vida con tal de saber cuál era la temperatura promedio en el paraíso.
  • Ya que se escribe en público de pecados secretos, me he propuesto escribir en secreto de pecados públicos.
  • La cosa cuyos ojos y orejas no vemos y cuya nariz y cabeza apenas vemos; en pocas palabras, nuestro cuerpo.
  • En la Tierra no hay superficie más interesante que el rostro humano.
  • Cuando el espíritu se eleva, el cuerpo se arrodilla.
  • Los guisos tienen, presumiblemente, gran influencia en el estado actual de la condición humana. El vino externa su influencia de un modo más evidente, los guisos lo hacen con mayor lentitud, pero quizá también con mayor intención. Quién sabe si no le debemos la bomba neumática a una sopa bien cocida o la guerra a una mal cocida. Esto merecería una investigación más acuciosa. Acaso el cielo cumple así grandes finalidades, mantiene leales a los súbditos, cambia los gobiernos y crea Estados libres; acaso son los guisos los responsables de lo que llamamos "la influencia del clima".
  • Eso que ustedes llaman corazón está bastante más abajo del cuarto botón del chaleco.
  • La hermenéutica de la hipocondría.
  • Un rostro no se deja analizar en un instante: necesita una consecuencia.
  • Nuestro mundo llegará a ser tan refinado que creer en Dios resultará tan ridículo como hoy en día creer en fantasmas.
  • Concibo una época en la que nuestras concepciones religiosas parecerán tan extrañas como ahora el espíritu de caballería.
  • Por más que se predique, las iglesias siguen necesitando pararrayos.
  • ¿Creéis acaso que el buen Dios es católico?
  • Con los huevos de Pascua sucede lo mismo que con el santo Cristo: en cuanto uno averigua de dónde vienen, deja de recibirlos.
  • Hay una especie de ventriloquía trascendental con la cual los hombres pueden aparentar que algo dicho en la Tierra viene del cielo.
  • "Es una lástima que beber agua no sea pecado –clama un italiano–: ¡qué bien sabría!"
  • La invención más fácil para el hombre: el paraíso.
  • Dios realmente debe querernos mucho, pues siempre aparece cuando hace mal tiempo.
  • Todos los maestros de la fe defienden sus teorías, no porque estén convencidos de su verdad, sino porque alguna vez lo estuvieron.
  • ¿Cómo habrá sido la conversión de las putas en la antigüedad? ¿Ya habría beatas?
  • Cartas sobre la más reciente literatura: y le doy mil gracias a Dios de que me haya permitido volverme ateo.
  • En el mundo, los santos han logrado más en escultura que vivos.
  • Cuando un libro choca con una cabeza y suena a hueco, ¿se debe sólo al libro?
  • La metáfora es mucho más inteligente que su autor, y esto sucede con muchas cosas. Todo tiene su profundidad. Quien tiene ojos ve todo en todo.
  • Se diría que nuestros idiomas han enloquecido. Cuando queremos una idea, nos ofrecen una palabra; cuando exigimos una palabra, nos brindan una raya, y donde esperamos una raya, hay una obscenidad.
  • Esto debe servirme de advertencia. Como aquel gran escritor francés, de ahora en adelante no daré nada a la imprenta sin que antes lo lea mi cocinera [o Timoteo].
  • En cierta obra de un hombre célebre preferiría leer lo que tachó que lo que dejó.
  • Al prólogo se le podría llamar 'pararrayos'.
  • Ahí se aplica a la perfección lo que Butler dice de un mal crítico: si no encuentra un error, lo comete.
  • Me han informado que cada vez que escribe una reseña de libros tiene las más poderosas erecciones.
  • Los periodistas han construido una capillita de madera que llaman el 'Templo de la Fama' donde todo el día clavan y desclavan retratos, con tal escándalo que nadie escucha sus propias palabras.
  • Al escribir mantén la confianza en ti mismo, un orgullo noble y la certeza de que los demás no son mejores que tú, ellos evitan tus errores y en cambio cometen otros que tú has evitado.
  • Lo shakespeareano que había que hacer en el mundo, fue, en gran parte, realizado por Shakespeare.
  • Está bien que los jóvenes enfermen de poesía en ciertos años, pero por el amor de Dios, hay que impedir que la contagien.
  • Siempre es preferible darle el tiro de gracia a un escritor que perdonarle la vida en una reseña.
  • Es fascinante escuchar a una mujer extranjera que comete faltas en nuestro idioma con sus hermosos labios. A un hombre no.
  • Si pensáramos más por nuestra cuenta, tendríamos muchos más libros malos y muchos más libros buenos.
  • Quien tenga dos pantalones, que venda uno y compre este libro.
  • Si alguien escribe mal, que más da: hay que dejarlo escribir. Transformarse en buey aún no es suicidarse.
  • Aquello tuvo el efecto que por lo general tienen los buenos libros. Hizo más tontos a los tontos, más listos a los listos y los miles restantes quedaron ilesos.
  • Hay una clase de hueca habladuría que, a través de expresiones novedosas y metáforas insólitas, da la impresión de ser sustanciosas. Klopstock y Lavater son maestros del género. Como broma, es pasable; en serio, imperdonable.
  • El único defecto de los escritores realmente buenos es que casi siempre ocasionan que haya muchos malos o regulares.
  • Uno se resiste a hacer un cucurucho para la pimienta con una hoja en blanco. Si está impresa, uno la usa con agrado.
  • Un libro es como un espejo. Si un mono se asoma a él no puede ver reflejado a un apóstol. Carecemos de palabras para hablar con los tontos de sabiduría. Ya es sabio quien entiende a un sabio.
  • En nuestros tiempos los insectos coleccionan insectos y las mariposas hablan de mariposas.
  • Es verdad que era algo burdo, pero en su sociedad venía siendo como una cebra entre asnos.
  • Si bien los peces son mudos, sus vendedoras hablan por todo lo que ellos callan.
  • El asno me parece un caballo traducido al holandés.
  • Nada más seguro para la mosca que colocarse en el matamoscas.
  • El simio más perfecto no puede dibujar un simio. Sólo el hombre puede hacerlo. Pero también sólo él lo considera una ventaja.
  • Que el hombre es el ser supremo también se deduce de que ningún otro ha tratado de refutarlo.
  • No es que los oráculos hayan dejado de hablar: los hombres han dejado de escucharlos.
  • Conozco el gesto de la atención fingida. Es el grado más bajo de la distracción.
  • A lo más a lo que puede llegar un mediocre es a descubrir los errores de quienes lo superan.
  • Hay ineptos entusiastas. Gente muy peligrosa.
  • Estoy convencido de que cada ciudadano de H conoce a Z mejor de lo que se conoce a sí mismo.
  • En el mundo uno encuentra con mayor frecuencia el consejo que el consuelo.
  • Comerciaba con tinieblas en pequeña escala.
  • Escribió ocho libros. Hubiera hecho mejor plantando ocho árboles o teniendo ocho hijos.
  • Era un pensador tan minucioso que siempre veía un grano de arena antes que una casa.
  • No es broma sino la pura verdad que antes de la Revolución los perros de cacería del rey de Francia tenían mejor salario que los miembros de la Academie des Inscriptions. Cf: la Nueva Biblioteca de Bellas Artes, tomo 44, capítulo 2, p. 234. Los perros: 40,000; los académicos: 30,000. Los perros eran 300, los académicos, 30.
  • Los franceses prometieron hermandad a las naciones adoptadas. Finalmente sólo tomaron en cuenta a las hermanas.
  • Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto.
  • El matrimonio, al contrario de la fiebre, comienza con calor y termina con frío.
  • Ciertos hombres de mal corazón creen reconciliarse con el cielo cuando dan una limosna.
  • Intentar modificar el carácter de un hombre es como tratar de enseñar a una oveja a tirar de un carro.
  • A la gloria de los más famosos se adscribe siempre algo de la miopía de los admiradores.
  • Resulta imposible atravesar una muchedumbre con la llama de la verdad sin quemarle a alguien la barba.
  • La enfermedad es la mayor imperfección del hombre.
  • El amor es ciego, pero el matrimonio le restaura la vista.
  • Una regla de oro: no hay que juzgar a los hombres por sus opiniones sino por aquello en lo que sus opiniones los convierten.
  • El hombre es una obra maestra de la creación, tan sólo porque a pesar de todo su determinismo cree que actúa como ser libre.
  • Lo que hace que la amistad auténtica y el vínculo conyugal sean tan fascinantes es la ampliación del yo.
  • Como todas las cosas corrosivas, el chiste y el humor deben emplearse con cuidado.
  • En mi opinión, la pregunta '¿debe filosofar uno mismo?' ha de responderse con una semejante: '¿debe rasurarse uno mismo?'
  • ¡Cómo desaparecerán algún día nuestros nombres, detrás de los inventores del vuelo y cosas por el estilo!
  • Se podría prescribir una dieta para la salud del entendimiento.
  • El género humano sólo celebra lo bueno; el individuo con frecuencia lo malo.
  • El hombre tiene un instinto irrevocable para creer que no lo ven cuando él no ve. Como los niños que se tapan los ojos para no ser vistos.
  • El hombre ama la compañía, así sea la de una vela encendida.
  • Jamás hay que creerle a quien asegure algo con una mano en el corazón.
  • Es cierto que no puedo hacerme mis zapatos, pero, señores, no permito que me escriban mi filosofía.
  • En cada facultad universitaria debería haber al menos un hombre muy capaz. Si las bisagras son de buen metal, lo demás puede ser de madera.
  • Nada me molesta más en mi conducta que tener que ver el mundo como un hombre común, pues sé que lo ve de manera equivocada.
  • Una vieja regla: un descarado puede parecer discreto cuando quiera, pero nadie que sea discreto puede parecer descarado.
  • Nada se juzga con tanta ligereza como el carácter y en nada hay que ser más cuidadoso. Siempre he notado que las malas personas mejoran al conocerlas mejor y las buenas empeoran.
  • Cualquiera aceptaría que las historias obscenas propias tienen un efecto mucho menos peligroso que las que se les ocurren a los otros.
  • Pitágoras pudo, merced a un solo descubrimiento, sacrificar medio centenar de bueyes. Por todos sus descubrimientos, Kepler se hubiera dado por satisfecho con dos bueyes.
  • Siempre he visto que la ambición voraz y la desconfianza van juntas.
  • Cierta clase de personas traban fácilmente amistad con cualquiera, y luego se aprestan a odiarlo o a quererlo otra vez. Si se piensa en el género humano como un todo, donde a cada parte le corresponde un sitio, estos hombres se convierten en piezas faltantes que se puede colocar donde sea. Entre esta clase de personas rara vez hay grandes genios, aunque es a quienes con mayor facilidad se les toma como tales.
  • Ante una obra menor siempre pienso: es sólo un librito de patrullaje que busca el sitio donde pueda anclar uno mayor.
  • Nuestra vida es comparable a un día de invierno. Nacemos entre las 12 y la 1, no amanece sino hasta las 8, oscurece antes de las 4 y morimos a las 12.
  • Unas cuantas docenas de millones de minutos hacen una vida de 45 años y algo más.
  • ¿Qué será del género humano antes de que desaparezca? El mundo bien puede rotar como hasta ahora por otro millón de años, en cuyo caso 5000 años serán como un cuarto de año en la vida de un hombre de 50, apenas 1/12 del tiempo que pasamos en la universidad, ¿Qué hice el último cuarto de año? Comí, viví, hice experimentos eléctricos, escribí almanaques, me reí al ver un gatito, jugué con muchachitas y así transcurrieron 5000 años del pequeño mundo que soy yo.
  • Ahí a su lado, ella se veía como un lagrimero etrusco o una jarrita de porcelana de Meissen junto a un tarro cervecero de zinc.
  • Los relojes de arena no sólo nos recuerdan el rápido transcurrir del tiempo sino también el polvo en el que alguna vez nos convertiremos.
  • Sí: las monjas no sólo tienen un estricto voto de castidad, sino también fuertes rejas en sus ventanas.